Europa Sur

MARICONES

- MIKEL LEJARZA

CONTRADICI­ENDO el consejo de aquel sabio aragonés que fue Santiago Ramón y Cajal, quien aconsejaba vivir “poco a poco” para vivir mucho tiempo; nosotros corremos demasiado y nos salimos en las curvas. Estamos inmersos en una carrera absurda contra el tiempo, obligados a estar permanente­mente “a la última” en tantos temas y conocimien­tos ante el riesgo de quedarnos varados en la cuneta por anticuados, que hemos terminado por construir un modo de vivir que no deja espacio para el reposo, ni de las ideas, ni de las personas y mucho menos para el análisis de los comportami­entos. Cada escaso mes cambian los colores “que se llevan”; los teléfonos móviles y sus capacidade­s; los motores de los coches; los temas de actualidad; la definición de los televisore­s; los lugares que hay que visitar... Así, si usted no tiene un iPhone 12, un televisor inteligent­e de 4K como mínimo; un coche con motor híbrido; un ordenador con procesador I7; una opinión rotunda sobre lo acontecido en Afganistán y qué hacer con la tercera vacuna, además de preferir el sushi a los bocatas de calamares, está usted quedándose atrás. Y ya puede comenzar a correr, porque

Estamos inmersos en una carrera absurda contra el tiempo, obligados a estar siempre “a la última”

en los próximos seis meses se generaliza­rá el nuevo Windows 11 con procesador­es i9; el iPhone 13; los automóvile­s eléctricos, la cocina peruana, el color verde y un sinfín de conflictos nuevos sobre los que discutir.

Sí, lo del aprendizaj­e continuo está muy bien porque nos mejora, pero sobre todo porque nos mantiene vivos y sobre la ola en contacto con el mundo. Pero una cosa es la filosofía y otra convertir las ideas en dogmas. Ahora lo importante es lo urgente y estar a la última, sin ref lexionar si estarlo nos mejora o empeora. Ejemplo de las consecuenc­ias que ésto supone ha sido el desastre tras la falsa denuncia de violación de un joven en Malasaña. Tanto al principio, como tras conocerse la falsedad del hecho, la sobreactua­ción de políticos de todo signo ha sido evidente, pero la de los medios de comunicaci­ón no ha sido inferior. Todos hemos quedado desautoriz­ados al tener que responder al instante sobre un caso que estaba bajo investigac­ión, pero que nos exigía una sentencia inmediata. Así que todos hemos aprovechad­o para a la mayor velocidad, echar la culpa del drama a quien peor nos caiga, cuando de haber dejado pasar tan sólo unas horas, hubiésemos podido constatar con datos y no con opiniones, que hay el mismo número de maricones (entendido como personas despreciab­les y malintenci­onadas, según el Free Dictionary ) entre los homosexual­es que entre los heterosexu­ales.

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