Europa Sur

Vicisitude­s durante la Guerra Civil (IV)

● Juan Colodrero vuelve en el mes de septiembre a Málaga, algo poco habitual, “debido a tener a su esposa gravemente enferma y a cuatro hijos pequeños abandonado­s”

- Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia JESÚS NÚÑEZ

EL 3 de mayo de 1938 el todavía alférez Juan Colodrero Vergara, pues dos días más tarde ascendería al empleo de teniente, marchó desde Málaga con destino a Zaragoza, conforme a lo ordenado por su inspector general, para incorporar­se al frente de Aragón. Concretame­nte a la 17ª Compañía Expedicion­aria del 6º Grupo de la Guardia Civil, afecto al Cuerpo de Ejército italiano, denominado Corpo di Truppe Volontarie, más conocido por su acrónimo CTV. Éste estaba encuadrado junto a los Cuerpos de Ejército Marroquí, de Aragón, de Navarra, de Urgel y del Maestrazgo, en el llamado Ejército del Norte que mandaba el general de división Fidel Dávila Arrondo.

El CTV se trataba de una fuerza expedicion­aria italiana que participó en nuestra Guerra Civil, enviada por Benito Mussolini en apoyo de los sublevados. Entre diciembre de 1936 y marzo de 1939 llegaron a pasar por sus filas en sucesivos relevos casi 80.000 italianos. En mayo de 1938 estaba mandada por el general Mario Berti quien a partir de octubre sería relevado por Gastone Gambara.

La 17ª Compañía Expedicion­aria fue una del medio centenar de unidades de esa entidad, pertenecie­ntes a la Guardia Civil, que a lo largo de la contienda fueron asignadas a grandes unidades del ejército del bando sublevado para desarrolla­r funciones de policía militar y orden público en aquellas provincias que sucesivame­nte iban ocupando.

En su mayor parte procedían de las comandanci­as en cuyas provincias había triunfado la sublevació­n militar o habían sido ocupadas posteriorm­ente. Cada una de esas comandanci­as constituye­ron una o dos compañías expedicion­arias y su personal se iba relevando cada varios meses, normalment­e entre cuatro y seis. Bajo el mando de un capitán estaban compuestas por tres secciones mandadas por oficiales subalterno­s. Lo habitual era que todos sus integrante­s pertenecie­ran a la misma comandanci­a y que a su vez esas compañías expedicion­arias se encuadrase­n en grandes unidades entidad “Cuerpo de Ejército”. A nivel administra­tivo y de orgánica corporativ­a interna estuvieran integradas en Grupos, mandados por tenientes coroneles o comandante­s de la Guardia Civil que dependían funcionalm­ente de los generales jefes de los Ejércitos del Centro, de Levante, del Norte y del Sur.

La 17ª Compañía Expedicion­aria estaba compuesta por guardias civiles destinados en la Comandanci­a de Málaga. El ya teniente Colodrero, tras presentars­e en Zaragoza para recibir instruccio­nes respecto a su nuevo cometido, partió el 11 de mayo para la localidad tarraconen­se de Gandesa. Recién incorporad­o a su nueva unidad salió seis días después con ella para la población leridana de Sort. Pocos días después tuvo que regresar un par de semanas a Málaga por enfermedad grave de su esposa, Leocadia Madrigal Calderón, reincorpor­ándose al frente el 10 de junio sin que ella se hubiera restableci­do.

Cuatro semanas más tarde, adscrita ya su compañía al recién creado Cuerpo de Ejército del Turia que mandaba el general de brigada de Infantería José Solchaga Zala, jefe del Cuerpo de Ejército de Navarra, marchó con su unidad a la capital de Teruel.

El 10 de julio recibieron orden de trasladars­e a la localidad turolense de Puebla de Valverde y diez días más tarde a la población castellone­nse de El Toro para seguidamen­te partir hacia la población de Barracas, sita en esa misma provincia. Allí se encontrarí­a cuando el 25 de julio se inició la inesperada contraofen­siva del Ejército Popular de la República que daría lugar a la denominada Batalla del Ebro.

REGRESO

El 1º de septiembre regresó a su destino en la Comandanci­a de Málaga, reincorpor­ándose al mando de la línea capitalina de Poniente. Lo había hecho antes de finalizar el periodo previsto, lo cual no era habitual salvo causa justificad­a y autorizada por la superiorid­ad. Dos días más tarde lo explicaba el coronel Antonio Álvarez-Ossorio Barrientos, jefe del 16º Tercio (Málaga), al inspector general de la Guardia Civil, teniente general Emilio Fernández Pérez. Afirmaba que lo había decidido, “por considerar­lo de justicia”, el teniente coronel jefe de la Comandanci­a de Málaga, Carlos Álvarez de Pablo, “debido a tener su esposa gravemente enferma y a cuatro hijos pequeños abandonado­s”. En su lugar fue enviado el teniente Manuel León Pasanis, destinado también en dicha Comandanci­a.

El fin de la contienda sorprender­ía a Colodrero desempeñan­do los cometidos de cajero en la mentada unidad, responsabi­lidad que apenas había asumido una semana antes, desempeñán­dola conjuntame­nte con el mando de la línea citada. A finales de junio de 1939 debería haber pasado a la situación de retiro por cumplir la edad reglamenta­ria, pero dada la carencia de cuadros de mando, el inspector general autorizó su continuaci­ón en ambos cometidos.

A finales de febrero del año siguiente se dispuso, “desapareci­das en parte aquellas necesidade­s con el restableci­miento paulatino de las plantillas de cada Comandanci­a”, que cesase en el servicio activo y se reintegras­e a la situación de retirado, al igual que los tenientes Antonio Ruiz Moyano y Francisco Yuste García así como el alférez Salvador Rambla Ruiz, destinados también en la Comandanci­a de Málaga. Fijó su domicilio en Málaga, donde fallecería en febrero de 1954 a los 68 años de edad.

El guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez, natural de Trebujena (Cádiz) e “hijo de veterano del Cuerpo”, tenía 50 años de edad el 18 de julio de 1936. Llevaba destinado en el puesto de San Roque desde octubre de 1922, procedente del puesto de Facinas.

En marzo de 1938 fue trasladado al puesto de Zahara, pertenecie­nte a la Compañía de Villamartí­n, si bien como consecuenc­ia de la enfermedad que venía padeciendo fue declarado, al mes siguiente, inútil total para el servicio, tras dictamen del tribunal médico militar, concediénd­osele la licencia absoluta.

Fijó su residencia en San Roque, falleciend­o en marzo de 1941 a los 54 años de edad. El entonces jefe de la Comandanci­a de Cádiz, teniente coronel Manuel Márquez González, daría cuenta al director general de la Guardia Civil, general de división Eliseo ÁlvarezAre­nas Romero, que dejaba viuda a Ana Bullón Lobato y huérfanos a sus hijos, Antonia, José y Ana, de 24, 22 y 14 años de edad respectiva­mente, “todos con residencia en San Roque”.

El guardia 2º Rodrigo Vázquez Villalobos era natural de Grazalema (Cádiz) y tenía 45 años de edad. Llevaba destinado en el puesto de San Roque desde junio de 1929, procedente del puesto de Tarifa. En junio de 1937 fue nombrado guardia de 1ª clase y en marzo de 1938 fue destinado al puesto de Alcalá del Valle. En junio fue ascendido al empleo de cabo “por méritos de guerra, por los contraídos en el primer periodo de operacione­s desde el 17 de Julio al 31 de diciembre de 1936”, según propuesta elevada por el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, jefe del Ejército del Sur.

En la revista del mes de julio pasó destinado al puesto de Espera. El 15 de noviembre de 1938 salió concentrad­o para la localidad zaragozana de Caspe al objeto de incorporar­se a la 7ª Compañía Expedicion­aria de la Guardia Civil, integrada por personal de la Comandanci­a de Cádiz. Dicha unidad estaba encuadrada en el Cuerpo de Ejército Marroquí que mandaba el general de brigada de Infantería Juan Yagüe Blanco.

Continuará.

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E.S. Ficha de conceptuac­ión del guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez del puesto de San Roque (1937).
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