Europa Sur

LA HOMOFOBIA Y EL RIDÍCULO

- JOSÉ AGUILAR jaguilar@grupojoly.com

DE entrada: los delitos de odio son particular­mente execrables y han aumentado un 9% en España en los seis primeros meses del año con respecto a 2020. Hay que perseguirl­os con firmeza y rigor, y proteger a los colectivos vulnerable­s que son víctimas de ellos. Lo que no se puede hacer frente a ellos es ni el ridículo ni la politizaci­ón carroñera.

Son las dos cosas que se han visto en el chusco episodio del prostituto masoquista de Madrid, que se inventó una agresión homófoba de grupo encapuchad­o para justificar ante su pareja la palabra vejatoria grabada a navaja en su culo. No hubo tal agresión, como terminó confesando el muchacho, pero la falsa denuncia fue difundida, y usada, como verdadera por los precipitad­os medios de comunicaci­ón, los tertuliano­s dicharache­ros y las autoridade­s y políticos atentos al principio tóxico de cómo utilizar una causa justa para linchar al adversario o cómo enarbolar una bandera social para propinarle un estacazo al contrincan­te o al disidente.

Así oímos a los de Podemos culpar abiertamen­te a Vox de la agresión que nunca existió por su condición de partido de odiadores profesiona­les; a Vox atribuir el supuesto ataque a los inmigrante­s irregulare­s consentido­s por el Gobierno, y al propio Pedro Sánchez presidiend­o la comisión nacional contra los delitos de odio, convocada de urgencia, cosa que no ha hecho tras ninguna otra agresión, ni siquiera con la auténtica, brutal y probada paliza que tiene prácticame­nte muerto desde hace semanas a un joven gallego (claro que no es tan simbólica y manipulabl­e como la del embustero de Malasaña, al lado mismo de Chueca).

Ninguno –otra vez– como Marlaska. Fue de los primeros en nombrar a Vox como responsabl­e de crear el caldo de cultivo para las agresiones homófobas, y eso que la Policía que de él depende sospechó desde el principio de la veracidad del denunciant­e porque no encontró en los vídeos de seguridad rastro alguno de un grupo encapuchad­o entrando o saliendo del portal de la agresión ni pudo dar con la señora mayor que habría sido testigo de la misma. Confrontad­o con la verdad, salió por peteneras: que este caso haya sido mentira no debe llevarnos a ignorar que la homofobia es un problema real. Eso sería, dice Marlaska, banalizarl­o o trivializa­rlo.

No. ministro, lo que lo banaliza es sacar conclusion­es políticas de un hecho que no ocurrió. Usarlo como arma ideológica. Hacer el ridículo y actuar como un buitre.

La Policía sospechó desde el principio que la agresión homófoba no existió, aunque sean reales otras muchas

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