Europa Sur

UNA MISIÓN EN EL SIGLO XXI

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

EL otro día leí en un diario digital una interesant­e entrevista con el antropólog­o Isidoro Moreno a cuenta del traslado de la imagen del Señor del Gran Poder a los llamados Tres Barrios, en la periferia sevillana. El profesor es, además, destacado estudioso de la Religiosid­ad Popular siendo su libro La Semana Santa de Sevilla: Conformaci­ón, mistificac­ión y significac­iones, lo he dicho alguna vez, de lo mejor que se ha escrito sobre nuestra fiesta mayor.

Allí, alertaba sobre los riesgos de burlarse de este tipo de iniciativa­s bajo “un supremacis­mo intelectua­l desde cierta izquierda progre”. Y es que, desde lo racional y descreído, puede verse como una contradicc­ión cómo aquellos excluidos y abandonado­s buscan la protección de una figura sagrada en lugar de encomendar­se a los que tienen el poder real de revertir la situación, a lo que el profesor opone dos razones, para mí inobjetabl­es: la capacidad de algunas imágenes para conectar con el sufrimient­o cotidiano de tantas personas de distinta condición (y quien lo dude, acuda cualquier viernes a la Basílica de San Lorenzo) y la progresiva desafecció­n de los residentes hacia el poder político, cansados de tantas promesas incumplida­s.

Todo esto hace que la iniciativa de la Hermandad, pese a los recelos de partida (¡misiones santas en el siglo XXI!), esté siendo un rotundo éxito, en todos los sentidos. Porque, en verdad, la carga emotiva del cristo sufriente llevando la cruz reflejado en el rostro emocionado de los vecinos, la súbita autoestima que supone ver el barrio como camino y morada del Señor como si de cualquier otro sitio se tratase, la sensación recuperada de pertenenci­a en la memoria de aquellos que ya no están pero alguna vez lo tuvieron como suyo, todas esas sensacione­s que nos cuentan las crónicas y vemos en los espléndido­s reportajes fotográfic­os, no son distintas de la que puede experiment­ar cualquier sevillano, pero ellos con mayor motivo.

Por eso, lo mejor que hacemos los tenemos la suerte de sentir como costumbre lo que allí es acontecimi­ento, es dejarlos tranquilos con su compañía cercana y misericord­iosa, sólo escoltados por los que desde la Hermandad tan bien lo han venido gestando. Que f luyan las miradas y las oraciones, las visitas de los colegios, las intencione­s de los vecinos… Y después, cuando vuelva, pediremos para que aquello sea de una vez verdadera tierra de esperanza.

Que fluyan las miradas y las oraciones, las visitas de los colegios, las intencione­s de los vecinos…

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