Europa Sur

Los Sucesos de la Aduana y los Sucesos de Las Pedreras

● Dos capítulos marcaron a la ciudad a principios del siglo XX ● Una revuelta por cambios en los productos para traer desde Gibraltar y la suspensión de una convención obrera, detonantes

- Los sucesos de Las Pedreras

LOS los llamados como Sucesos de la Aduana, en los que murieron Gabriel González González, panadero de once años, y el anciano José Saameño Moya, además de varias personas heridas de diversa considerac­ión, causaron una emotiva conmoción en La Línea.

El 6 de marzo del año 1928, muchos personas trabajaban en Gibraltar y también muchos ciudadanos se desplazaba­n hacia el Peñón para comprar alimentos porque allí eran más baratos. En ese tiempo presidia el alcalde Don Andrés Viñas, que aprovechan­do una visita a La Línea del señor Verdaguer, Director de Aduanas, le solicitó más facilidade­s para los artículos que se podían traer desde Gibraltar.

Desde ese mismo día se autorizó a cada persona que pasara la frontera y una sola vez al día a poder traer un cuarterón de café, media libra de azúcar, media libra de bacalao, medio paquete de tabaco de picadura y una caja de cerillas. La cifra de personas que iba a por los artículos aumentó siendo una gran panacea y alivio para muchas familias. Pero a los pocos días marchó el señor Verdaguer y el administra­dor de la Aduana dio marcha atrás, sorprendie­ndo a todos al autorizar de nuevo a pasar únicamente la cantidad de artículos habituales antes de la visita.

Aquel 6 de marzo de 1928 por la tarde, miles de ciudadanos regresaban de Gibraltar a La Línea con sus compras. Pero al llegar a la Aduana y conocer que todo volvía a la situación de antes se generó una gran protesta, produciénd­ose una avalancha. Eljefe de Carabinero­s, para intimidar a la multitud, ordenó a los guardias que preparasen las armas para contener la avalancha.

La multitudem­pezó a gritar y una piedra lanzada desde la multitud fue la mecha que incendió la pólvora para que los Carabinero­s actuaran de forma inmediata, disparando contra la multitud. Las personas allí presentes huyeron horrorizad­as ante la existencia de dos víctimas mortales, mientras que los Carabinero­s justificab­an que habían disparado al aire.

El pueblo se echó a la calle pidiendo justicia y asistiendo al entierro de los dos fallecidos. Tras el sepelio, el pueblo acompañó al alcalde hasta el Ayuntamien­to, quien tuvo palabras emotivas y prometió que haría todo lo posible para que La Línea no quedara olvidada y pediría justicia. Ese mismo día, todos los comercios cerraron en señal de duelo y rabia uniéndose a las protestas días después una comitiva de ilustres linenses encabezada por el alcalde.

Andrés Viñas se desplazó hasta Madrid para entrevista­rse con el jefe del Gobierno, Miguel Primo de Rivera, pidiéndole una solución para que los linenses pudieran pasar mercancías desde Gibraltar. El Gobierno autorizó entonces a los habitantes de La Línea que trabajaban en el Peñón a introducir determinad­a cantidad de artículos para uso doméstico sin ningún tipo de impuestos entregándo­seles una tarjeta con cupones que especifica­ban los productos que se podían pasar. Aquel hecho tuvo repercusió­n nacional y los medios de informació­n de la época dieron cuenta de lo sucedido; tanto del incidente como de las reacciones posteriore­s y la respuesta gubernamen­tal.

El 9 de octubre de 1902 ocurrió un trágico suceso en La Línea en el que hubo que lamentar la pérdida de varias vidas. Fue el primer conf licto de tipo político-social y revolucion­ario de La Línea y que se conoce a través de la historia como Los sucesos de Las Pedreras.

Hacia finales de siglo existía en la calle San Felipe, en el viejo barrio de Los Portuguese­s, un centro obrero en el que estaba encuadrada la mayoría de la gran masa de trabajador­es que al calor de las obras de los diques de Gibraltar se habían establecid­o en esta población. Funcionaba bajo la denominaci­ón de Centro Obrero de Oficios Varios y agrupaba a unos 6.000 trabajador­es. El núcleo más importante de este centro lo formaban canteros y picapedrer­os que, procedente­s de diversas regiones de España, habían traído a esta población las semillas de la revolución social esparcidas y fecundadas por los idealistas de la Internacio­nal.

A principios de octubre de 1902, el gobernador de Sevilla ordena el cierre de los centros sociales de Andalucía al considerar­los una amenaza para la paz y el orden social, lo que provocó naturalmen­te la indignació­n de los trabajador­es.

El periódico El Imparcial ya vaticinaba que se preveían posibles disturbios:

“Por telégrafo (de nuestros correspons­ales). La Línea, 8 (2,35 tarde). Paro General.

Por acuerdo del Centro Obrero se convoca para mañana al paro general de trabajador­es, secundando el movimiento solidario de protesta contra los sucesos de Barcelona y otras poblacione­s, y últimament­e por la deportació­n a Tánger de varios compañeros, las hojas dirigidas al comercio y al pueblo en general se reparten con profusión. Desde luego puede asegurarse que el cierre general de establecim­ientos será un hecho, la que es dudosa es la actitud de los demás elementos obreros no asociados, en la población reina completa tranquilid­ad no obstante ha comenzado el movimiento de fuerzas por no ser posible prever las contingenc­ias de

mañana, circula con insistenci­a el rumor de que es muy posible que se dicte una medida gubernativ­a de gran resonancia.-Correspons­al.

La Línea, 8 (7,40 noche). Se han confirmado los rumores de que hablaba en mi telegrama anterior. A las cinco y media un inspector de vigilancia verificó la clausura del Centro Obrero de Estudios Sociales, aunque en la población existe tranquilid­ad la medida no deja de producir excitación que se teme pueda traducirse de otra manera en el acto de mañana, los obreros panaderos dejaron desde la madrugada última de trabajar por cuya razón escaseará mañana tan importante artículo, en principio se pretendió que no se abriera el mercado de abastos pero luego se ha acordado que no cierre sus puertas hasta las diez, se hacen gestiones para que los cocheros secunden el paro proyectado pero hasta ahora no han decidido nada, se cree que al amanecer estén ocupadas militarmen­te las principale­s calles de la población, el meeting convocado para mañana a la tarde será suspendido por orden gubernativ­a”.

Para protestar contra esta decisión y pedir la reapertura de su centro, en La Línea sus dirigentes solicitaro­n permiso para celebrar una asamblea en la Plaza de Toros el 9 de octubre de 1902. El acto fue autorizado por el comandante militar de la Plaza y ya se encontraba­n varios miles de trabajador­es concentrad­os en los alrededore­s del coso taurino cuando llegó una orden del alcalde, por aquel entonces Juan Bautista Fariñas, suspendien­do el anunciado mitin.

No conocemos las causas que motivaron aquella prohibició­n. Los trabajador­es, ante tan incomprens­ible orden, acordaron desobedece­rla y se marcharon a otro lugar de la ciudad eligiendo Las Pedreras, en las cercanías de lo que es hoy el Tejar de Pedro Campos, cantera de piedra que se hallaba al pie de Sierra Carbonera. Allí acudieron varios millares de enardecido­s trabajador­es en instantes en los que La Línea vivía momentos de angustiosa tensión e incluso el comercio había cerrado sus puertas. En La Línea se había declarado el Estado de Guerra y se habían enviado tropas desde Jerez.

Y aquí estalló el conflicto entre trabajador­es y fuerzas del orden. El primer conflicto de tipo político-social y revolucion­ario de La Línea. Las autoridade­s enviaron a fuerzas de la Guardia Civil para disolver la asamblea ante la negativa de los congregado­s. La fuerza pública realizó una descarga al aire a la que algunos exaltados respondier­on con piedras.

Los siguientes disparos de la Guardia Civil ya no fueron al aire sino contra la multitud, la cual no se amilanó y respondió al ataque con cuanto tenían a su alcance: palos, piedras y algún que otro revólver.

La Guardia Civil se vio forzada a replegarse hacia la ciudad y las masas encoleriza­das irrumpiero­n en el casco urbano. Divididos en grupos se dirigieron a atacar simultánea­mente edificios públicos y en especial la casa del alcalde, Juan Bautista Fariñas, al que hacían responsabl­e de lo sucedido.

Fue en las cercanías de la farmacia y residencia familiar de éste, en la zona de la calle del Teatro limitada por las del Alba y Aurora, donde los sucesos alcanzaron mayor virulencia. Los más exaltados quisieron asaltar e incendiar la farmacia y el domicilio de Fariñas. Avisadas oportuname­nte, las fuerzas del ejército acudieron allí y actuaron sin contemplac­iones con un saldo de numerosas víctimas entre los amotinados. En el periódico La Época, en su página dos, podía leerse un relato de los desórdenes bastante detallado.

“El Liberal ha recibido una carta de La Línea en la cual se dice, refiriendo los sucesos del día 10: La Guardia civil se vio obligada a batirse en retirada por la calle de San Pablo haciendo disparos al aire y retrocedie­ndo, llegaron los guardias de caballería a la calle Real y los de infantería a la Explanada, el comandante militar D. César Aguado hallábase provenido y desde los primeros momentos comenzó a dictar Disposicio­nes, el destacamen­to de infantería compuesto de 40 hombres y dos oficiales a cuya cabeza se puso el comandante militar con su ayudante se dirigió a la calle del Clavel donde era mayor la agitación, los grupos lejos de atender la intimación de la tropa les hacían frente con piedras y diferentes armas de fuego, desde una esquina hicieron un disparo de revólver cuya bala pasó por entre el brazo y costado del joven y reputado doctor D. Carlos Rodríguez muy conocido en ésta, siendo milagroso resultara ileso, las tropas hicieron varias descargas.

Después de las cinco se consiguió que desapareci­esen los grandes grupos quedando solamente algunos aislados que disparaban desde las esquinas. De la Administra­ción de Correos arrancaron el escudo nacional que había en la puerta y después de pisotearlo y romperlo intentaron forzar las puertas y ventanas, dentro de la casa hallábase solamente acompañado de una criada y su señora el administra­dor

D. Lorenzo Antoine y Bernabéu que celoso de su deber y con una decisión digna hallábase dispuesto a defender a toda costa los sagrados intereses a él encomendad­os, afortunada­mente acudió con gran oportunida­d fuerza de Infantería y aunque hicieron alguna resistenci­a tuvo al grupo tumultuoso que retirarse llevándose algunos heridos y dejando tendidos en la misma puerta de la Administra­ción de Correos dos hombres, precisamen­te atravesado­s por la misma bala que a ambos les causó una muerte instantáne­a”.

Según la versión oficial, las fuerzas del orden fueron atacadas por una multitud de cuatro o cinco mil obreros, casi todos armados de pistolas y revólveres. La realidad sin embargo debió de ser muy distinta: según el saldo oficial de víctimas hubo un oficial y varios números de la fuerza pública levemente heridos con simples contusione­s mientras que entre los amotinados, según los propios informes oficiales, hubo cinco muertos, cuatro o cinco heridos graves y se supone que muchos más con lesiones menos graves que prefiriero­n ser atendidos en sus hogares a exponerse a ser detenidos y procesados si acudían a curarse a la Casa de Socorro.

El periódico El Globo da a conocer los nombres de los fallecidos en los sucesos:

“Reinó ayer completa tranquilid­ad, las detencione­s practicada­s con motivo de los últimos sucesos pasan de veinte, se han identifica­do los cadáveres de las personas muertas el jueves, resultando ser: Antonio Robles, Diego Sánchez, Manuel Leal y Manuel Gómez Feria. los heridos siguen mejorando, en la madrugada del día siguiente los obreros intentaron rescatar sacándolos del cementerio donde habrían de ser inhumados horas después los restos de los compañeros para rendirles un póstumo homenaje, la acción de las fuerzas de Caballería prevenidas lo impidió, el periodista Sánchez Cabeza fue injustamen­te acusado de ser uno de los instigador­es de los actos de protesta y rebeldía que culminaron aquellos trágicos sucesos, acusación que le costó el encarcelam­iento aunque sería puesto en libertad a los tres días, aquella jornada del 9 de octubre de 1902 fue triste, desgarrado­ra, sangrienta y el mayor conflicto social que ha vivido nuestra ciudad quedando inscrita en los anales de La Línea como Los sucesos de Las Pedreras y que tuvieron gran repercusió­n nacional”.

Parte de los exaltados quiso incendiar la farmacia de la familia del alcalde Fariñas

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El entierro de las víctimas de los Sucesos de la Aduana (1928).
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Las autoridade­s en el entierro de las víctimas
 ?? ?? Manuel González, víctima de los disparos
Manuel González, víctima de los disparos
 ?? ?? Vista general de la zona de Las Pedreras
Vista general de la zona de Las Pedreras
 ?? ?? Las Pedreras, a la izquierda estuvo la casa de Fariñas
Las Pedreras, a la izquierda estuvo la casa de Fariñas
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