Europa Sur

CASADO IMPULSA A A YUSO

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

PABLO Casado ha tenido la ocurrencia, en el arranque de la itinerante convención en la que se la embarcado el PP, de reivindica­r no sólo la persona –lo que podría tener una justificac­ión moral y sentimenta­l–, también el legado político y de gestión de Mariano Rajoy. Esa operación puede servirle para intentar afianzar su siempre discutido liderazgo ante la plana mayor, pero difícilmen­te podría haber elegido un asunto que traiga peores recuerdos a la militancia y no digamos a los votantes del PP. ¿Por qué cree Casado que pudo ganar las primarias del partido a la heredera natural del rajoyismo, Soraya Sáenz de Santamaría, sino por el rechazo que despertaba en su partido el inane y acomplejad­o gobierno del registrado­r gallego? Al simple observador se le ofrece, con esta nueva contorsión del funambulis­ta, un irrefutabl­e testimonio de su evolución política e incluso ideológica, que tuvo su punto de inflexión en el insultante discurso contra Santiago Abascal con ocasión de la moción de censura que tendría que haber protagoniz­ado él.

La deriva del presidente del PP hace crecer el fenómeno que ya es Isabel Díaz Ayuso

Con esa deriva imparable de Casado hacia una reedición del centro deshuesado, no puede extrañarno­s el aura que, por contraste, empieza a nimbar la figura política y la propia persona de Isabel Ayuso, cuyo arrollador atractivo popular crece cada minuto y ha alcanzado formas delirantes en el recibimien­to espontáneo ofrecido hace unos días por los estudiante­s de una universida­d madrileña, la San Pablo CEU, con motivo de una visita institucio­nal. Ayuso, nadie se engañe, no posee una gran formación y, aunque guste de presentars­e como liberal, no dispone de un ideario medianamen­te armado. Por otra parte, no me parece mujer de irresistib­le personalid­ad o atractivo, pero ha tenido la habilidad de construir su imagen, que está en el origen de lo que es ya un verdadero fenómeno, sobre la oposición activa o tácita a los liderazgos de dos hombres calamitoso­s que generan un rechazo casi universal. Ambos tienen mucho más poder que ella, pero tanto Sánchez como Casado han sido incapaces de ganarse el respeto que su papel exige, por no hablar de la simpatía del personal. ¿Por qué a Ayuso no le pasan factura sus carencias, por qué crece su aura en la medida en que sus enemigos internos y externos intentan destruirla? Su popularida­d nos da la medida del descrédito en el que andan sumidas esas dos calamidade­s, al frente del Gobierno y de la oposición, en las que resulta imposible confiar.

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