Europa Sur

EL VALOR DE LA UNIDAD

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LA erupción de la isla de la Palma, más allá de la tragedia que supone para miles de personas –que están viendo sus casas y campos destruidos y que probableme­nte tendrán que iniciar una nueva vida en un lugar diferente–, está dejando claro lo importante que es la unidad de acción de las distintas administra­ciones a la hora de afrontar este tipo de catástrofe­s. Según lo que se está observando, se puede decir que el Estado en su conjunto, desde la administra­ción central hasta la local, pasando por el Gobierno regional de Canarias y el Cabildo de la isla, ha actuado con unidad de criterio, lealtad y sentido de la colaboraci­ón, poniendo por delante los criterios técnicos a los políticos. Por desgracia no siempre es así, como hemos visto tantas veces en los últimos tiempos, con el desastre del Prestige como gran ejemplo de lo que no se debe hacer. Todo el mundo ha estado donde debía y ha arrimado el hombro según sus posibilida­des, exceptuand­o la extravagan­te declaració­n de la ministra de Turismo animando a visitar la isla para disfrutar del “maravillos­o espectácul­o”. Hay que destacar la rapidísima reacción del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que desde el principio comprendió la magnitud del problema y aplazó el viaje que tenía previsto para desplazars­e a Estados Unidos para asistir a la apertura del LXXVI Periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La presencia de un presidente en el escenario de una catástrofe no es un “estorbo”, como se suele decir con demasiada ligereza, sino un acicate para los equipos que allí trabajan y una manera de señalar el problema como asunto prioritari­o para el conjunto del país. Desastres como el de la isla de la Palma nos demuestran lo vanas que muchas veces son las disputas políticas y suponen un baño de realismo. Al final, lo que quieren los ciudadanos es que el Estado, en sus diferentes estratos, actúe con eficacia y unidad de acción, que solucione los problemas lo más rápidament­e posible. La primera lección que debemos sacar de la erupción en Canarias es que el actual Estado español no sólo no es fallido, como algunos han dicho de forma irresponsa­ble, sino una maquinaria moderna que trabaja muy satisfacto­riamente cuando los políticos le dejan.

En la erupción de la isla de La Palma todas las administra­ciones han actuado con lealtad y unidad. Por desgracia no siempre es así

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