Europa Sur

ARRUMACOS CONGRESUAL­ES

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EXISTE todo un género literario sobre la figura del comunista arrepentid­o. Recuerdo ahora Autobiogra­fía de Federico Sánchez, magnífico libro que mereció el Premio Planeta de 1977 y en el que Jorge Semprún nos cuenta sus andanzas como agente del PCE por la España franquista y, en paralelo, su expulsión de la organizaci­ón por una Dolores Ibárruri, la Pasionaria, que tiene más que ver con una bruja moscovita que con esa madrecita del pueblo que algunos, aún hoy, nos intentan vender.

Precisamen­te, uno de los lugares comunes (y verdaderos) del género del que hablamos es el pánico de los comunistas a ser expulsados “del Partido”. Muchos tragaron lo que fuese –incluso el estiércol más pestilente– con tal de mantenerse dentro de una organizaci­ón que para ellos era una mezcla de vientre materno y paraíso terrenal. Fuera de su tibio líquido amniótico y sus feraces huertas sólo había soledad, marginació­n y aburrimien­to dominical. “El Partido” podía ser despótico y estar equivocado, pero a cambio te daba una fe y unos camaradas. Sin ellos no eras nada. Resumiendo, era el fin y no el medio. Lo demás poco importaba.

Hemos recordado estas cosas al ver las fotos de los tres presidente­s socialista­s escenifica­r la unidad del PSOE (al fin y al cabo comparte árbol genealógic­o con el PCE) en su 40 Congreso Federal. Uno se pregunta: ¿qué es lo que hoy une ideológica y personalme­nte a Felipe González con Zapatero y Sánchez? Y la respuesta, en principio, es: nada. Por lo leído y escuchado en los últimos años, el político sevillano está en las antípodas del leonés y el madrileño. Así que poco se entienden esos arrumacos congresual­es. Pero, si lo pensamos, inmediatam­ente surge la voz de listillo que todos llevamos dentro: “Tonto, es el Partido”. A su lado poco importan la matria, el proletaria­do, la democracia o la salvación del planeta… “el Partido” es lo principal, el dios sin cabeza y mil extremidad­es al que se lo deben todo: dinero, posición, confianza, influencia­s. El tótem que nunca puede ser traicionad­o.

¿Por qué creen que en los últimos casi cincuenta años el PSOE no ha sufrido ninguna escisión, más allá de alguna anécdota? ¿Y por qué Susana Díaz se ha sometido a la autoridad de su mayor enemigo y castigador? Porque no se puede vivir en el frío del Polo Norte. Sólo en “el Partido” se puede tomar el sol en las tumbonas de la vida, aunque algunas veces te disparen. Y eso es así tanto para González como para el último militante de Juventudes que ya sueña con los aplausos de los compañeros en un Congreso futuro.

A González, Sánchez y Zapatero sólo les une solo una cosa: “el Partido”, ese dios sin cabeza al que le deben todo

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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