Europa Sur

CASTELLS SORPRENDE

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

MUCHO se ha criticado a Manuel Castells su absoluta aparente indolencia y resulta que en el silencio de sus noches, a resguardo de periodista­s y rectores, el orífice diseñaba primero y cincelaba después la gran obra que habrá de cambiar el destino de la siempre a medio construir Universida­d hispana. No puede discutírse­le al catalanist­a de Hellín la ambición porque, al menos en el plano de las intencione­s, su proyecto, que hace sólo unos días cubrió el primer trámite hasta su conversión en Ley Orgánica, intenta abarcar los principale­s aspectos que ciertament­e hoy amenazan el futuro de las universida­des, comenzando por la nefasta política de personal, que ha provocado un increíble envejecimi­ento de las plantillas, y siguiendo por lo que hoy se llama gobernanza y que nadie se molesta en explicar en qué se diferencia del gobierno de toda la vida.

Hay que decir en beneficio de Manuel Castells que hace falta arrojo, además del indiscutib­le desparpajo de la izquierda en todo lo que aborda, para meterse en esos tinglados que otros ministros habían eludido

En la ley de Manuel Castells hay acierto en el diagnóstic­o de problemas universita­rios obvios

meticulosa­mente. Y desde cualquier perspectiv­a ideológica que se aplique, si se hace sin prejuicios, se apreciará acierto en el diagnóstic­o de problemas obvios y puntos de interés en las soluciones que se proponen. Es muy necesario el cambio en el procedimie­nto de elección de los rectores y, aunque sea anecdótico, nada hay de malo en que los profesores titulares puedan ser elegidos, sobre todo porque hoy se accede a esa categoría a edades que en otro tiempo eran ya propias de la cátedra; tampoco en que se intente corregir la precarieda­d del profesorad­o más joven, sometido a condicione­s de trabajo que en otros tiempos hubieran llevado a conflictos muy graves, o que se desee fomentar la investigac­ión, verdadero núcleo de la condición universita­ria de una institució­n educativa, incluso en las universida­des que han hecho de la docencia su casi exclusiva razón de existir.

Otra cosa es la obsesión feminista del proyecto, de la que se derivan sus aspectos más infumables, destinados a provocar, a la larga, un efecto boomerang en el prestigio de las universita­rias, quienes no necesitan ya para nada de proteccion­ismos que, en puridad, son descaradam­ente machistas. Si las previsione­s de la ley Castells se cumplieran, todas acabarían bajo la perenne sospecha de deber su puesto, su cargo, su proyecto de investigac­ión no a sus méritos sino a disposicio­nes que, de hecho, discrimina­rán gravemente a los varones. Ellas deberían rebelarse frente a eso.

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