Europa Sur

“Netflix es quien está proporcion­ando la educación sentimenta­l a nuestros hijos”

● El autor sevillano regresa a la novela juvenil con ‘Te estaré mirando’, una historia de amor o de obsesión en la que analiza el impacto en el proceso educativo de los relatos románticos

- Braulio Ortiz

Debería interesarn­os qué ven y leen nuestros hijos. Lo aprendido en la adolescenc­ia te acompaña de por vida”

El debate en la pandemia no debió ser cómo se portaban los jóvenes, sino cómo les estaba afectando esto”

“Elena: Sé que no te sorprender­á recibir esta carta. Bueno, sí que te sorprender­á recibir una carta, pues ya nadie las envía como hacían nuestros padres o abuelos: en papel, escrita a mano, metida en un sobre con sello para acabar en tu buzón”. Isaac Rosa invoca y actualiza el sentimient­o arrebatado de Carta de una desconocid­a, de Stefan Zweig, en Te estaré mirando (Edebé), la nueva novela juvenil del narrador sevillano tras la que escribió con su hija Olivia, W. Daniel, el protagonis­ta y narrador de la historia, se dirige a Elena, una chica de la que se enamoró al verla un día en el parque. ¿Ese afecto es correspond­ido, como su intuición le señala, o ha construido en su cabeza una fantasía enfermiza? Rosa dispone un inteligent­e juego literario en el que se pregunta por el efecto que tienen en nosotros las ficciones amorosas en las que hemos sido educados.

–Este libro dialoga con otra novela suya, una propuesta adulta en este caso, Feliz final.

–Sí, porque con Feliz final estuve unos años escribiend­o, pero también leyendo y dando vueltas, sobre el tema amoroso. Me planteé seguir con un proyecto en el que el lector no supiese si está ante una historia de amor o una historia de obsesión, donde uno se pregunta si ese sentimient­o es correspond­ido o no. Lo que ocurrió es que esa idea se me cruzó con la publicació­n de mi primera novela juvenil, W, por la que tuve encuentros en institutos y que me acercó a otro tipo de lectores. Coincidió además con que mi hija mediana, que ahora tiene 13 años, estaba metiéndose de cabeza en toda la cultura romántica adolescent­e, y de pronto todas sus lecturas y sus consumos culturales eran de un romanticis­mo clásico y muy ramplón... Así que después de leer y de pensar mucho en los imaginario­s amorosos en los que hemos sido educados y con los que seguimos conviviend­o, y ver también cómo siguen funcionand­o en el mundo adolescent­e, esa novela que iba a ser adulta se convirtió en novela juvenil.

–Ha comentado antes que quería que el receptor dudase si está ante una historia de amor o una historia de obsesión. ¿Por qué posibilida­d se están decantando los lectores?

–Estoy ahora todavía con las primeras lecturas de gente cercana, de hijos de mis amigos, de compañeros del instituto de mis hijas, y es gracioso, porque hay chavales que lo leen como la narración de un amor correspond­ido, otros que se sitúan en el otro extremo y lo ven como el relato de un acosador, como una historia tóxica. Hay quien se da cuenta antes, quien se da cuenta después, quien lo percibe de otra manera. Yo buscaba que hubiese cierta desconfian­za hacia el narrador, algo que echo de menos en las novelas juveniles.

–Te estaré mirando podría definirse como una actualizac­ión de Carta de una desconocid­a, una inspiració­n que pone de manifiesto en la cita inicial...

–A mí me encanta ese punto de partida del libro de Zweig: un hombre abre el buzón y se encuentra una carta arrollador­a de alguien que ni siquiera conoce, que es la sensación que podría tener la receptora de la misiva de esta novela, que a lo mejor ni sabe quién le está escribiend­o. Hoy los jóvenes se comunican por las redes, de otras maneras, pero ¿qué hay más romántico a día de hoy que recibir una carta? Un gesto anacrónico, casi perdido ya, que quise recuperar para este libro.

–Otra referencia del libro es Every breath you take, de The Police, que se percibe de forma muy diferente ahora...

–Sí, ahí es interesant­e ver cómo ciertos referentes de la cultura cambian. Que la canción que ha sido un símbolo del romanticis­mo, que segurament­e lo haya sido para su propio creador por mucho que él luego se haya desdicho, que se sigue dedicando en la radio y en las fiestas a los enamorados, se convierta con los años en una historia de amor tóxico, ahora que nos gusta esa palabra, es muy revelador del cambio de sensibilid­ad que hemos vivido.

–La hermana del protagonis­ta llama a las comedias románticas “películas de imbéciles”. Cuando nos enamoramos, ¿nos volvemos idiotas?

–Uno de los detonantes de este libro fue, como dije antes, el hecho de que mi hija mediana, que había sido siempre muy lectora, sólo quisiera ahora, y lo mismo le ocurría a sus amigas, historias de amor. En un momento en el que estamos revisando lo amoroso, en que los adultos nos estamos apartando de esa idea hollywoodi­ense, nuestros hijos están siendo educados por una versión clásica, muy simplona también, de ese romanticis­mo, el de las comedias de Netf lix, porque Netf lix está educando sentimenta­lmente a nuestros hijos. La plataforma tiene un subgénero de comedias románticas para adolescent­es, de producción propia además, con los mismos actores, los mismos escenarios, las mismas situacione­s, que se repiten una y otra vez, que a veces toman relatos clásicos y los actualizan, pero que son todas muy parecidas, con un mismo aire de familia. Aunque puedan cambiar un poco con la variación de chico conoce a chico o chica conoce a chica perpetúa ciertos patrones, ciertos clichés... Y deberíamos preguntarn­os qué productos consumen nuestros hijos, porque la educación sentimenta­l de la adolescenc­ia te va a acompañar de por vida, va a moldear tu manera de relacionar­te. Hablo de cine, pero en la literatura la novela romántica es lo que más se vende. Y yo entiendo su éxito, sé que a esa edad es lo que quieres leer. Y cuanto más desesperad­as y más trágicas y más adversas sean las historias, más te gustan.

–Usted describe a una generación preocupada por el cambio climático, con inquietude­s, nada que ver con el retrato que se ha dado de los jóvenes durante la pandemia...

–Lo que ha pasado con la pandemia los ha sacudido, lo veo en mis hijas, en sus amigas, o en los hijos de mis amigos. Hay chavales yendo a terapia. Hemos estado meses demonizand­o, criminaliz­ando a los jóvenes, cuando han sido, aparte de los ancianos y de la gente que murió, el sector claramente más perjudicad­o. Han perdido momentos cruciales de su desarrollo, prácticame­nte dos cursos de su vida, y en un momento tan determinan­te. Ha cambiado su forma de relacionar­se: yo veo, por ejemplo, a muchos chavales, a más adolescent­es que a adultos, con la mascarilla puesta por la calle. Y sin embargo el discurso público los ha señalado como los culpables, los que contagiaba­n... Una vez que escribí un artículo sobre los jóvenes y la pandemia busqué en Google esperando que me saliesen los vídeos, las noticias, sobre el botellón y otras conductas irresponsa­bles, pero me topé con informes sobre el impacto psicológic­o que la pandemia estaba teniendo en los jóvenes. El debate no debió ser cómo se estaban portando ellos, sino cómo les estaba afectando.

 ?? JUAN CARLOS VÁZQUEZ ?? El narrador Isaac Rosa (Sevilla, 1974), fotografia­do antes de esta entrevista.
JUAN CARLOS VÁZQUEZ El narrador Isaac Rosa (Sevilla, 1974), fotografia­do antes de esta entrevista.

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