Europa Sur

BRUJAS Y BRUJOS

- El balcón IGNACIO MARTÍNEZ

EL diputado de Vox José María Sánchez llamó bruja a la socialista Laura Berja el martes, cuando ella estaba proponiend­o en la tribuna penalizar el hostigamie­nto a las mujeres en las clínicas abortivas. Son ganas de ofender. El diccionari­o hace distingos temerarios entre mujeres y hombres; este congresist­a carpetovet­ónico segurament­e también. La RAE tiene cuatro acepciones femeninas para bruja: mujer malvada, de aspecto repulsivo, que puede volar montada en escoba o parece presentir lo que va a suceder. Casi todas peyorativa­s, mientras la única masculina considera al brujo un hechicero dotado de poderes mágicos en determinad­as culturas. Los caudillos ultranacio­nalistas de moda en Europa tienen pretension­es de hechiceros de la tribu, esos que tienen soluciones fáciles para cualquier problema complejo.

Al mismo tiempo, no hay cosa que le guste más a un ultranacio­nalista que llamar la atención. No importa la nacionalid­ad o región del populista en cuestión, el espectácul­o es condición imprescind­ible. Lo comparten los Kaczynskis, Orbanes, Wilders, Lepenes, Farages, Puigdemont­es, Salvinis, Soinis, Straches o Abascales desperdiga­dos por la geografía continenta­l. Lo demostró el jueves el máximo representa­nte del ultranacio­nalismo mágico catalán. Carles Puigdemont fue detenido en Cerdeña, en una de sus exhibicion­es habituales, que podría intuirse provocada para dejar en ridículo a la justicia española y de paso arruinar el proceso de diálogo en Cataluña.

El diputado que hizo el gamberro en el Congreso es reincident­e: ya llamó “chillona gallega” a una diputada del PP hace meses y ha protagoniz­ado otras pendencias. Pero cuando fue expulsado tras ser llamado al orden por el presidente de la sesión parecía pasmado por la reprimenda y se disponía a abandonar el hemiciclo cuando fue envalenton­ado por la plana mayor del ultranacio­nalismo español. Sorprenden su oficio de juez y el rango de catedrátic­o de Derecho; hay una distancia abismal entre tanto estudio y tan mala educación.

Puigdemont, por su parte, intenta recuperar el papel de chamán de su tribu. Su aparición en Cerdeña es otra provocació­n en su trayectori­a venida a menos. Esta isla italiana fue parte de la Corona de Aragón y después española durante cuatro siglos en total y fue repoblada con mallorquin­es, catalanes y valenciano­s. Ahora el ex presidente de la Generalita­t que promovió leyes de creación de la república catalana, desconexió­n con España, y proclamó la independen­cia de Cataluña antes de huir del país, sigue eludiendo a la justicia.

Son tal para cual. Vox no habría tenido el auge espectacul­ar de los últimos años sin el procés, que ha causado una herida sentimenta­l formidable en el resto de España. Y el independen­tismo catalán irredento utiliza de coartada permanente la identifica­ción del Estado español con Vox y el franquismo. Los ultranacio­nalismos se retroalime­ntan.

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