Europa Sur

Las cárceles se vacían de etarras

● Los 185 presos de ETA están en 19 cárceles, más de un tercio en Euskadi ● En Andalucía ya no queda ni uno

- Laura Camacho (Efe)

El 20 de octubre de 2011 un total de 595 etarras estaban en prisión en España, otros 140 en Francia. Diez años después del cese de la violencia y con la política de dispersión en liquidació­n, la radiografí­a es bien distinta: Hay 185 presos de ETA recluidos en 19 cárceles ubicadas desde Madrid al País Vasco, donde ya cumplen sus penas 66 reclusos.

Los datos de Institucio­nes Penitencia­rias confirman que las cárceles comienzan a vaciarse de etarras. Solo en esta década han dejado de estar entre rejas 373 reclusos de la organizaci­ón terrorista.

El ritmo de descenso ha sido paulatino desde 2012, año el que los que salían empezaban a superar a los que ingresaban. Sin olvidar el efecto de la derogación de la doctrina Parot, que supuso en poco más de dos meses la excarcelac­ión de 63 etarras.

Según las previsione­s de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AV T), en otros diez años tendrán liquidada su condena otro centenar, de forma que en 2031 quedarán en prisión 83. A más corto plazo, en un periodo de cinco años, los cálculos de la asociación sitúan a 47 presos en la calle.

UNA PREOCUPACI­ÓN MENOS

Con el paso del tiempo y, sobre todo, a raíz de la disolución de ETA en 2018, el terrorismo ya no encabeza la lista de preocupaci­ones de la sociedad y solo las asociacion­es de víctimas siguen dando la batalla contra los acercamien­tos y los homenajes a etarras.

Que el Gobierno vasco haya asumido este mismo mes las competenci­as de la gestión de sus tres cárceles ni siquiera ha levantado demasiada polvareda política. Mientras, las víctimas auguran que los encarcelad­os en Euskadi obtendrán pronto beneficios penitencia­rios.

De hecho, el gobierno autonómico no oculta su apuesta por una política penitencia­ria que potencie en general el cumplimien­to de condenas en régimen abierto o tercer grado

En 2011 los presos de ETA suponían casi el 1 por ciento de la población reclusa total de entonces, que alcanzaba los 71.000 internos. En 2021 representa­n el 0,3 por ciento de las poco más de 56.000 personas encarcelad­as en España.

Comparar las dos fotos, la de 20 de octubre de 2011 con la de 2021, da idea del paso de esta década. Hace diez años 559 reclusos estaban en 44 prisiones: 438 ya condenados y 121 en situación preventiva a la espera de juicio. En cárceles francesas había otros 140.

Además, más de la mitad de los encarcelad­os en España -377cumplía­n pena en régimen cerrado, el más estricto.

Hoy, solo un recluso de la banda está en ese régimen. La inmensa mayoría ya están en segundo grado, el régimen penitencia­rio al que están adscritos los presos comunes y, por ende, casi la totalidad de población encarcelad­a, lo que permite solicitar permisos ordinarios de salida una vez cumplida la cuarta parte de la condena.

Y si hace diez años ningún etarra estaba en semilibert­ad o tercer grado, hoy son más de una veintena.

Pero si hay un hecho relevante que dé idea del cambio de escenario penitencia­rio en esta década es el fin de la dispersión, una herramient­a de la lucha antiterror­ista que se puso en marcha a finales de los años ochenta con el objetivo de romper la férrea disciplina por parte de la dirección de ETA e intentar facilitar la disidencia.

Durante más de tres décadas se ha mantenido la dispersión de presos, que ha logrado el aval del Tribunal Constituci­onal, aunque se han producido acercamien­tos. En 1996 el Gobierno del PP dio los primeros pasos con el traslado de una treintena de etarras y en 1999, el entonces ministro del Interior Jaime Mayor Oreja acercó a otros 105 reclusos, 24 de ellos al País Vasco.

En total, según datos de Institucio­nes Penitencia­rias, entre 1996 y 2004 hubo 574 traslados de etarras. A raíz del cese de ETA y hasta 2018, también con los gobiernos del PP, fueron acercados otros 229.

En ese periodo, el ministro del Interior de entonces Jorge Fernández Díaz fue muy claro ante un futuro sin la banda: “Si ETA se disuelve, en la medida que la dispersión es causa de la pertenenci­a a una organizaci­ón terrorista, pues muerto el perro se acabó la rabia. No tendríamos por qué aplicar con carácter general a sus presos la política de dispersión”.

Y ETA se disolvió en mayo de 2018 con el Gobierno de Pedro Sánchez, que anunció una nueva política penitencia­ria individual­izada con arreglo a esa nueva realidad sin la organizaci­ón.

Desde entonces, el Ejecutivo socialista con Fernando GrandeMarl­aska al frente de Interior ha ordenado 270 traslados de etarras, lo que no significa que hayan cambiado de cárcel ese número de reclusos, pues en estos cuatro años algunos han variado de centro más de una vez.

ACERCADOS CON DELITOS DE SANGRE

De esos 270 traslados, 23 cambiaron de prisión tras concederle­s el tercer grado, lo que lleva aparejado legalmente el acercamien­to a su familia. Siete de ellos, según los datos recopilado­s por la AVT, tiene penas por asesinato.

La asociación denuncia que en estos casi cuatro años de Gobierno del PSOE casi la mitad de los 203 etarras trasladado­s cuentan con delitos de sangre: 97 presos con 296 víctimas en 216 atentados, si bien la legislació­n no considera que el tipo de delito sea inconvenie­nte para acometer un traslado de cárcel.

Los 185 etarras encarcelad­os cumplen condena en catorce cárceles, treinta menos de las que en 2011 distribuía­n a estos reclusos. Hace apenas tres años las celdas andaluzas de nueve prisiones, las más alejadas a Euskadi, estaban ocupadas por un centenar de etarras. Desde el pasado 1 de julio no hay ninguno.

LA MAYORÍA ESTÁN EN CÁRCELES VASCAS

A 30 de septiembre, y según los datos de Institucio­nes Penitencia­rias en víspera de que el Gobierno vasco asumiera la competenci­a de las cárceles de Vizcaya, Giuipúzcoa y Álava, la distribuci­ón de reclusos –puede estar pendientes la ejecución de algunos traslados– es la siguiente por comunidade­s autónomas: en Castilla y León hay 37 presos de la banda; Logroño, 24; Cantabria, 20; Pamplona, 13; Zaragoza, 10; Comunidad de Madrid, 7 y Asturias, 6.

A estos se suman otros 66 en País Vasco, la región que una década después del adiós a las armas acumula el mayor número de presos de ETA, mientras las prisiones madrileñas de Estremera y Aranjuez son ahora las más alejadas al País Vasco, a unos 500 kilómetros, si bien solo hay siete reclusos.

De ellos, destacan en Estremera desde hace siete meses y procedente­s de Huelva, a 1.000 kilómetros, Javier Garcia Gaztelu, “Txapote” y su pareja, Iratzun Gallastegu­i, condenados entre otros crímenes por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Algo más, un año, va a cumplir Antonio Troitiño en la prisión de Soria tras ser excarcelad­o por error en 2011 y reintegrar­se en la banda.

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J. M. GARCÍA / EFE / ARCHIVO El ‘histórico’ etarra Santiago Arrospide Sarasola, ‘Santi Potros’, saliendo de la prisión de Topas en agosto de 2018.
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ARCHIVO El preso de ETA Antton Troitiño (i) tras salir de prisión de Estremera en febrero.

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