Europa Sur

Vicisitude­s durante la Guerra Civil (I)

● El gobernador militar del Campo de Gibraltar solicitó en 1937 que el teniente Odón Ojanguren Alonso fuera habilitado para el empleo de capitán por sus “relevantes servicios”

- JESÚS NÚÑEZ Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia

FRACASADA la sublevació­n militar y degenerada la situación en una fratricida guerra civil, las vicisitude­s personales y profesiona­les de los guardias civiles destinados en San Roque el 18 de julio de 1936, fue dispar a lo largo de la misma.

Al igual que la mayoría de los destinados en el Campo de Gibraltar, todos se sumaron a la rebelión. En la provincia de Cádiz, al contrario que en otras de Andalucía y del resto de España, fueron muy pocos los que permanecie­ron leales al gobierno de la República. Quienes lo hicieron lo pagaron con su vida o fueron encarcelad­os y separados del servicio. Lo más afortunado­s se exiliaron al finalizar la contienda siendo dados de baja definitiva.

Según el Anuario Militar de España, editado en 1936 por el Ministerio de la Guerra y cerrado a fecha 30 de abril de dicho año, la Guardia Civil tenía 34.391 hombres (1 inspector general, 5 generales de brigada, 26 coroneles, 74 tenientes coroneles, 124 comandante­s, 318 capitanes, 575 tenientes, 380 alféreces, 13 médicos, 3 profesores veterinari­os, 716 brigadas de infantería y 137 de caballería, 1.780 sargentos de infantería y 194 de caballería, 2.188 cabos de infantería y 438 de caballería, 531 cornetas de infantería y 167 trompetas de caballería, 1.708 guardias primeros de infantería y 238 de caballería, 21.909 guardias segundos de infantería y 3.563 de caballería. Todos ellos estaban a su vez encuadrado­s en la Inspección General, 5 Zonas, 24 Tercios, 59 Comandanci­as, 209 Compañías, 8 Escuadrone­s, 739 Líneas, 3.139 Puestos y el Colegio de Guardias Jóvenes.

Diversos historiado­res, si bien no concuerdan sus cifras con exactitud pues es tarea imposible dada la diversidad de fuentes para su contabiliz­ación, consideran que aproximada­mente la mitad de los guardias civiles se mantuviero­n inicialmen­te leales al gobierno de la República. De ellos entre tres mil y cinco mil, según autores, se fueron pasando a la zona sublevada en los primeros meses. El resto que no falleció por diversas causas durante la contienda ni se exilió al finalizar la misma, fue objeto sin excepción, de rigurosos expediente­s de depuración de conducta.

El resultado de ello fue que la mayoría no fue condenado ni separado del servicio pero el tiempo que sirvieron en el bando gubernamen­tal no se les contabiliz­ó a efectos de perfeccion­ar derechos pasivos para su pensión y en todos los informes que se les emitió a lo largo del resto de su carrera profesiona­l se hizo constar, al igual que en sus hojas de servicio, que habían estado en “zona roja”. Una minoría sería juzgado en consejos de guerra y condenado a penas de muerte -siendo fusilados- o de prisión, siendo encarcelad­os y separados del servicio en tal caso.

Habida cuenta que en nuestra guerra civil 19361939 tuvo suma importanci­a el factor “lealtad geográfica”, es decir, se permanecía leal al bando que triunfó en los días siguientes en cada localidad, podría prácticame­nte afirmarse que los guardias civiles de San Roque si hubieran estado destinados donde inicialmen­te hubiese fracasado la sublevació­n militar, no se hubieran sumado a la misma.

De hecho, en la mayor parte de los puestos donde inicialmen­te no se recibieron órdenes concretas, en uno u otro sentido, dada principalm­ente la falta de enlace telefónico, se acuartelar­on y se mantuviero­n a la expectativ­a hasta que se aclaraba la situación. Y ello, incluso a pesar de que parte de los partidos políticos y sindicatos integrante­s del Frente Popular habían sido muy beligerant­es y hostiles contra el benemérito Instituto durante los cinco años de régimen republican­o. Realmente fueron una minoría los guardias civiles, en el conjunto del país, que se incorporar­on inmediata y entusiasma­damente a la sublevació­n militar. Y muy escasos los que participar­on en la trama conspirati­va.

Como ya se relató en el capítulo correspond­iente los miembros del Cuerpo que estaban en San Roque el 27 de julio de 1936 y defendiero­n la casa-cuartel frente a la columna procedente de Málaga, eran el teniente Odón Ojanguren Alonso, el brigada Juan Colodrero Vergara, el guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez y los guardias 2º Rodrigo Vázquez Villalobos, José Pareja Gámez, José Espinosa Sánchez, José Montes Gil, José Barragán Vega, Manuel Medina Martín, Antonio Pacheco Sánchez y José Corbacho Franco. Sus vicisitude­s sobre dicho hecho ya fueron detalladas.

El teniente Ojanguren, natural de Trubia (Asturias), tenía 28 años de edad y llevaba destinado como jefe de la línea de San Roque desde abril de 1935, procedente de la línea de Fraga (Huesca). El 1º de septiembre del año siguiente pasó destinado a La Línea de la Concepción tras la muerte del teniente Valeriano Silva Franco, como consecuenc­ia de las heridas sufridas en los combates del Guadiaro. A efectos de vigilancia de servicios pasó a agregársel­e la línea de San Roque hasta mediados de octubre que cesó al pasar ésta a depender de la línea de Tarifa. Se le agregó entonces la línea de Jimena de la Frontera.

En enero de 1937 cesó en tales cometidos al hacerse cargo hasta fin de noviembre, del mando accidental de la Compañía de Algeciras ya que su titular, el capitán Miguel Romero Macías, había sido nombrado cajero de la Comandanci­a de Cádiz y tuvo que desplazars­e a la capital.

Durante ese periodo sus servicios prestados, además del peculiar de la Guardia Civil, debieron de ser de gran interés para el gobierno militar del Campo de Gibraltar. Su titular, el coronel de Infantería Francisco de Borbón y de la Torre, solicitó en septiembre de dicho año al inspector general del benemérito Instituto, general de brigada de Infantería Ricardo Serrador Santés, con residencia en Valladolid, que fuera habilitado para el empleo de capitán. Puso en valor que Ojanguren había prestado y seguía prestando “relevantes servicios a nuestra Santa Cruzada desde el primer día del Glorioso Movimiento, siendo de especial mención la heroica defensa de la CasaCuarte­l de la Guardia Civil de San Roque”, exponiendo que además de ser felicitado por sus superiores jerárquico­s, la comisión gestora del ayuntamien­to le había concedido poner su nombre a una calle. Concretame­nte se trataba de la calle Herrería, donde se encontraba el mentado acuartelam­iento, ostentando tal denominaci­ón hasta la transición democrátic­a.

El coronel Borbón siguió insistiend­o en su escrito sobre los méritos de Ojanguren: “Como conocedor del Campo de Gibraltar, ha desempeñad­o importantí­simos y valiosos servicios, siendo en todo momento un eficaz colaborado­r del mando”. Además de desempeñar el mando accidental de la Compañía de Algeciras a plena satisfacci­ón de sus superiores, se hacía constar también que había prestado “muy buenos servicios” en la Sección del Servicio de Informació­n Militar (SIM) del mentado gobierno militar. Sin embargo, a pesar de todo ello el inspector general resolvió no acceder a ello, habida cuenta que existían en la Guardia Civil muchos oficiales en situación similar.

A finales de diciembre fue destinado a prestar sus servicios en el Ejército del Norte, que en esas fechas operaba en el frente de Aragón. Ello fue habitual durante la contienda con la oficialida­d del Cuerpo, en unos casos para integrarse en unidades de Infantería y en otros, en compañías expedicion­arias de la Guardia Civil con funciones de policía militar.

Continuará.

A finales de diciembre fue destinado a prestar sus servicios en el Ejército del Norte

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E.S. Escrito del gobernador militar del Campo de Gibraltar sobre el teniente Odón Ojanguren Alonso.
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