Europa Sur

JAMES BOND EN GLASGOW

- EDUARDO OSBORNE

ESTE fin de semana ha tenido lugar en Glasgow la nueva conferenci­a mundial sobre el clima, y allí que han ido destacados líderes mundiales, con Joe Biden a la cabeza rectifican­do a Trump, para exponer sus buenas intencione­s después de soportar, colmo niños que no han hecho bien sus deberes, la reprimenda por su conducta pasiva en la aplicación de los compromiso­s de la anterior Conferenci­a de París de 2015, con el portugués Antonio Guterres, secretario general de la ONU, en el papel de profe gruñón.

Fue el primer ministro inglés, el excéntrico Boris Johnson, quien expresó con más naturalida­d la situación catastrófi­ca que puede venirse contra nosotros a este paso, recurriend­o a una angustiosa metáfora con el más célebre agente de su Majestad como protagonis­ta, ahora al parecer en entredicho por su nueva masculinid­ad. El planeta, venía a decir Johnson, está atado a una bomba de relojería, como la que le colocaron al agente secreto James Bond, y todos los demás estamos en la posición del héroe para tratar de averiguar el código que desactive tamaña arma de destrucció­n masiva.

El problema, visto desde una perspectiv­a totalmente profana, es que ni tenemos a mano a nadie que parezca siquiera a un Sean Connery (aunque alguno se lo crea de vez en cuando) que desactive la bomba, ni contamos con un enemigo como objetivo claro dónde apuntar el arma. Más bien, se diría que el problema de la contaminac­ión y el progresivo calentamie­nto del planeta tiene variados condiciona­ntes, que van desde el abuso generaliza­do en la explotació­n de las materia primas (y algunos de sus principale­s culpables, ni siquiera se tomaron la molestia de asistir) hasta el modo de vida de esta sociedad de mercado que nos hemos dado entre todos y que, cada cual en lo suyo, no parece que tengamos mucho interés en enmendar.

Por eso, entre otras cosas, al final resultan tan decepciona­ntes estas reuniones al más alto nivel, donde abundan las buenas intencione­s (resulta curioso como el famoso bla, bla, bla de Greta Thunberg, fuera repetido sólo meses después por un tipo tan distinto a ella como Johnson) sin llegar a concretar un protocolo eficaz que fiscalice, analice y sancione en tiempo real el exceso de emisiones. Como en tantas cosas, aquí también sobra política y falta acción, y mucho me temo que nuestro admirado Bond, James Bond, está ya tan en decadencia como la propia sociedad a la que debe salvar.

Fue Boris Johnson quien expresó con más naturalida­d la situación catastrófi­ca que puede venirse contra nosotros

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