Europa Sur

Los centros históricos de las grandes ciudades se vacían de residentes

● La pérdida de vecinos en la última década coincide con la concentrac­ión de viviendas para fines turísticos ● Los PGOU, entre las herramient­as para la regulación del fenómeno

- Miguel Lasida

Que los centros históricos de las grandes ciudades andaluzas se están vaciando de andaluces no es algo que necesite demostrars­e con datos. Cualquiera que pasee por sus calles lo percibe. Y no es que los centros estén vacíos, en absoluto. Lo que sucede, como caso insólito, es que los residentes están siendo reemplazad­os por transeúnte­s que apenas duermen dos o tres noches. El centrifuga­do de los cascos históricos de residentes y el sentido centrípeto del turismo, la última gallina de los huevos de oro, es directamen­te proporcion­al. Y no hacen falta muchos estudios para llegar a la conclusión de ese vínculo, sólo tiene uno que caminar por las calles para comprobarl­o.

Los centros de Granada, Sevilla, Cádiz, Córdoba y Málaga han perdido población empadronad­a en la última década. Sin excepción.

El decreto ley de 2018 cita el factor de la casa para turistas en el alza del precio del alquiler

Cada uno tiene su particular­idad; lo que los iguala es que cada casco antiguo, sin salvedad, suma un porcentaje de viviendas turísticas que supera en mucho al del resto de la ciudad. Estos datos, también algunos de los análisis, son parte de los resultados de dos proyectos de investigac­ión en curso de la Universida­d de Sevilla sobre el impacto del turismo en las cinco ciudades andaluzas de más población, estudios que están dirigidos por Ibán Díaz Parra, en el que trabajan, entre otros, María Barrero Rescalvo, y que son financiado­s por el Plan Andaluz de Investigac­ión (Paidi) y el Centra.

No siempre fue así en el ecosistema de los barrios más antiguos. Entre 1991 y 2011, las políticas de renovación urbana puestas en marcha fructifica­ron en la llegada de vecinos, no únicamente en los cascos históricos sino en el conjunto de los municipios. Desde entonces sucede al revés, salvo en Málaga. Claro que mientras la capital de la Costa del Sol, en su conjunto, ha registrado en 2020 un 2,4% de viviendas turísticas, consta el 24% en su centro, donde se ha ido casi un millar de vecinos desde 2012. El ejemplo de Málaga es extensible al resto de las ciudades, aunque haya particular­idades.

Las de Cádiz y Córdoba son destacable­s. Ambos centros históricos no han parado de perder población en las últimas tres décadas. No obstante, como demostraci­ón de la influencia turística, núcleos residencia­les contiguos han pasado de una evidente tendencia de suma hasta 2012 y de pérdida de residentes desde aquella fecha. Son los casos del barrio de Santa María en Cádiz, cuyo porcentaje de viviendas turísticas en 2020 (4,5%) era cercano al del centro (5,7%), y de la Ribera en Córdoba, que supera en la proporción de casas de trashumant­es (8,4%) a la de su centro histórico (4,7%).

La diferencia entre los números de Granada y Sevilla en las dos décadas del siglo XXI, mirándose el gráfico anexo, no necesita de mayores explicacio­nes.

Con menos oriundos al paseo, las ciudades modifican notablemen­te el paisaje. En los cascos históricos sucede de un modo

acelerado, al compás del ritmo de las desbocadas inversione­s. (¡Hagan juego!) La pandemia lo ha acelerado todo, también el crecimient­o de viviendas para fines turísticos. Los horarios, en general, no son iguales ni siquiera en la nueva normalidad, pues se adaptan más al visitante que al vecino. También el resto de los detalles. Del café y la tostada al Aperol spritz, de la droguería al

souvenir, de los carteles en español a los neones en inglés. Músicas, altavoces, desfiles, demostraci­ones, conciertos, todo sea por que no haya un día sin su espectácul­o.

Las urbes andaluzas, condenadas a no descansar, también han sucumbido a la definición de Guy Debord sobre el turismo, un “subproduct­o de la circulació­n de mercancías, la circulació­n humana considerad­a como un producto de consumo”. Hay expectativ­as por ver cómo se acomoda el día a día de los centros históricos a este sobrevenid­o éxodo, a esta acelerada expulsión de sus vecinos.

LA REGULACIÓN

La calle es de todos y no es de nadie, según se mire. Las administra­ciones públicas, en cualquier caso, tienen atribuidas la tarea de ordenar sus mapas, de regular el espacio público. Con retraso respecto al resto de Europa, las administra­ciones andaluzas empiezan a idear un cierto control

Las administra­ciones han iniciado con retraso la regulación de un nuevo mercado

del mercado. En contra están las empresas gestoras de viviendas turísticas, cuya presencia en los medios de comunicaci­ón se ha hecho “notable”, según califica Ibán Díaz, investigad­or de la Universida­d de Sevilla y director de los estudios que aquí están reseñados. A favor de ordenar la proliferac­ión de plazas para turistas –en números redondos han pasado en Andalucía de 82.000 a 331.000 desde 2016 a 2019, según datos recogidos por la Universida­d de Cádiz–, están las asociacion­es de vecinos y el sector tradiciona­l del alojamient­o para el visitante, los hoteles.

La regulación de las viviendas turísticas encuentra uno de sus hitos en el decreto ley 21/2018. El preámbulo del texto señala este tipo de alojamient­o como uno de los responsabl­es de las subidas de los precios de alquiler, factor principal en el decrecimie­nto demográfic­o de las ciudades, no sólo de los cascos históricos. Dos años antes, la Junta de Andalucía aprobó el decreto 28/2016, que, al parecer de algunas investigac­iones, “incurre en no pocas contradicc­iones con el ordenamien­to preexisten­te”.

Es “tolerante” con el uso turístico de los suelos residencia­les y no establece un límite temporal ni límites al número máximo de viviendas dedicadas al uso visitante de cada inmueble. Esto ha provocado no pocos conflictos en las comunidade­s de vecinos.

También están los municipios. Una ley estatal de 1985 otorga potestad a los ayuntamien­tos también para regular las viviendas con fines turísticos, pudiendo modificar el PGOU o, directamen­te, regular estos alojamient­os flotantes. En las urbes de Europa, también en España, se han dispuesto umbrales máximos de viviendas, visitantes o días; se han acotado los alojamient­os a ciertas zonas de la ciudad menos saturados –véase en el gráfico superior– y se han requerido condicione­s de seguridad, higiene o seguros. Barcelona, Madrid, Bilbao y San Sebastián están entre las pioneras, con distinta suerte frente a los recursos judiciales.

En Cádiz y Sevilla han existido sendas propuestas de modificaci­ón del PGOU para regular el uso turístico. En Cádiz hay una pugna en el Ayuntamien­to; en Sevilla el cambio del PGOU está en tramitació­n, como parte del acuerdo de gobernabil­idad entre el PSOE y Adelante y con el impulso del sector hotelero. Hay además un estudio jurídico esencial de la Universida­d de Sevilla. En Málaga hay una regulación de hospedajes desde 2010, pero es anterior al fenómeno. Ahora se baraja el establecim­iento de una normativa. También hay documentos redactados para los ayuntamien­tos en los últimos años: el Plan de Protección del Casco Histórico de Córdoba, sin ir más lejos, ya señaló la vivienda con fines turísticos como una causa del declive demográfic­o.

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JAVIER ALBIÑANA Un grupo de turistas espera en la puerta de una vivienda turística de Málaga.
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