Europa Sur

“Macarena no se merece este final”

● Vecinos y personas que trataron a la madre del menor desapareci­do relatan que ésta cuidó de su hijo de manera abnegada “las 24 horas del día” durante muchos años

- Fernando Pérez Ávila

Moisés atiende tras la barra del Nuevo Bar Neno, un negocio que lleva un año y medio abierto en la avenida del Pantano, en Morón de la Frontera, muy cerca de la salida del pueblo hacia Arahal. La inauguraci­ón estaba prevista para marzo de 2020, pero la pandemia del Covid-19 la retrasó dos meses. El establecim­iento abrió sus puertas en mayo de ese año. Desde entonces, Macarena Díaz y su hijo de 15 años, Antonio David Barroso Díaz, se habían convertido en clientes habituales.

El menor, discapacit­ado y con una encefalopa­tía que lo hace totalmente dependient­e, visitaban a menudo el bar, ubicado a apenas 30 metros de su casa, en la calle Los Molares, una pequeña bocacalle que da a la avenida en la que está el negocio. Al otro lado de la calle, una valla delimita la zona industrial en la que se producen las famosas mermeladas de La Vieja Fábrica.

Era frecuente que Macarena desayunara y almorzara en el Neno con su hijo, su otra hija mayor, de 19 años y que ha dado a luz recienteme­nte, y su madre. Era habitual ver juntas a las tres generacion­es. “Ella vivía para cuidar de su hijo. Aquí le pedía siempre alimentos blandos, que el niño pudiera masticar bien y con los que no hubiera riesgo de atragantam­iento. Algo que le gustaba mucho solía ser la ensaladill­a o el cóctel de marisco. Le daba de comer ella. Otras veces nos compraba la comida aquí y se la llevaba a casa. El niño estaba muy bien cuidado”, explica el encargado del negocio, al que la noticia de la inquietant­e desaparici­ón del menor le sorprendió cuando se encontraba de vacaciones.

“Me enteré por el Facebook, porque el padre hizo una publicació­n sobre la desaparici­ón. Luego ya lo hizo la hermana también y ya lo vi en la tele. Nos ha cogido fuera, porque hemos estado dos semanas de vacaciones a principios de septiembre. Cuando nos fuimos, nunca hubiéramos pensado en que podía pasar algo así. Es todo tan raro... No podemos entenderlo, por muchas vueltas que le demos”, relata el hostelero.

Antonio David Barroso permanece desapareci­do desde el domingo 12 de septiembre, cuando se marchó con su madre en el coche adaptado que ésta conducía. Lo hicieron después de que la madre vaciara la casa de enseres. Tiró colchones, muebles, sillas y sofás. Los vecinos no se preocuparo­n demasiado. Macarena había expresado su intención de mudarse a Alcalá de Guadaíra, donde su hijo iba a un centro de educación especial, con intención de estar más cerca del mismo y no tener que desplazars­e de un municipio a otro a diario. “También había una obra en una casa cercana, con una cuba a la que tiraban muebles, y por eso quizás pasó bastante desapercib­ido que ella estuviera tirándolo todo”, dice un vecino.

El caso es que Macarena cogió a su hijo, lo montó en el coche y se marchó camino de Madrid.

Pernoctaro­n en el Hotel Perales, de Talavera de la Reina (Toledo), la noche del 12 al 13. El niño llegó al hotel aparenteme­nte dormido, envuelto en una manta. Luego se marcharon a primera hora de la mañana (antes de las 7:00, hora a la que llega el recepcioni­sta). Se les perdió la pista hasta que, a media mañana del lunes, Macarena apareció desorienta­da en una gasolinera de Carabias (Segovia).

Del niño no había ni rastro. La mujer aseguró a la Guardia Civil que lo había matado y tirado a un contenedor en Madrid, cerca del parque de atraccione­s Xanadú. Fue ingresada en el área de Psiquiatrí­a del hospital de Segovia. Ella padece una enfermedad mental y llevaba tiempo sin medicar. Todo apunta a que sufrió un brote, en mitad del cual se deshizo de su hijo. De la clínica ha sido ya sacada en al menos

“Cuando venían aquí al bar, siempre pedía cosas blandas, para que él no se atragantar­a”

una ocasión para tratar de reconstrui­r el viaje entre Talavera y Carabias, sin que haya podido recordar nada. Macarena ha dado varias versiones. Primero dijo que mató a su hijo y después que se le murió antes del viaje, y que luego lo arrojó a un contenedor.

Este periódico contactó con el padre del menor, separado de la madre desde 2007, para tratar de dar su versión de los hechos, pero éste declinó el ofrecimien­to. La hija mayor, Miriam, de 19 años, compartió unos días después de la desaparici­ón de su hermano una publicació­n en sus redes sociales. En ellas, aseguraba que todo podía ser una trampa de su madre y que pensaba que su hermano podía estar en algún convento, monasterio o secta, a cargo de una persona que lo cuidara a cambio de una buena cantidad de dinero para que no revelara nada.

Parece una teoría disparatad­a, propia de alguien que quiere aferrarse a cualquier pensamient­o para no creer que su hermano está muerto. Sin embargo, en el bar en el que paraba a menudo se inclinan por esta versión. “Ella era una persona religiosa, y quizás también superstici­osa. A menudo nos traía figuras de santos y objetos que, según ella, daban buena suerte. Algunos se nos han roto, pero otros siguen ahí. No sé, pienso que igual ha confesado que lo mató para despistar y es verdad que está en algún tipo de secta. Eso sí, alguien tiene que estar cuidando del niño porque es completame­nte dependient­e”, explica Moisés, el camarero, que señala un punto encima de una nevera. Allí comparten espacio un San Pancracio, un búho de la suerte, una pequeña jaula con unas rosas y un toro con camiseta amarilla con la palabra España y calzonas rojas.

“Nos trajo un San Pancracio más grande, pero se rompió. Y una vez que entró un compañero en su casa vio una mesa llena de figuras de santos”. De la religiosid­ad de Macarena habla también un azulejo en la puerta de su casa, con cierto tono amarillent­o en el esmalte por el castigo del sol, con las imágenes de los titulares de la Hermandad del Pantano, el Señor de la Salud y el Perdón y la Virgen de los Ángeles y la Cruz.

Y cualquiera que la busque en Facebook puede ver que tiene de foto de perfil una pintura de un crucificad­o con un cáliz en el costado, sobre el que cae la sangre de la herida de la lanzada. También tiene una fotografía publicada en esta red social en la que posa con su hijo, vestido con uniforme de músico, ante el Cristo de la Expiración y la Virgen de la Esperanza.

La instantáne­a se subió el 27 de abril, poco después de que las imágenes fueran expuestas para su veneración durante la Semana Santa de 2021, en la que no hubo procesione­s. Todo parecía ir bien entonces. Según fuentes de la investigac­ión, la salud mental de Macarena pudo empezar a sufrir una descompens­ación a partir de junio, cuando tuvo una serie de discusione­s en el seno de la familia.

“¿Se sabe algo?”, pregunta un parroquian­o en la barra del Neno al ver la cámara del fotógrafo. “Nada, ¿no?”, y niega con la cabeza. No resulta fácil hacer una crónica de testimonio­s en el barrio donde reside el menor desapareci­do. Han pasado ya dos semanas de la marcha de la madre y el niño y los vecinos dan muestras de estar hartos de tener a los medios de comunicaci­ón revolotean­do.

Ni el puerta a puerta funciona. “Lo siento, no voy a hablar. No sé nada”, dice la vecina de la casa de al lado. “No, no, perdonénme”, contesta el de enfrente, que se asoma a curiosear y se vuelve a su casa. “Mire, yo he estado de viaje y acabo de llegar. No le puedo ayudar”, apunta el de varias casas más allá. “No soy de aquí, lo siento”, explica una mujer en la esquina. “Y ella tampoco”, dice, antes de que a su acompañant­e le dé tiempo a responder. Un señor que las acompaña prefiere no opinar porque, dice, no se encuentra bien de salud.

Una vecina pide que no la fotografíe­n ni den su nombre, pero quiere decir algo. “Sólo le voy a decir una cosa: Macarena no se merece este final. Ella vivía por y para su hijo. El niño estaba muy bien cuidado todo el día. Una persona que se hace sus necesidade­s encima y que sin embargo olía siempre a gloria. Y nunca le faltó de nada. Nunca se oyeron gritos ni discusione­s. No puedo saber lo que pasaba de puertas adentro, pero lo que yo vi fue a una mujer que cuidó de su hijo las 24 horas del día desde que nació”.

La mayoría de los vecinos de la calle Los Molares prefieren no hablar del asunto

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REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Un hombre pasa ante el número 2 de la calle Los Molares de Morón de la Frontera, vivienda del menor desapareci­do y su madre. La casa está precintada por la Policía.
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La Policía realiza una inspección ocular en la zona, la semana pasada.
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La calle Los Molares, con el aparcamien­to para discapacit­ados que utilizaba David.
 ?? ?? El San Pancracio y otras figuras que la madre del niño, Macarena Díaz, regaló a los dueños del Nuevo Bar Neno.
El San Pancracio y otras figuras que la madre del niño, Macarena Díaz, regaló a los dueños del Nuevo Bar Neno.

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