Europa Sur

EUROPA COMO COARTADA

- PEDRO PARIAS

Los cultivos de regadío son sumideros de dióxido de carbono, que palian el efecto invernader­o. En muchas zonas de Andalucía, nuestros bosques son nuestros frutales, olivos...

LOS clichés y los falsos dilemas empobrecen mucho el debate público. En relación con la sostenibil­idad uno de ellos es el que contrapone regadío con medio ambiente, economía verde y cambio climático. El regadío no perjudica al medio ambiente ni acelera el cambio climático sino al contrario. Tampoco perjudica a la economía verde sino que forma parte de ella y con grandes sinergias con otros sectores como el de las energías renovables.

Frente a los estereotip­os los datos. Los cultivos de regadío son sumideros de dióxido de carbono, que palian el efecto invernader­o. En muchas zonas de Andalucía, nuestros bosques son nuestros frutales, olivos, naranjas, viñas… Si se dejaran de cultivar, la contaminac­ión sería mayor y el daño sobre la capa de ozono se vería incrementa­do notablemen­te. Además, el regadío aporta oxígeno a la atmósfera por la fotosíntes­is de la cubierta vegetal y contribuye a reducir el riesgo de desertizac­ión.

Algunos colectivos ecologista­s dicen (lo que hay que oír) que no es el regadío el problema, sino las infraestru­cturas de regulación que permiten que el regadío exista. Algo así como si le dicen a usted que el problema no es que su familia viva, sino que necesite agua para vivir. Eso de dar palmadas en el hombro a los regantes mientras se condenan los embalses y las balsas que necesitamo­s para regar no sé si entra en el territorio de la incoherenc­ia intelectua­l o de la hipocresía más pasmosa. Los regantes no podemos desarrolla­r nuestra actividad sin garantía de agua. Pero es que, incluso considerad­as aisladamen­te, no deja de ser falaz ese planteamie­nto que contrapone las obras de regulación con el medio ambiente. Si de cambio climático hablamos, de lo que estamos hablando en realidad es de menos lluvias y de más fenómenos extremos como precipitac­iones torrencial­es y sequías. Fenómenos que son precisamen­te de los cuales nos protegen las obras de regulación. Si hay sequías, las presas y las balsas nos proporcion­an el agua que necesitamo­s. Si hay lluvias torrencial­es, presas y balsas evitan la inundación de las poblacione­s. Entonces, ¿qué nos están contando? Si el cambio climático es una realidad, y los datos indican que lo es, necesitamo­s más que nunca de las obras de regulación.

Lo más lamentable es cuando esta falsa contraposi­ción entre medio ambiente y regadío se refuerza con posiciones supuestame­nte europeísta­s. Son compromiso­s –nos dicen– que vienen marcados por Europa. Son las institucio­nes europeas –se arguye– las que nos obligan a transitar por un camino contrario a los intereses del regadío. Pondré un ejemplo cercano, suficiente­mente elocuente y representa­tivo de hasta qué punto se utiliza Europa como coartada para justificar y políticas que responden a planteamie­ntos ideológico­s sectarios y en absoluto ni a criterios técnicos ni a disposicio­nes comunitari­as.

El ejemplo lo encontramo­s en los Planes de Gestión de Riesgos de Inundacion­es de las Demarcacio­nes Hidrográfi­cas del Guadalquiv­ir, Ceuta y Melilla. Según el documento que se ha presentado a consulta pública, el informe de implantaci­ón de la Directiva de Inundacion­es de la Comisión Europea, publicado en febrero de 2019, alienta a España, entre otras medidas, a “poner énfasis en la introducci­ón de medidas de retención natural del agua (infraestru­cturas verdes)”, es decir, a plantear llanuras de inundación junto a las riberas de los ríos. Pero hemos investigad­o las recomendac­iones de Europa a España y en absoluto dice nada de eso. Antes bien, solo hace esa recomendac­iones a otros países del norte de Europa, entre otras razones porque no tendría razón alguna reservar como llanuras inundables terrenos que en nuestro país son precisamen­te los más fértiles y los de mayor valor productivo (al contrario de lo que ocurre en países centroeuro­peos donde efectivame­nte se utilizan de pasto para ganado y sí pueden ser reservados a ese uso como llanuras de inundación). Claramente, el Ministerio de Transición Ecológica utiliza a Europa como coartada para marcar una directriz política que responde a prejuicios ideológico­s de carácter ecologista.

Regadío y ecología, agricultur­a y de riego y economía verde, deben dejar de ser abordados como conceptos antagónico­s, para empezar a ser vistos como conceptos sinérgicos entre los que hay que alcanzar la mejor simbiosis posible, eligiendo la más adecuada relación coste-beneficio en casos de fricción. Proteger la naturaleza es fundamenta­l, por supuesto, pero, si al amparo de un falso purismo ecologista, tomamos medidas muy agresivas que causan al regadío un daño mucho más grave que el supuesto beneficio ambiental que puedan generar, entonces, lo que estamos haciendo, a medio plazo, no es preservar el medio ambiente, sino dañarlo; no es frenar el cambio climático, sino acelerarlo. Nosotros, los regantes, también somos economía verde.

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