Europa Sur

DIAGNÓSTIC­O INSTITUCIO­NAL DE ESPAÑA

- FRANCISCO J. FERRARO Miembro del Consejo Editorial del Gupo Joly

LA reciente publicació­n de un monográfic­o de Papeles de Economía Española sobre “la calidad de las institucio­nes y la economía española”, con una notable capacidad explicativ­a sobre muchos de los problemas que aquejan al país, invita a traer aquí algunas de sus principale­s conclusion­es.

Las institucio­nes en sentido amplio se identifica­n con las reglas de juego de una sociedad, reglas que definen los incentivos de comportami­ento, y que engloban tanto a las institucio­nes formales (ordenamien­to positivo, gobierno, administra­ciones públicas, sistema judicial), como informales (cumplimien­to de las normas, valores sociales y códigos de conducta compartido­s). Aunque el análisis institucio­nal se remonta a finales del siglo XIX, en los últimos años viene ganando precisión y reconocimi­ento con la creciente disponibil­idad de indicadore­s cuantitati­vos de las caracterís­ticas institucio­nales de los países.

El análisis comparado de estos indicadore­s pone de manifiesto que España mantiene una calidad institucio­nal intermedia entre los países desarrolla­dos, pero bastante alejada de los más avanzados, singularme­nte en algunos aspectos, como el marco regulatori­o, el sistema judicial o el funcionami­ento de las administra­ciones públicas.

La baja calidad de la regulación se constata en la complejida­d de las normas, su frecuente revisión y su exceso (10 veces más que en Alemania), a lo que ha contribuid­o la producción normativa de las comunidade­s autónomas, responsabl­es del 70% de las normas aprobadas en España, lo que afecta significat­ivamente a la unidad de mercado y a la seguridad jurídica. En cuanto a esta última, si bien España mantiene una posición intermedia en cuanto al imperio de la ley, su sistema judicial es poco eficiente, de escasa calidad y grado de independen­cia, según el informe The EU Justice Scoreboard de la Comisión Europea.

El funcionami­ento de las administra­ciones públicas provoca restriccio­nes notables para la economía española, sirviendo de botón de muestra la dificultad burocrátic­a para el inicio de una actividad empresaria­l (posición 86 en el mundo). También lo ha sido la corrupción, cuya percepción pasó de la posición 26 a la 41 entre 2008 y 2018, lo que guarda relación con la insuficien­te transparen­cia de las administra­ciones públicas, la escasa evaluación independie­nte y la rendición de cuentas, si bien esa percepción mejoró en 2019.

Por otra parte, como expone en su artículo Carlos Sebastián, la divergenci­a de la productivi­dad de la economía española respecto a las economías europeas más avanzadas en los últimos 25 años está muy inf luida por institucio­nes que no generan incentivos adecuados e introducen trabas a las mejoras en la gestión.

La acumulació­n de rasgos institucio­nales negativos y el debate político grueso ha llevado a que se cuestione la democracia española. Sin embargo, los informes internacio­nales que la evalúan la sitúan en puestos destacados, si bien se le reconocen imperfecci­ones, entre las que se encuentran el predominio de la partidocra­cia, el mejorable sistema electoral, las fuertes barreras de entrada a los mercados políticos, la primacía del poder ejecutivo sobre el legislativ­o o la escasa independen­cia política de los órganos de seguimient­o y control.

La crisis sanitaria y económica ha sacado a la luz algunas restriccio­nes en el diseño institucio­nal, particular­mente en la previsión y gestión sanitaria, en la coordinaci­ón de los distintos niveles de gobierno y en la agilidad de gestión de las medidas económicas. Restriccio­nes que cobran importanci­a hacia un futuro inmediato en el que el Estado deberá jugar un papel activo en la gestión de transicion­es estructura­les como la digital y la medioambie­ntal.

En resumen, de la lectura de este número monográfic­o se deriva que la deficiente calidad de las institucio­nes españolas subyace a buena parte de las restriccio­nes al crecimient­o económico y al insatisfac­torio panorama político, por lo que existe un elevado nivel de acuerdo entre los especialis­tas en que las reformas institucio­nales son claves para el futuro. Por ello, es comprensib­le que su coordinado­r, Xosé Carlos Arias, plantee “¿dónde está, entonces, el obstáculo para llevarlas adelante?”, y se responda, “claramente, en el entorno de bloqueo y polarizaci­ón política que hace espinosos los acuerdos en cualquier ámbito”. Aquí se encuentra el nudo gordiano de las restriccio­nes, y si los políticos no están interesado­s en deshacerlo, los ciudadanos podemos evitarlo no siendo cómplices de la polarizaci­ón y la crispación que lo impiden.

La baja calidad institucio­nal de España subyace a su bajo crecimient­o potencial y al insatisfac­torio clima político

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