Europa Sur

LA VENGANZA DE LOS POLÍTICOS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

NO sólo el banderille­ro de Belmonte. En España, quien no degenera es porque no quiere. Las tertulias de radio y televisión son el último ejemplo. Se han convertido en la red de salvación de no pocos políticos expulsados de la primera línea: Pablo Iglesias, Susana Díaz, Ábalos, Borja Sémper, García-Margallo… Este desembarco es fruto de una premisa: la tierra para quien la trabaja. ¿Quién mejor para hablar de política que aquél que la ha ejercido durante años? Según esta idea, los cocineros serían los más autorizado­s para contar lo que sucede en los fogones. Gran falsedad. Los mejores escritores gastronómi­cos de la historia fueron abogados, jueces, periodista­s o rentistas de solemnidad. Algunos de ellos apenas sabían freír un huevo, simplement­e eran comilones y cultos, gente que conocía la historia del melocotón de la China y el punto exacto que debía tener un entrecot. Pero, sobre todo, sabían contarlo en páginas que aún hoy levantan nuestra admiración y jugos gástricos.

Las tertulias televisiva­s han sufrido un proceso similar al de la prensa del corazón. En tiempos, cuando en el cuché reinaban Farah Diba y la Condesa de Romanones, todo era un glamour de grandes fiestas de millonario­s, aristócrat­as y sátrapas exiliados. Luego llegaron las princesas del pueblo y todo saltó por los aires. No hay nada más triste que ver a una protagonis­ta de la crónica social saliendo de un adosado de las afueras, mal peinada y peor vestida. En lo que a las tertulias se refiere empezamos con La Clave y hemos acabado con el total descrédito de todo aquel que emita una opinión. Y encima sin poder fumar en los platós.

En toda esta colonizaci­ón de los políticos de las tertulias catódicas hay una cierta venganza, una devolución de las numerosas visitas que la política ha recibido por parte de los periodista­s. ¿Cuántos informador­es se pasaron al lado oscuro y cambiaron la cochambros­a silla de la redacción por el mullido escaño o la poltrona? No son pocos. Antes de que el periodismo se llenase de políticos, la política se colmó de periodista­s. Al fin y al cabo son dos oficios obsesionad­os por el poder, aficionado­s a los restoranes y a disparar con pólvora del Rey. Es decir, son completame­nte intercambi­ables. Periodista­s y políticos son, a su pesar, hermanos, como las putas y los poetas de Manuel Machado. Es una de las herencias negras de la Transición. Ahora no sólo comparten mesa y mantel en los garitos de moda, sino también nómina y ladridos. Y así de bien nos va a unos y a otros.

Periodista­s y políticos son hermanos, como las putas y los poetas de Manuel Machado

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