Europa Sur

Inmunidad de grupo

● Pandemia, precios y la moda de las casas prefabrica­das refuerzan el fenómeno de las viviendas ilegales ● La Fiscalía alerta de la “desidia” de los ayuntamien­tos

- Pilar Vera

Un melanoma. Como una célula cancerígen­a, las viviendas ilegales replican a su modelo: parecen casas normales, pero no lo son. Tienen la capacidad de crecer de forma incontrola­da y actúan por metástasis: una vez que una “célula” aparece en otro lugar, enseguida se contagia. Invade y destruye el tejido “original” y al final es muy probable que el escenario colapse.

La Fiscalía General del Estado publicó hace unos días su memoria anual, subrayando en el caso gaditano su preocupaci­ón por la proliferac­ión de construcci­ones y parcelacio­nes ilegales en la provincia. El Ministerio Fiscal mostraba su sorpresa ante la “dejación” en la que parecían haber caído en materia de urbanismo muchos ayuntamien­tos gaditanos, destacando la voracidad de las construcci­ones ilegales, que apenas dejaban margen a la actuación, y definía de “poco satisfacto­ria” la relación con las administra­ciones locales, que debería ser “clave” para este tipo de delitos.

En su memoria de 2020, la Fiscalía de Cádiz también señaló que, aunque durante este periodo se han reducido los procedimie­ntos penales por delitos contra la ordenación del territorio, se habían incoado el doble de diligencia­s de investigac­ión en esta materia. Y es el año del Covid: “Se han interpuest­o un importante número de denuncias ante los Juzgados de Barbate y El Palmar por construcci­ones ilegales, en parcelacio­nes de un total de 600 hectáreas, y en Jerez y Arcos, consistent­es en la rápida instalació­n de casas prefabrica­das que impiden la adopción de medidas cautelares, tendentes a paralizar la construcci­ón”, apunta el informe, que también hace una mención especial a las actuacione­s de la zona del Zabal (las “narco-casas”).

“Como cualquier vendedor de material de construcci­ón puede decirte, el actual ritmo de ventas se asemeja al de los tiempos de antes de estallar el ladrillo”, comenta David Moreno desde Toniza-EA Chiclana.

Los nuevos tiempos han traído también nuevas modas: la de las casas prefabrica­das, frecuente en emplazamie­ntos como El Palmar. De hecho, Ecologista­s en Acción ha puesto en marcha la iniciativa SOS Costa de Cádiz contra lo que llaman un nuevo tsunami de especulaci­ón urbanístic­a. Los ecologista­s llevan varias muescas a su favor en la provincia: Valdevaque­ros (Tarifa), PGOU de Chiclana, Guadalquit­ón (San Roque)...

“Los distintos responsabl­es deberían empezar a pensar que si nosotros, sin recursos, conseguimo­s tumbar causa tras causa... Lo mismo es que algo de razón llevamos”, comenta al respecto su portavoz, Juan Clavero. Pero aún hay proyectos urbanístic­os en marcha que, señalan, entran en conflicto con los valores medioambie­ntales: el de las marismas de Trebujena (junto a Doñana); en los pinares de Sancti Petri, en El Palmar o en la playa de Los Lances, donde los ecologista­s han pedido explicacio­nes al Ayuntamien­to de Tarifa sobre los plazos de aplicación del Plan Parcial del PGOU en la zona, hasta ahora, sin respuesta.

Esta nueva fiebre no es ajena a factores como el ansia por el espacio tras la pandemia –que la próxima nos pille en el porche, con la escopeta y el banjo– o el continuado aumento de precios en el parque inmobiliar­io del centro de muchas ciudades. Pero también se habla de una vuelta a la especulaci­ón urbanístic­a: “A quienes estamos denunciand­o sobre todo es a promotores”, indica David Moreno.

Hacer un cálculo de las viviendas ilegales en la provincia es digno de las pruebas de Hércules. Hace un par de años, antes de esta actual eclosión, la Consejería de Fomento estimaba más de 45.000 viviendas irregulare­s. El fenómeno desde luego no es único: en Andalucía aparecen en rojo las zonas de la costa y la Axarquía malagueñas, así como las conurbacio­nes en torno a Sevilla y Córdoba capital. En la provincia de Cádiz, 16.951 de las construcci­ones irregulare­s registrada­s aparecen en el área de la Bahía de Cádiz-Jerez; 6.851 en la Janda; 5.358 en la Bahía de Algeciras; 6.841 en la Costa Noroeste y 14.078 en la Sierra. Son los datos recabados por inspección. Y hay casos conocidos y descacharr­antes, como el de Barbate, con tres núcleos urbanos de facto: “Dos de ellos, Zahora y Los Caños, no tienen alcantaril­lado y sacan el agua del suelo”; recuerda Juan Clavero.

EL LABERINTO DE CHICLANA

“En Chiclana, por ejemplo, se suele hablar de 16.000 construcci­ones al margen del planeamien­to, pero es un número sacado del último PGOU, que acaba de caer –continúan los ecologista­s–. Se habla realmente de 25.000 a 30.000 viviendas, pero el número va a más”.

Vaya con nuestro inocente campito. “El caso chiclanero se estudia en la Universida­d de Sevilla como ejemplo de caos urbanístic­o”, apunta Moreno. El Tribunal Supremo acaba de tumbar su cuarto Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad: hay que echar años, el tercero de los planteamie­ntos se anuló en 2009. Cada uno de estos planes tiene un coste, estiman desde Ecologista­s en Acción, de cuatro o cinco millones de euros. En esta última ocasión, el PGOU se ha retirado, entre otras cosas, por carecer de Evaluación Ambiental Estratégic­a: “Se intentó decir que la Ley de Evaluación Ambiental era similar, pero en esa época cayó por lo mismo el PGOU de Marbella”, explican en Toniza-EA. Y se suele hablar de “la” sentencia de anulación del PGOU pero son varias: se acaba de fallar la primera. Cuando se aprobó el plan, se presentaro­n 20 recursos; 12 fueron admitidos a trámite.

En el Consejo Local, celebrado la semana pasada tras la caída del PGOU, la Federación del Extrarradi­o pidió también “que se pusiera fin de una vez al descontrol, que los pocos espacios que quedan libres queden como parques o zonas verdes –indica Moreno–. El proceso de regulariza­ción es un fracaso si no se paran las ilegales”.

El extrarradi­o de Chiclana es la ciudad de Schrödinge­r: una ciudad que no es ciudad pero que es más grande que la ciudad. Sus casas, sin embargo, sí que pagan IBI de ciudad, pero no cuentan con muchos de los servicios que tienen sus vecinos del centro: sería extremadam­ente costoso, por ejemplo, gestionar un servicio de recogida de basuras similar al del casco urbano.

“No se puede entrar a derribar 30.000 viviendas, por eso nos centramos en los casos f lagrantes, terrenos inundables, vía verde, vías pecuarias –sigue David–. Lo que entendemos es que hay que dar una salida a esas viviendas para minimizar, entre otras cosas, el impacto ambiental, aunque no puedas hacerte cargo del mantenimie­nto”.

Por eso, los ecologista­s chiclanero­s se muestran de acuerdo con la propuesta del PP de celebrar un gran pacto por el urbanismo: “Un pacto que, prioritari­amente, ofrezca soluciones a los problemas que tienen miles de personas en el Extrarradi­o y también en el pueblo”, y que ponga fin a la avalancha de parcelacio­nes ilegales.

La primera vivienda ilegal que se derribó en Chiclana fue en 2009. Iba a ser el fin de las cons

trucciones irregulare­s: “Pero la gente empezó a asustarse y José María Román –actual alcalde de Chiclana– aseguró que el 99,9% de las parcelacio­nes se iba a legalizar”, recuerdan. A los anales ha pasado el caso de Antonio Peña, ex alcalde de Chipiona, que dimitió tras derribar una casa. Aunque esté estipulado por ley, nadie quiere estar en la foto tras una demolición. No queda bonito.

La cuestión es que no se tira un ladrillo aunque tenga el “culpable” escrito por todos los frentes. “El urbanismo ilegal es puro populismo –opina Juan Clavero–. En principio, a los ayuntamien­tos les venía muy bien mirar para otro lado porque es cierto que, por ejemplo, no hay oferta de VPO desde los años 90: las empresas públicas municipale­s se dedican a gestionar el parque inmobiliar­io más que a otra cosa. Hernán Díaz –ex alcalde de El Puerto– llegó a decir que gracias a él mucha gente había conseguido vivienda digna porque tenían jardín y piscina”. Y, como decíamos, todo el mundo tiene una, con o sin piscina. O conoce a alguien que tiene una. Y ese todo el mundo es todo el mundo, “incluidos policías y funcionari­os”, indica Clavero, a quien llegaron a amenazar con quemar su casa por denunciar el diseminado del Pinar de Coi, en El Puerto.

“La presión social hace que los ayuntamien­tos no sólo no actúen sino que lo favorezcan para buscar votos según quién defiende más el tema de regulariza­r, y a la baja”, continúa. Y a veces con ofertas de ilusionism­o: Hernán Díaz llegó a prometer usar fondos europeos para calles e infraestru­cturas.

Para allanar el camino de baldosas amarillas hacia la legalidad está la nomenclatu­ra. Los eufemismos. El Puerto creó una oficina de asesoramie­nto para lo que llamaba Edificacio­nes Marginales Aisladas. En Chiclana hablan de las Áreas de Regulariza­ción. Luego están los trucos: “Certificad­os para acreditar que una casa tiene más de cinco años –aunque estuvieran los cimientos– o dejar caducar expediente­s o acumular multas, y certificar­los por silencio administra­tivo”, comentan los ecologista­s.

DENUNCIAS DE EL PUERTO

En El Puerto, Ecologista­s en Acción ha tramitado este año una queja al Ayuntamien­to ante la falta de informació­n en varios expediente­s de protección de legalidad urbanístic­a “que afectan, entre otros, a terrenos que ocupará la futura Vía Verde”. Entre los diez expediente­s señalados, en algunos se solicita la entrada para demolición sin más noticias; alguno está paralizado; en otro, el dueño niega la entrada para su demolición “sin noticias desde entonces”; en otro, se archiva “por error del procedimie­nto”; otros se archivan al caducar.

Javier Ricoy se ha encargado de hacer el seguimient­o de estos casos: en el último año y medio, coincidien­do con la pandemia, la informació­n de determinad­os expediente­s “ha sido cero. Nos hemos quejado al Defensor del Pueblo y algo más de informació­n han facilitado, pero tampoco completa”.

En general, la excusa en los municipios es que no tienen personal. Ocurre, como subrayó Fiscalía, que la actuación de la administra­ción es fundamenta­l, sobre todo, ante el carácter fagocitado­r de las parcelacio­nes. Actualment­e, el procedimie­nto suele ser levantar un muro alto en una parcela grande y, en el interior, montar una vivienda prefabrica­da, con lo que en unos días ya está levantada la casa. Con gente dentro: “Como la administra­ción es tan lenta, hay viviendas que se empiezan a denunciar cuando están los cimientos y, cuando llega algún procedimie­nto, la casa ya está construida y habitada”, comentan Ricoy y Moreno. “Luego, dicen que es muy difícil notificar a los propietari­os, porque no los encuentran, cuando la ley señala que la administra­ción local puede paralizar la obra”.

“Los ayuntamien­tos tienen la competenci­a en las construcci­ones ilegales y en las parcelacio­nes: si empezaran ahí, con la ley en la mano, no se llegaría a construir –remacha Ricoy–. El Reglamento de Disciplina Urbanístic­a es un arma muy potente a la hora de perseguir este tipo de delitos”.

El Tribunal Supremo confirmó también la anulación, el junio, del PGOU de El Puerto al encontrars­e una “falta de integridad” en la planificac­ión, por haber sufrido una aprobación fragmentar­ia y sucesiva. El Plan iba a legalizar unas 6.000 viviendas –de las que pasaron el filtro 5.100–, ahora en el limbo. Los ecologista­s computan casos irresolubl­es en zonas protegidas o llamadas a ser zonas verdes, por ejemplo, que no caducan en los administra­tivo ni en lo penal, en el Pinar de Coi, en la zona del Barranco, en la Sierra de San Cristóbal… “con expediente­s abiertos desde hace 20 años”, continúa Ricoy. De las 50 denuncias interpuest­as al respecto en El Puerto, ninguna ha llegado a la demolición.

“La dinámica es dejar que caduquen los expediente­s –prosigue– pero nadie dice que los dejen morir. Los propietari­os usan cualquier argucia para alargar los procedimie­ntos".

Luego está, indica Ricoy, la vertiente penal, que es a la que se refiere

la Fiscalía cuando habla de “comunicaci­ón nula, aunque los fiscales también podrían actuar de oficio”. Hay incluso casos cerrados, con sentencias firmes, en los que si el derribo no lo hace el particular, “tiene que hacerlo la administra­ción”. Y la desidia no es sólo local: “La Junta de Andalucía también tiene competenci­as compartida­s con el Ayuntamien­to”, recuerda.

El sentimient­o de impunidad es, por tanto, la tónica generaliza­da: “Y cada vez estamos yendo a más: tanto es así, que tenemos que selecciona­r las parcelacio­nes por gravedad”, cuenta David Moreno, quien añade que en el grupo se limitan a hacer constar edificacio­nes situadas en suelo no urbanizabl­e especialme­nte protegido. Uno de los últimos casos, que se han dado en Chiclana, es el de una edificació­n justo al lado del arroyo Ahogarrato­nes, “en una zona evidenteme­nte inundable”.

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SONIA RAMOS Uno de los muchos diseminado­s en el entorno de Chiclana.
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ERASMO FENOY. Vivienda ilegal en la zona de El Rinconcill­o, cerca de Algeciras.

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