EMERGENCIAS MÁS HABITUALES

LA radicalidad del clima se ha revelado como uno de los efectos más notables del cambio climático. La evidencia estadística muestra que las lluvias intensas de más de 50 litros por metro cuadrado en una jornada se acumulan en los últimos 15 años en la costa mediterránea andaluza, donde poblaciones de las provincias de Málaga, Almería, Granada y, en menor medida, Córdoba se exponen a fuertes inundaciones. Esta semana también hemos comprobado cómo la provincia más atlántica, Huelva, era barrida por una de estas tormentas capaces de dejar más de 100 litros en un solo día. A esto no sólo debemos acostumbrarnos, sino que hay que prepararse y esto es algo que incumbe a varios ámbitos. En primer lugar, cada uno de los ayuntamientos debería evaluar los riesgos y realizar simulaciones sobre los efectos que riadas de estas características podría provocar en sus municipios. Es necesario comprobar los cauces actuales y antiguos de la población, las líneas de evacuación y actuar en consecuencia, lo que debe provocar que la ordenación urbanística tenga en consideración estas posibilidades. Las empresas de aguas, públicas o privadas, están aludidas, y deben comenzar a introducir tanques de tormentas en sus planes de infraestructuras. La Junta de Andalucía debe repensar y reorganizar los efectivos de emergencias, así como los de Protección Civil. Cada municipio debe contar con planes de respuesta ante catástrofes, y debe ser el Gobierno andaluz el que verifique su redacción y cumplimiento. Corresponde al Ejecutivo la mejora ambiental de las cuencas de los ríos. También cabe llamar la atención de la población sobre la cultura del aseguramiento de las viviendas y enseres. España es un país poco dado a los seguros; en el mejor de los casos, se asegura lo imprescindible, lo obligado por ley, pero ello no cubre inclemencias climáticas que sí están contempladas en otros sectores, como el agrícola.

Cada ayuntamiento debe evaluar cómo se comportaría su municipio ante riadas cada día más habituales