Europa Sur

EL TITANIC DE LA ENERGÍA

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

LA mejora exponencia­l en los que respecta a los indicadore­s del Covid han disparado el optimismo del personal, que ve ya, por fin, de cerca la playa de la normalidad. Y así, de un tiempo a esta parte, bullen nuestras calles de un tránsito alegre y despreocup­ado animado por la vuelta a lo grande del turismo. Sin embargo, esto no cuadra bien con los malos presagios que vienen de arriba, en concreto de Centroeuro­pa, a cuenta del encarecimi­ento de la energía y la consiguien­te subida de las materias primas con su impacto seguro al corto plazo en el incremento de los precios y la inflación, algo muy peligroso para un país endeudado hasta el extremo como el nuestro.

En Austria, un informe de sus Fuerzas Armadas alerta sobre “una falla generaliza­da de energía, infraestru­ctura y suministro, posiblemen­te en toda Europa, que es un riesgo realista y al mismo tiempo subestimad­o”. En Alemania, hace un par de semanas, la Oficina Federal de Protección Civil y Asistencia para Catástrofe­s, compartió un vídeo tutorial con consejos sobre cómo actuar en caso de apagón. No se trata de exagerar ni asustar a nadie, pero las horas de ordenador y los paseítos por la azotea del confinamie­nto son un lujo asiático comparado con las medidas del plan B que recomienda el vídeo.

Basta hablar un par de minutos con cualquier persona medianamen­te relacionad­a con el mundo de la distribuci­ón para reparar en la magnitud del problema, que tiene literalmen­te bloqueados a fabricante­s y distribuid­ores que simplement­e se ven obligados a pagar tres veces lo que antes costaban las materias primas, algo que ya se está notando en la entrega tardía de ciertos bienes de consumo y amenaza con extenderse a otros sectores relacionad­os con los productos de primera necesidad.

Y mientras esto ocurre, en este extremo sur del continente sus principale­s cabezas pensantes siguen enredados en los debates de siempre, ocupados sus esfuerzos en políticas del cortísimo plazo que en la mayoría de los casos a poca gente interesan. ¿Existe un plan de emergencia por si ocurriera un desastre como el comentado? ¿Se hace algo para conciencia­r a la ciudadanía de la auténtica dimensión del problema? Por supuesto que no. Eso sí, ya se puede dar por hecho de que por fin volveremos a recuperar nuestras entrañable­s tradicione­s olvidadas y la vida volverá a ser la de antes, como si nada hubiera pasado. Como en un Titanic de la energía.

Basta hablar con cualquier persona relacionad­a con la distribuci­ón para reparar en la magnitud del problema

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