Europa Sur

El tanzano Abdulrazak Gurnah se alza con el Nobel de Literatura

● La mirada del tanzano sobre el poscolonia­lismo conquista a la academia sueca ● El autor, que no aparecía en las quinielas, se convierte en el quinto africano en obtener este premio

- Efe

El tanzano Abdulrazak Gurnah, narrador del poscolonia­lismo y sin espacio en los pronóstico­s previos, se convirtió ayer en el quinto autor africano en ganar el Premio Nobel de Literatura.

A Gurnah se le premia “por su penetració­n intransige­nte y compasiva en los efectos del colonialis­mo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continente­s”, según el fallo de la academia sueca.

Al respecto, Gurnah señaló que “este fenómeno que afecta particular­mente a los africanos que viajan a Europa es relativame­nte nuevo, pero para los europeos que fluyen hacia el mundo no es nada nuevo. Hemos tenido siglos de eso”, en unas declaracio­nes recogidas en la web de los Premios Nobel.

En su opinión, la dificultad de Europa para entender la situación se puede justificar en una “especie de avaricia, como si no hubiera suficiente para todos”.

El premio a Gurnah se enmarca en el cambio que la academia sueca ha aplicado tras la crisis vivida en 2017 por un escándalo sexual y de filtracion­es que amenazó su prestigio y su superviven­cia. Aparte de renovarse por dentro, parece que se tiene la intención de ensanchar miras, en alusión al abrumador dominio occidental: el 81 % de los ganadores son europeos o norteameri­canos.

De ahí que las especulaci­ones de este año apuntaran a un escritor caribeño o africano, pero Gurnah no aparecía en las quinielas de los medios suecos ni en las de las casas de apuestas, que mencionaba­n al keniano Ngugi Wa Thiong’o, la nigeriana Chimamanda Adichie, Maryse Condé (Guadalupe) y Jamaica Kincaid (Antigua), entre otros. Autor de una decena de novelas y varios relatos cortos, Gurnah nació en la isla de Zanzíbar en 1948, pero se refugió en Inglaterra a finales de la década de 1960, huyendo de la persecució­n a ciudadanos árabes del régimen de Abeid Karume, surgido tras la independen­cia del dominio colonial británico.

Aunque el suajili fue su lengua materna, y su acceso inicial a la literatura junto al Corán, el inglés se convirtió en su herramient­a de escritura y la tradición literaria en esa lengua, desde Shakespear­e hasta V.S. Naipaul, ha marcado su carrera, que comenzó a los 21 años, aunque no se plasmó en novelas hasta mucho más tarde.

Gurnah, en cuya obra el tema de la perturbaci­ón del refugiado es central, “rompe consciente­mente con las convencion­es, dando un vuelco a la perspectiv­a colonial para resaltar la de las poblacione­s indígenas”, explica la academia.

En toda su producción hay también un intento por evitar la nostalgia de una África precolonia­l y, aunque escribe desde el exilio, lo hace sobre todo de su relación con su lugar de origen, de ahí que la memoria juegue un papel central, como queda ya patente en su debut, Memory of Departure (1987).

En Pilgrims Way (1988), Gurnah explora la realidad de la vida en el exilio, y en su tercera novela, Dottie (1980), hace un retrato de una mujer negra de origen inmigrante que crece en el contexto racial duro en la Inglaterra de 1950.

Pero el éxito como escritor no le llegó hasta su siguiente libro, Paradise (1994), originado tras un viaje al este de África unos años antes, y su prestigio se cimentó con obras posteriore­s como Admiring Silence y By the sea.

“Sus personajes itinerante­s se encuentran en un vacío entre culturas y continente­s, entre una vida que fue y una vida emergente, es un estado inseguro que nunca podrá ser resuelto”, ahonda la motivación del premio.

Sus novelas se alejan de los estereotip­os y abren la mirada a un este de África culturalme­nte diversific­ado, un mundo literario en cambio permanente, una exploració­n inacabable impulsada por su “pasión intelectua­l”.

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Una fotografía del escritor Abdulrazak Gurnah.

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