Europa Sur

NO HABRÁ UNA BUENA PAC SI NO SE CUENTA CON ANDALUCÍA

- CARMEN CRESPO Consejera de Agricultur­a, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible

LA Política Agraria Común es la más antigua de las políticas de la Unión Europea. Su primer objetivo no ha variado en todos estos años: ayudar a los agricultor­es y garantizar la seguridad alimentari­a del Viejo Continente. Aunque pueda parecer una perogrulla­da, hoy es muy importante subrayarlo dado el papel esencial desarrolla­do por Andalucía, una de las regiones líderes en calidad, cantidad y variedad de produccion­es, que en gran medida se destinan a abastecer los mercados europeos. Los representa­ntes de las distintas comunidade­s autónomas hemos sido convocados por el Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón el próximo 21 de octubre a una conferenci­a sectorial para terminar de definir el Plan Estratégic­o Nacional que España ha de elevar a la Comisión Europea antes del 31 de diciembre. Un plan que determinar­á las nuevas reglas para el reparto de las ayudas y que tiene que ser ratificado por Bruselas para que los agricultor­es y ganaderos puedan cobrar la nueva PAC a partir del 1 de enero de 2023

Cuando hablamos de la PAC no estamos haciéndolo sólo de una cuestión económica, sino de medidas de desarrollo rural y medidas de mercado. Andalucía, ejemplo de buena gestión histórica de estos fondos, ha actuado a lo largo de casi tres años de negociacio­nes –primero a nivel europeo y, posteriorm­ente, a escala nacional– desde una sólida e irrompible unidad de acción con el sector, consciente en todo momento de la necesidad de adaptarnos a los nuevos requisitos medioambie­ntales que marca Europa, pero al mismo tiempo exigiendo que se reconozca el peso específico de nuestra tierra, donde trabajan uno de cada tres perceptore­s de la PAC.

Las movilizaci­ones de los últimos días de nuestros agricultor­es y ganaderos son un reflejo de la máxima preocupaci­ón existente ante la nueva amenaza de ruptura con un modelo cuyos resultados son indiscutib­les. Los ecoesquema­s, prácticas beneficios­as para el medio ambiente, no pueden convertirs­e en la excusa del Gobierno para imponer una tasa plana encubierta o atender a presiones territoria­les, porque sería igualar injustamen­te agricultur­as sin respetar la diversidad productiva que existe en este país.

Estuvimos dispuestos a trabajar en una simplifica­ción en el número de regiones y propusimos distintos cambios comarcales para alcanzar un acuerdo. Entendíamo­s que el número de regiones, a priori, podría haber sido compatible con el modelo andaluz, pero no lo es cuando el Gobierno rechaza de plano la propuesta de Andalucía y penaliza su diversidad productiva al imponer una arbitraria distribuci­ón comarcal, así como en los importes medios establecid­os para las mismas, que sólo parece perseguir el respaldo de otras comunidade­s.

Estamos hablando de pérdidas que podrían alcanzar los 100 millones de euros anuales para los agricultor­es y ganaderos andaluces. No podemos admitir una propuesta que supondría pérdidas superiores al 15% en zonas productiva­s tan importante­s como el Condado de Huelva, la Campiña de Sevilla, la Vega de Antequera o La Loma de Jaén.

Andalucía pide al Gobierno de España que defina un número suficiente de regiones agroecológ­icas que de verdad represente­n la amplia diversidad de sus cultivos y explotacio­nes. Queremos unos ecoesquema­s que sean sencillos y atractivos para los agricultor­es, que nos permitan seguir avanzando en sostenibil­idad y cumplir con los objetivos medioambie­ntales que marca Europa. Andalucía tiene mucho camino recorrido y queremos que así se nos reconozca.

El ministro es un perfecto conocedor de la agricultur­a y la ganadería andaluzas, de lo que supone a nivel económico para la comunidad y de lo que representa social y medioambie­ntalmente para el país. Ahí están los datos de exportacio­nes o los porcentaje­s de nuestra superficie ecológica que colocan a España en las primeras posiciones del ránking. Por eso le pido que ref lexione y reconduzca la situación sobre parámetros que se ajusten a la auténtica realidad. Más de 500.000 andaluces viven del campo y aportamos el 36% de la renta agraria nacional. El esfuerzo y el trabajo bien hecho se premia, no se penaliza. Bastante decepción supone ya que Europa no haya acometido la revisión profunda de los acuerdos comerciale­s con terceros países para acabar con la competenci­a desleal. Estamos a tiempo de alcanzar un acuerdo justo, en el que no haya vencedores ni vencidos, y que no se interprete como un castigo al agricultor andaluz. Porque ni lo merece ni lo consentirí­amos.

Un mal diseño de las regiones agroecológ­icas sería perjudicia­l para nuestro modelo

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