Europa Sur

EL FIN DE ETA, DIEZ AÑOS DESPUÉS

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HOY hace diez años que ETA anunció el cese definitivo de su actividad, una de las fechas más felices de la historia reciente de España. Hasta el 20 de octubre de 2011, la banda terrorista vasca había sido el principal enemigo de la todavía joven democracia española (más del 90% de sus crímenes se produjeron después de la muerte de Franco), a la que intentó derribar con todas sus fuerzas, dejando un reguero de más de 800 muertos y 7.000 heridos. Aprovechan­do la fecha, el líder abertzale Arnaldo Otegi, condenado él mismo por pertenecer a ETA, ha hecho unas declaracio­nes en la que reconoce el dolor causado por los terrorista­s, aunque en ningún momento condena los hechos. Es evidente que dichas palabras se pueden considerar un paso en la buena dirección, pero también que son absolutame­nte insuficien­tes. Más allá de cualquier palabrería, el antiguo entorno de ETA debe ayudar a resolver los 378 crímenes que aún están por aclarar. Sólo emitirían una clara señal de su arrepentim­iento por toda la destrucció­n y el sufrimient­o provocados. Todos los españoles podemos estar muy orgullosos de la forma en que se derrotó a ETA. Exceptuand­o los vergonzoso­s momentos de la guerra sucia del GAL, fueron el buen trabajo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la labor legislativ­a con iniciativa­s como la Ley de Partidos y la movilizaci­ón social de todo el país (no sólo de la comunidad autónoma vasca) lo que permitió finiquitar la banda, que acabó completame­nte acorralada y sin apenas apoyos económicos y sociales, si exceptuamo­s al entorno del señor Otegi. La sociedad española y la vasca debe mirar hacia delante, pero eso no significa olvidar el sufrimient­o provocado ni ceder un ápice en las reivindica­ciones del independen­tismo radical vasco. Para conceder el perdón a los antiguos miembros de ETA –si tal cosa se puede hacer de forma colectiva– antes lo tienen que solicitar, algo que aún no ha sucedido de forma colectiva. Cuando esto se produzca y se acompañe de gestos reales y creíbles, los españoles podrán ser generosos. Antes no.

Mientras los antiguos miembros de ETA no colaboren en esclarecer los 378 crímenes aún pendientes, cualquier petición de perdón será mera palabrería

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