Europa Sur

“Hemos continuado contando cosas que me callé por vergüenza”

● Atresplaye­r Premium ha estrenado la segunda temporada de la comedia personal de esta actriz, con sus anécdotas y meteduras de pata

- Francisco Andrés Gallardo

La comedia By Ana Milán ha regresado con nuevos episodios a Atresplaye­r Premium. Ana Milán se encontró con este proyecto personal de Buendía Estudios sin imaginarlo. Imaginen esta entrevista casi a carcajada por respuesta.

–Acaba usted de pasar por la alfombra del FesTVal de Vitoria.

–Fue una noche preciosa. El año pasado no pudimos estrenar con público la primera temporada. Hacía mucho-mucho tiempo que no estaba en un photocall.

–¿El Covid indirectam­ente le ha regalado este serie?

–Se dice que no desees las cosas porque se cumplen. En este caso ni me lo planteaba. No me atrevía a desear mi propia serie porque esas cosas no se piensan. Poder escribir el guion, trabajar con gente increíble, pasarlo fenomenal y que vayamos por la segunda temporada. No, esas cosas no pasan. Y sin embargo ha pasado, funciona.

–¿En qué momento le propusiero­n llevar a una comedia lo que usted comentaba en las redes durante el confinamie­nto?

–Dudo que en algún momento de mi vida olvide la llamada de Sonia Martínez, la productora ejecutiva de Buendía Estudios. Me habló después de un directo ¿A ti te gustaría que hiciéramos una serie de todo eso que estás contando? A mí se me iba la sangre. Pues sí, vamos a sentarnos a hablar.

–Ese ginecólogo, Isidoro, había que llevarlo a la serie.

–Él todavía está muerto de la risa cuando supo que le confesé todo al portero Isidoro pensando que era él. Yo no era consciente de que una anécdota sí se fuera a convertir en un chiste nacional.

–¿Para la segunda temporada ha seguido alimentand­o con cosas que le han pasado?

–Hemos continuado contando cosas que me callé porque me daban vergüenza que se supieran. Qué más te da, me decían. Una vez que has metido la pata hay que asumirlo. Tenemos miedo a exponernos, queremos ir de perfectos y no, no lo somos. Ojo, espóiler, ninguno de nosotros. Yo tengo un especial don de meterme en todos los charcos. A mí los amigos me riñen: “somos veinte y entre todos nosotros esto sólo puede pasar a ti”

–¿Por qué esa predilecci­ón a meter la pata? ¿es un don o una maldición de algún tipo?

–Yo te diría que es una bendición en un 75% de los casos y en una cuarta parte me he ido a mirar al cielo, a mirar a Dios a los ojos y decirle, ¿qué, soy tu alumna predilecta, no? Es que a veces parece que me pasa todo, y sólo a mí.

–¿Y cómo se lo toma?

–Me lo tomo siempre que puedo con mucho sentido del humor. Cuando me pasa algo miro cuándo es la cena siguiente con los amigos para contarlo. La gente deja los cubiertos para escucharme. De pequeña tengo ese don de que me pasen cosas para contarlas.

El mundo necesita que seamos buenas personas. Las malas hacen mucho ruido y son agotadoras”

–¿No es sólo lo que le pase, es que sabe contarlo?

–Ese es el secreto. En lugar de tomarlo con victimismo yo lo cuento con humor. En esta temporada aparece cuando llamé al teatro María Guerrero y pregunté por ella porque la tenía en una agenda antigua y no sabía quién era, para pasarla al móvil. Y el taquillero me preguntaba ¿con quién quiere hablar? Y yo insistía, póngame con María Guerrero, que no le ponía cara. Hay gente que se lamentaría diciendo qué vergüenza, qué metedura de pata. Y yo me meo de la risa. Al cabo de los días lo cuento a mi amigo Roberto Enríquez y se harta de reír porque le habían contado que el taquillero estaba buscando a una pirada. Qué guay cuando se te va la pinza.

–En estos nuevos capítulos se habla de su agotamient­o cuando le llovían ofertas y no daba abasto.

–La vida nos cambia. Casi nada está bajo control. Mi madre hablaba de una amiga que se desnucó al salir de la peluquería. La vida te puede dar un vuelco así.

–¿Quién mueve todos esos hilos que no controlamo­s?

–Uf, ese melón para abrirlo necesita horas de charla. ¿Existe el destino? no sé ¿existe Dios? no sé. Pero creo en el destino, creo en Dios, y en el karma, un poquito. Hay una mezcla de todo y hay un orden natural que se nos escapa.

–Lo más importante es ser buena persona...

–Hay que ser buena persona por egoísmo, meterte en la cama y dormir tranquilo y decir, “ole yo”. El mundo necesita que seamos buenas personas porque las malas hacen mucho ruido y son agotadoras. Ser buena persona no debería ser tomado como algo cursi.

–Sólo hay una justificac­ión para la maldad. No hay perdón para los que dicen “Ana Millán”.

–Los que dicen “Ana Millán” pronuncian bien “Schwarzzen­egger”. El colmo fue una mujer: “cuánto me gusta usted, Ana Millán”, “gracias, pero es Milán”, “¿seguro?”.

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ATRESMEDIA Ana Milán en una escena de su serie en Atresplaye­r Premium.

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