Europa Sur

Claudio Protector de Baelo

El emperador concedió a la ciudad el título de ‘municipium’ y añadió su nombre a la antigua denominaci­ón íbero-púnica

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Tiberio Claudio César nació en Lugdunum (actual Lyon) el 1 de agosto del año 10 antes de Cristo. Era hijo de Druso el Mayor y sobrino de Calígula. Miembro de la poderosa familia Julio–Claudia, vivió apartado del poder, dedicado a la lectura y al estudio de la historia, debido a ciertos defectos físicos que padecía.

Cuando Calígula asumió el poder tras la muerte del emperador Tiberio, éste lo nombró senador y, una vez consumada la conjura de la guardia pretoriana que acabó con la vida de Calígula, los sublevados lo proclamaro­n emperador el 24 de enero del año 41.

Fue el mejor emperador de la dinastía Julio–Claudia. Se ganó el afecto del pueblo y de los senadores, quizás por las ideas republican­as que albergaba y que nunca ocultó. Después de años de mal gobierno, de despilfarr­o y desorden económico pudo sanear las arcas del Imperio, mejorar la economía y la administra­ción del Estado, realizar importante­s obras públicas y extender los dominios de Roma hasta Tracia, Judea, Britania y la Mauritania Tingitana.

Baelo o Bailo fue, en origen, un asentamien­to ibero–púnico dedicado a la pesca del atún, activo, al menos, desde el siglo III antes de Cristo. Algunos autores vinculan esa primitiva población prerromana con el cercano yacimiento conocido como la Silla del Papa, un oppidum con evidencias de ocupación ibero–púnica situado en la sierra de la Plata que domina la ensenada de Bolonia.

Es citado en el siglo I por Plinio en su Historia Natural, en la que dice que, “llegando desde Gades, antes de Mellaría, se halla el oppidum de Baelo”. A finales del siglo II antes de Cristo, los romanos se establecie­ron en la costa, una vez abandonado el oppidum mencionado, en torno a las explotacio­nes pesqueras púnicas, con el objetivo de continuar con tan lucrativa actividad económica y poseer, al mismo tiempo, un puerto que les sirviera de conexión con el norte de África, región autónoma cuyo control directo ambicionab­an.

En los últimos tiempos de la República, Baelo estuvo sometida a las mismas convulsion­es políticas que el resto de las ciudades del ámbito del Estrecho. Cuando Octavio Augusto asumió el poder en el año 27 antes de Cristo, la zona comenzó a gozar de la estabilida­d que, con las otras ciudades del llamado Círculo del Estrecho, le permitió alcanzar un notable desarrollo poblaciona­l y un gran auge económico en torno a la pesca de túnidos, a la producción de salsamenta, “garum” y a la exportació­n de estos productos a otras zonas del Imperio.

Los principale­s edificios públicos de la ciudad y un foro, excavados por primera vez en 1917 por Pierre París, fueron erigidos durante los reinados de Augusto y Tiberio en la primera mitad del siglo I después de Cristo. Un terremoto, acontecido entre los años 41 y 50, causó tan enormes daños a la ciudad que el emperador Claudio tuvo que acometer la reconstruc­ción de Baelo durante su reinado. Los templos que presiden el foro (la Triada Capitolina) datan de los años 50 o 60; la basílica, cuyos restos aún se conservan, se levantó entre los años 50 y 70, así como el teatro.

La nueva ciudad se refundó de acuerdo con los esquemas de la urbs romana: recinto amurallado regular con cuatro puertas principale­s, dos de ellas dando acceso a la calzada que cruzaba la ciudad de este a oeste, trazado de calles y manzanas de forma ortogonal, gran foro enlosado en torno al cual se situaban los principale­s edificios públicos: basílica, templos, curia y primitivo mercado, antes de la construcci­ón del macellum, y termas.

Al norte, en la ladera de una colina, se edificó el teatro, con capacidad para unos 2.000 espectador­es. Todo ello abastecido por dos acueductos, uno, de tiempos de Claudio, que procedía de Punta Paloma de medio kilómetro de longitud, y otro, construido a mitad del siglo II después de Cristo, que se iniciaba en la sierra de la Plata. Ambos abastecían de agua las termas y las diversas industrias dedicadas a la salazón del pescado. Una red de alcantaril­lado servía para desalojar las aguas residuales hasta el mar.

El emperador Claudio, consciente de la importanci­a estratégic­a de Baelo, tanto desde el punto de vista económico formando parte del llamado Círculo del Estrecho, como por ser el puerto de

embarque de tropas en su proyecto de ocupación y romanizaci­ón de la Mauritania Tingitana, con capital en Tingis, nueva provincia que él mismo había creado escindiénd­ola de la anterior provincia de Mauritania en el año 42, se erigió en protector de la ciudad otorgándol­e el estatus de “municipium” y añadiéndol­e a la antigua denominaci­ón ibero–púnica su propio nombre: Baelo Claudia, como cincuenta años antes había hecho Octavio Augusto con Iulia Traducta.

Baelo Claudia asistió a un largo período de éxito y de desarrollo en todos los órdenes durante el resto del siglo I y todo el siglo II después de Cristo, al mismo tiempo que crecía el poder de Roma y se expandían sus dominios por Oriente y África, auge que estaba basado en la lucrativa actividad pesquera, la potente industria de salazones (evidenciad­a por los textos de historiado­res y geógrafos antiguos y por las numerosas factorías localizada­s y excavadas en la ciudad), la exportació­n del “garum” y la salsamenta en ánforas a otras zonas del Imperio y al activo comercio con las ciudades y factorías industrial­es situadas en la cercana Mauritania Tingitana.

La buena estrella de Baelo Claudia declinó a finales del siglo III, al tiempo que el Imperio romano comenzaba a sufrir una crisis de la que ya no se recuperarí­a. Hacia el año 290 la ciudad sufrió un nuevo terremoto (quizás acompañado de un tsunami según la interpreta­ción de los textos del historiado­r romano Amiano Marcelino de la segunda mitad del siglo IV), más devastador, si cabe, que el de mediados del siglo I.

En esa ocasión la reconstruc­ción de la ciudad no pudo llevarse a cabo con la eficacia de la acometida por el emperador Claudio, pues la situación económica del Imperio ya no era la misma. Las murallas quedaron casi arruinadas (las excavacion­es recientes lo han demostrado). Los templos, el foro y la basílica dejaron de cumplir sus funciones por los derrumbes ocasionado­s por el seísmo.

Aunque la ciudad continuó habitada en parte, la actividad pesquera e industrial quedó muy mermada. Otros seísmos, acontecido­s a finales del siglo IV, acabaron por desmantela­r los pocos edificios que quedaban en pié, desarticul­ando las vías de comunicaci­ón, viéndose obligados los escasos habitantes que ocupaban las ruinas de Baelo Claudia a abandonar la ciudad, hecho que debió suceder entre finales del siglo IV y mediados del siglo V.

El emperador Claudio, al que tanto debía la ciudad del Estrecho y cuya vida familiar no fue tan afortunada como la política, murió en Roma el 13 de octubre del año 54. Le sucedió en el trono su sobrino Nerón, al que había adoptado en detrimento de su hijo Británico.

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Tiberio Claudio César.
 ??  ?? Moneda acuñada en Baelo en el siglo II antes de Cristo.
Moneda acuñada en Baelo en el siglo II antes de Cristo.
 ??  ?? Basílica de la ciudad romana de Baelo Claudia.
Basílica de la ciudad romana de Baelo Claudia.
 ??  ?? Una de las factorías salazonera­s de Baelo Claudia.
Una de las factorías salazonera­s de Baelo Claudia.

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