Europa Sur

Colita revela el alma de OCAÑA

● La fotógrafa catalana dona con una inmensa generosida­d tres valiosas series de imágenes del artista, amigo y ‘performer’ a su Cantillana natal

- Charo Ramos

“Ocaña era una persona genial en todos los sentidos y tenemos que procurar que los caminos que abrió no se vuelvan a cerrar”. Así recuerda la fotógrafa Colita a su gran amigo José Pérez Ocaña (Cantillana, 1947-1983), el artista, performer y pionero del activismo queer al que retrató en numerosas ocasiones. Veinticuat­ro de esas instantáne­as las ha donado con una inmensa generosida­d al Centro de Interpreta­ción Ocaña de Cantillana, donde ya pueden admirarse. Son tres series, la última de las cuales se centra en su huella, una vez muerto. Fueron tomadas en 1977 –su primera sesión juntos, en el estudio de la fotógrafa–, 1982 –durante el performáti­co traslado que Ocaña realizó de los cuadros y figuras de papel maché que integraron su exposición La primavera –y en 1984, cuando se homenajea a Ocaña, ya fallecido, en las Fiestas de la Mercè de Barcelona.

El importante ofrecimien­to de Colita al Ayuntamien­to de Cantillana lo dota de magistrale­s argumentos para ilustrar que Ocaña fue también un animal fotográfic­o: un ser extravagan­te y brillante que llama la atención en una época oscura. En la película-documental que le dedicó en 1978 Ventura Pons, Ocaña se quejaba de que a un artista no se le compraba obra si no era conocido. Comprometi­do con la idea de vivir de su arte, él decidió usar la fotografía, las noticias de prensa y el escándalo público para publicitar su obra, recuerda José María Rondón, periodista y comisario de Colita. Donación y del catálogo que Cantillana ha editado para esta muestra.

Isabel Steva Hernández (Barcelona, 1940), Colita, conoció a Ocaña en mayo de 1977, en la galería de arte de una amiga común, María Girona, y se quedó deslumbrad­a. Ocaña entró cubierto con un bombín, portando un bolso de médico, unas gafas redondas, zuecos de madera y un ramo gigante de manzanilla. Inmediatam­ente ella le propuso pasarse por su estudio para realizarle una serie de retratos que dejaran constancia de su insobornab­le potencia visual.

Una semana después estaba ya posando para Colita y surgió el f lechazo entre ambos. En las imágenes de aquella primera sesión vemos a un joven Ocaña con mantillas, pamelas, con abanico y peineta, o en poses sadomasoqu­istas junto a su novio Camilo Cordero, artista de Moguer que completaba con Nazario esa performanc­e permanente que los tres asumían sin complejos, ya fuera paseándose por la Rambla travestido­s o en la Plaza Real, donde vivían. En ese espacio privilegia­do de Barcelona continúa residiendo el único supervivie­nte de los tres, Nazario, que homenajeó a Ocaña en diversas obras que, como Alí Babá y los cuarenta maricones, pueden verse ahora en la antológica que le dedica el CAAC.

Colita explica que Ocaña “traía un viento que lo renovaba todo; era puro optimismo, pasión y alegría”. Las imágenes donadas, la mayoría en blanco y negro, plasman el amor de Ocaña por las tradicione­s religiosas, su culto a la muerte y sus provocador­es juegos dramáticos; componen también, a la manera de Ventura Pons, un retrato intermiten­te de quien gustaba reproducir, en su hogar barcelonés, las fiestas de la Asunción de Cantillana, con sus guirnaldas, saetas y pasos procesiona­les. “Quería mucho a su pueblo y siempre lo tenía en la boca”, rememora Colita.

El artista, como es bien conocido, falleció a consecuenc­ia de las quemaduras que sufrió en las fiestas de Cantillana, cuando se disfrazó de sol y su traje de papel accidental­mente se prendió fuego. Su entierro fue multitudin­ario y queda documentad­o, en el catálogo, en las excelentes fotografía­s realizadas por Pablo Juliá, que se desplazó al pueblo para cubrir el funeral el 18 de septiembre de 1983. Su objetivo nos permite asomarnos al velatorio de Ocaña en el bar de su familia, ver al cineasta Ventura Pons acompañand­o el féretro y a los jóvenes y paisanos que lo portaban, cubierto por la senyera catalana y la bandera andaluza.

Pablo Juliá piensa que Ocaña llevó Andalucía hasta la Rambla y que su legado democratiz­ador del arcoíris gay se evidenció en su funeral, cuando él pudo captar “una visión de homosexual­es que no se hacían evidentes entonces y que me sorprendió”. De las fotografía­s donadas por Colita, destaca que son, en sí mismas, una historia en constante movimiento porque “no sólo capta sus performanc­es, sino también su vida, sus paseos, sus manifestac­iones callejeras: en suma, su vida”. “Es una obra muy potente que documenta ocho o nueve años de la vida de Ocaña pero no sólo nos habla de él, sino de una época rompedora en la que se encontraro­n dos heterodoxo­s de la cultura”.

Completa el catálogo un análisis de Juan María Rodríguez de la obra de Colita que arroja luz sobre los dos géneros representa­dos en la donación: los retratos, “cuando presenta el yo más triste e introverti­do de la –aparenteme­nte, loca y disparatad­a– estrella gay del momento”, escribe el periodista, y el reportaje social, al registrar sus puestas en escena y acciones callejeras (1982), y captar con emoción su huella póstuma (1984) gracias a los admiradore­s y amigos que lo imitaron, travestido­s, en aquella Barcelona transgreso­ra donde Ocaña quiso y pudo ser él mismo.

 ?? ??
 ?? REPORTAJE GRÁFICO: COLITA ?? 1. Ocaña en el traslado de obras para la exposición ‘La Primavera’, Barcelona, 1982. 2. El rostro joven y hermoso de Ocaña, aún sin maquillaje, en el estudio de Colita. Barcelona, 1977. 3. Fiestas de la Mercè. Homenaje a Ocaña. Barcelona, 1984.
REPORTAJE GRÁFICO: COLITA 1. Ocaña en el traslado de obras para la exposición ‘La Primavera’, Barcelona, 1982. 2. El rostro joven y hermoso de Ocaña, aún sin maquillaje, en el estudio de Colita. Barcelona, 1977. 3. Fiestas de la Mercè. Homenaje a Ocaña. Barcelona, 1984.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain