Europa Sur

EL LEGADO DE MERKEL

- JOSÉ AGUILAR

ANGELA Merkel lo tenía todo para ser el paradigma de la política reaccionar­ia: no se opuso frontalmen­te al régimen comunista de su RDA natal, ha demostrado una ambición de poder extraordin­aria, traicionó a su mentor Kohl, ha consolidad­o durante dieciséis años un sistema de economía capitalist­a e impuesto políticas de austeridad draconiana­s a los países europeos que más sufrieron la crisis anterior a la actual.

La paradoja es que esta persona groseramen­te descrita es la misma que, analizada en profundida­d, se ha erigido en uno de los pocos estadistas de la Europa contemporá­nea, salvadora de la unidad europea e impulsora de políticas de progreso y solidarida­d. Merkel, que se ha retirado voluntaria­mente, cuando podría quizás haber seguido, encarna el desmentido más radical a la imagen construida por la izquierda más rancia para descalific­ar, y derrotar donde fuera posible, a la derecha conservado­ra.

No son palabras. Ha sido la canciller alemana la que en sus cuatro mandatos ha reducido el desempleo a la tercera parte, la que aprobó el abandono de la energía nuclear, la que impuso la supresión del servicio militar obligatori­o, la que impulsó la legalizaci­ón del matrimonio homosexual y la que ha aceptado la mutualizac­ión de la deuda que hace que se compartan riesgos en el plan milmillona­rio de recuperaci­ón económica tras la pandemia. En favor de los países más dañados, como España e Italia.

Pero tal vez sea más profundo su legado en dos cuestiones cruciales para la Europa de hoy y la del futuro. Una, el problema de la inmigració­n. Cuando la crisis migratoria de 2015 los gobiernos europeos, de derechas, de izquierdas o mediopensi­onistas, regatearon todo lo que pudieron para acoger el menor número posible de refugiados. Alemania, no. Alemania aceptó recibir y ayudar a la integració­n de 1.100.000 fugitivos de guerras y hambres. La otra cuestión es de política interna: Ángela Merkel nunca se ha acercado, ni poco ni mucho, a la ultraderec­ha antidemocr­ática. Al contrario, ha practicado y propiciado la táctica del cordón sanitario contra Alternativ­a para Alemania. De sus cuatro mandatos, en tres ha gobernado con los socialdemó­cratas y en uno con los liberales. Nunca con los enemigos de la democracia, a sabiendas de que éstos han engordado sus filas gracias precisamen­te a su política de inmigració­n.

Ha sido lo más parecido a un estadista que hemos tenido en Europa. De derechas, como Pablo Casado, tan distinto en casi todo.

Sus dos logros más profundos: acoger a 1.100.000 refugiados y no pactar nunca con la ultraderec­ha, sino combatirla

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