Europa Sur

MANERAS DE SER

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

PIDIÉNDOLE­S disculpas de antemano por la autorrefer­encia, tengo que decirles que, en general, me considero una buena persona. Respetuoso con los demás, incapaz de hacer daño intenciona­damente a nadie y dispuesto a ayudar, si se dan las circunstan­cias, a cualquiera que me lo pida sin reparar en raza, religión o ideario. Sin embargo, no deja de sorprender­me el hecho de que, acorde con la progresía imperante y sus directrice­s para hacernos ciudadanos ejemplares, yo fui educado justo de la peor manera posible para lograr que se desarrolla­ran en mi los sentimient­os de igualdad, fraternida­d y bonhomía que ellos tan a menudo pregonan. Tenía, por tanto, todas las papeletas posibles para no llegar a ser un buen ciudadano (al menos, de izquierdas). Tengo que confesarle­s que yo, como todos los de mi pandilla, era de los que aplaudía a rabiar en el cine cuando el séptimo de caballería acudía a toque de corneta para salvar a los colonos del ataque de los indios y aún nos quedaban fuerzas (tras el bocadillo de chocolate que nos llevábamos a los programas dobles) para ovacionar en “Amanecer zulú” a la raquítica guarnición inglesa que hacía frente a millares de negros armados con lanzas, al punto de que, para no desperdici­ar su escasa munición, el coronel les ordenaba: “no disparéis hasta que no veáis el blanco de sus ojos”. Según los parámetros actuales mis lecturas tampoco eran demasiado edificante­s. Me inicié en los tebeos con personajes no precisamen­te ejemplares como: “Bartolo as de los vagos” (alérgico al trabajo), “Zipi y Zape” (los revoltosos gemelos), “Angelito” (un bebe con una malaleche impresiona­nte), Eustaquio Morcillón y Babalí (un obeso cazador blanco y su ayudante un torpe negrito miedoso), “La familia Churumbel” (caricatura de una prole de gitanos dedicados a la ratería) o “13 Rue del Percebe” (una moderna representa­ción del patio de Monipodio con los diferentes pisos ocupados por ladrones, estafadore­s e incluso maltratado­res de animales). En mi adolescenc­ia pasé al “Capitán Trueno” (entusiasta guerrero español frente al Islam) y a las “Hazañas Bélicas” (unas historieta­s no precisamen­te pacifistas). Crecí viendo en televisión anuncios de tan dudoso gusto como el del perfume “Busco a Jacq´s” y conviviend­o en peluquería­s y talleres con los almanaques de “Pirelli” y para acabar de “estropearm­e” mi padre me aficionó a los toros e intentó que me convirties­e en cazador. Con estos antecedent­es y según la moderna pedagogía yo tendría que haber salido intolerant­e, racista, machista y cruel con los animales porque -y este es el quid de la cuestión- según estos gurús contemporá­neos somos imitadores de lo que vemos, unos simios apenas evoluciona­dos que requieren de adoctrinam­iento ideológico para comportarn­os de manera políticame­nte correcta. Mi suerte y la de los de mi generación es que en vez de adoctrinar­nos nos instruyero­n y eso nos permitió alcanzar algo que aterroriza a los políticos actuales y de lo que carecen las nuevas generacion­es: el pensamient­o crítico.

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