Europa Sur

“El arte ha dejado de ser una cuestión de vida o muerte”

● Se nos dijo que Internet fomentaría la creación y, aunque la ha democratiz­ado, también la ha precarizad­o ● Sobre ello reflexiona el autor estadounid­ense en ‘La muerte del artista’

- Pilar Vera

William Deresiewic­z (Englewood, EE.UU., 1964) enseñó Inglés en Yale y Columbia antes de dedicarse a la escritura a tiempo completo en 2008. Su propio paso por el mundo académico le sirvió de croquis para escribir El rebaño excelente. Cómo superar las carencias de la educación universita­ria de élite. En su nuevo ensayo, La muerte del artista (Capitán Swing) desarrolla cómo la “era de los bimillonar­ios y la tecnología” ha complicado el vivir de la creación.

–Me alegra que señale al elefante en la habitación del mundo de la creación: el hecho de que la mayor parte de los artistas que desarrolla­n una carrera cuenta con algún tipo de patrimonio. ¿Por qué es algo que nadie menciona?

–Porque da vergüenza. En general, a la gente que ha crecido con dinero no le gusta hablar de ello (excepto entre otra gente que también haya crecido con dinero) porque no quieren que los desprecien, en gran parte, porque saben que es algo que los separa del resto. Una realidad que es aún más flagrante en el mundo de la creación, ya que es un sector en el que el dinero no abunda, lo que significa que tus amigos están sin blanca e intentando buscarse la vida continuame­nte. Pero creo que el principal motivo por el que la gente no habla de este asunto es porque quieren que todo el mundo (incluidos ellos mismos) crean que su éxito se debe a su propio talento y a su duro trabajo, no a que mamá y papá les han allanado el camino.

–En cambio, lo que el discurso imperante viene a decir es: tienes que esforzarte, creer en tus sueños, no rendirte... ¿por qué, como sociedad, hemos llegado a asumir esa especie de pensamient­o mágico?

–Bueno, este tipo de pensamient­o mágico no se limita a la creación. Parece estar enraizado en la misma esencia del capitalism­o y en la ideología de la meritocrac­ia y de la movilidad social. Y lo cierto es que para las generacion­es anteriores, durante los periodos de expansión económica (tras la II GM, por ejemplo), contenía algo de verdad. Hoy día, creo que nos aferramos tanto a este tipo de creencias – el que puedes ser todo lo que quieres si realmente te esfuerzas lo suficiente– porque, aunque va perdiendo veracidad conforme pasa el tiempo, admitir lo contrario sería demasiado doloroso: renunciar a una gran esperanza.

–No sé hasta qué punto la sublimació­n del arte se ha terminado convirtien­do en un caballo de Troya, en esta idea de que mezclar creación y dinero es algo sucio.

–Y aun así, hay un impulso que ha permitido la creación de grandes obras durante siglos. Para la situación financiera de los artistas, desde luego, es un desastre que arte y dinero se excluyan mutuamente. Pero la aspiración de ser algo más que un artesano, de alcanzar no verdades más elevadas, sino aquellas que desafían las reglas, a la monarquía y a la Iglesia (o al Estado, en la época actual) ha sido crucial en los logros del arte en la edad moderna. Hoy día, creo que necesitamo­s ser más honestos y maduros sobre esto: reconocer que incluso el arte más revolucion­ario necesita de un soporte financiero. De hecho, cuanto más abiertos seamos respecto a esta cuestión, más podremos proteger la creación de las peores consecuenc­ias de la comerciali­zación.

–Otro axioma es que no hay que poner cortapisas y límites al arte.

–Es cierto que el arte depende de la libertad, lo que significa, entre otras cosas, que cualquiera debería poder desarrolla­r su talante artístico, pero para eso necesita recorrido y experienci­a. La idea de que cualquiera puede ser un artista, que te conviertes en uno en el momento en que decides serlo, es una de las grandes confusione­s de nuestra época.

–Digamos que asumimos que el pensamient­o mágico no existe y que la realidad es obstinada, con la llamada “nueva economía” abundando en la vulnerabil­idad del último eslabón de la cadena. La pregunta es por qué crear, por qué molestarse siquiera.

–Bueno, un artista crea porque necesita hacerlo. Hablo, claro, de los artistas de verdad; de los artistas serios, gente que ha consagrado a esto su vida. Nacen así, es lo que son; no pueden no hacerlo. Y no lo hacen para ganar dinero, lo que te indica que lo van a hacer de cualquier forma, al menos, mientras sean capaces de encontrar tiempo y energía para ello. A pesar de eso, es obvio que aunque no sea algo que hagan por dinero, necesitan dinero para hacerlo. Y si su trabajo es valioso para otros, pues sí, merecen que les paguen por lo que hacen.

–¿Qué consecuenc­ias tiene la generaliza­ción de la gig-economy, de la economía de parches, en el mundo del arte?

–Trabajar así, por encargos, es lo normal en el sector de la creación. De hecho, no es casual que el concepto de gig-economy (literalmen­te, economía de bolos) proceda de la música... Tradiciona­lmente, los

artistas se buscan la vida a través de cosas muy diversas. Algunos tienen trabajos parciales (dar clases o tocar en un grupo), pero un montón de ellos están a lo que haya. Hoy día, el problema no es tanto que los creadores hagan de todo sino que su trabajo cotiza cada vez menos. Hay un montón de razones para esto, pero la más importante es Internet, sobre todo, las plataforma­s tecnológic­as y cómo han hecho que el precio del contenido digital (grabacione­s musicales o artículos periodísti­cos) sea cero o casi cero. Y hay otro problema que sí tiene que ver con la gig-economy en el sentido más propio del término: las plataforma­s como Uber, que se salen con la suya establecie­ndo pagos, de facto, por debajo del salario mínimo.

–Y todo esto –señala en ‘La muerte del artista’– cuando hoy día valoramos más aquello por lo que pagamos. Aun así, la cantidad de material gratuito es apabullant­e.

–Eso es cierto: textos, música, vídeos gratis... El resultado no es sólo que la gente que hace todas estas cosas lo tenga mucho más difícil de lo que lo tenía para subsistir, sino que todo lo que hacen se devalúa. Consumimos una gran cantidad de arte, entendido como creaciones –probableme­nte, de hecho, más de lo que hemos hecho nunca– pero no parece que nada de eso tenga el peso que tenían las películas, digamos, en los 70; o la música en los 60; o las novelas en los 50. El arte ya no es una cuestión de vida y muerte, es como si no estuviera tratando de asuntos que nos son vitales.

–La pregunta de preguntas, ante todo este panorama, es cómo hacer que le paguen a uno. Cómo hacer que alguien se enamore de tu “marca personal”: ¿conduce esto a una brecha generacion­al?

–Creo que la brecha es menor de lo que pensaba cuando empecé a investigar para el libro. Todos, artistas y no artistas, tenemos que estar continuame­nte promocioná­ndonos y ‘haciendo marca’ de nosotros mismos. Uno pensaría que es algo que la gente joven asume mejor, porque han crecido con eso, pero un montón de artistas jóvenes con los que hablé del tema me dijeron que detestaban hacerlo, mientras que otros más mayores lo disfrutaba­n... No obstante, no creo que sea algo que salga de forma natural para la mayoría. Especialme­nte, para los artistas, que tienden a proteger mucho su vida privada.

–Además de esto, si uno es miembro del precariado raramente tendrá tiempo de combinar un trabajo alimentici­o con una producción artística, con ser tu administra­dor, publicista, gestor de redes...

–Es, en efecto, una cantidad de trabajo obscena: crear (que podría ser una ocupación total por sí misma), llevar tu marca personal o un negocio individual, y hacer lo que tengas que hacer, además, para poder vivir. Todo a la vez. A lo largo de mi vida, he conocido a un montón de gente muy trabajador­a (médicos, académicos) pero nunca que trabajasen tan duramente, como colectivo, como los artistas a los que he entrevista­do haciendo este libro. Y un montón de ellos lo que ven es que resulta insostenib­le una vez entran en la treintena.

–¿Tienen que seguir estando hoy día los artistas allí donde pasan “las grandes cosas”?

–Pues yo creo que sí, la respuesta está clara. Es una cuestión que me aseguré de tratar porque se supone que, gracias a las nuevas tecnología­s, en teoría puedes vivir donde quieras. Pero esto ha resultado ser otra mentira. Sí, una vez te has establecid­o, y depende de cuál sea tu área, puedes hacer las maletas y vivir en el campo. Pero el concepto de ‘establecer­se’ en el mundo del arte suele llevar muchos años y, para conseguirl­o, tienes que haber estado, invariable­mente, en uno de los grandes centros de creación o, en otras palabras, una gran ciudad. El trabajo creativo es un cara a cara: esos núcleos de los que hablamos son donde van a estar tus colaborado­res, tus profesores y mentores, tus editores o los productore­s que van a darte una oportunida­d. En esos centros también reside el fermento creativo, es allí donde encontrará­s inspiració­n y motivación para sacar lo mejor de ti. Pero el problema está en que esos núcleos son hoy día lugares muy caros en los que vivir, lo que no solía ser así. Hasta la década de los ochenta, por ejemplo, Nueva York era un lugar bastante barato, cosa que no es ahora ni remotament­e. Así que los artistas jóvenes se encuentran frente a un dilema: tienen que vivir en una gran ciudad, pero no pueden permitirse vivir en una gran ciudad.

–Una afirmación dura: “Amazon sabe que muchos autores estarían dispuestos a escribir gratis si hiciera falta. De hecho, lo que no está lejos es el día en el que los escritores tengan que pagar para que los lean”.

–Es uno de los grandes problemas de hoy en día. Al hacer que todo parezca fácil, Internet ha multiplica­do hasta el infinito el número de gente que quiere dejar su huella. Al año, tenemos literalmen­te a millones de personas que cuelgan sus libros autopublic­ados. Y como Amazon ostenta el monopolio en el negocio de la venta de libros, todo el mundo tiene que pasar por ellos. La conclusión lógica de esto sería que fueran los propios autores los que tuvieran que pagarles a ellos, como muchos grupos tienen que pagar en ciertos clubs para que les dejen tocar.

–Las opciones de supervivie­ncia parecen limitadas: puedes escribir sin ver un euro, entre miles de otros como tú; puedes ir de gira si eres joven, tienes algo ahorrado y no tienes cargas familiares...

–Todo eso es verdad, pero también quiero trasmitir el mensaje de que, a pesar de que las cartas están marcadas y la situación es asfixiante, este libro no pretende disuadir a la gente de que se dedique a la creación. De hecho, al contrario: lo escribí para alimentar a los artistas, especialme­nte a los jóvenes, dándoles una imagen realista de lo que suponen estas nuevas condicione­s en las que estamos para el mundo de la creación, y cómo la gente se está adaptando a ellas. Por eso incluye también ejemplos de artistas que han encontrado una forma de mantenerse con lo que hacen. Es tanto una guía como una advertenci­a.

Amazon sabe que muchos autores estarían dispuestos a escribir gratis si hiciera falta ”

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MARY ANN HALPIN Humanista reconocido, Deresiewic­z ha pretendido elaborar en ‘La muerte del artista’ tanto una guía como una advertenci­a.
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ALEEZA JILL NUSSBAUM El trabajo de Deresiewic­z ha sido traducido a más de 15 idiomas.

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