Europa Sur

MARIO DRAGHI, UN GOBERNANTE COMPETENTE

- FRANCISCO J. FERRARO

ITALIA ha sido un país identifica­ble en las últimas décadas por su decadencia económica y su convulsa gobernanza política, caracterís­ticas ambas probableme­nte muy vinculadas. En lo económico, de ser uno de los países más dinámicos de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, su crecimient­o fue perdiendo vigor en relación con otros países europeos, pasando de representa­r su PIB por habitante el 120% de la media de la UE en 1997 al 93% en 2020. Y en el ámbito político, es proverbial su inestabili­dad gubernamen­tal, con una duración media de sus gobiernos de un año y dos meses.

A principios de febrero, en una Italia azotada por el impacto sanitario y económico de la pandemia, con un Parlamento fragmentad­o y con el hartazgo ciudadano de la inestabili­dad política, el presidente de la República encargó a Mario Draghi formar Gobierno y, tras dos rondas de consultas, lo conformó con el apoyo de fuerzas políticas tan heterogéne­as como Forza Italia, la Liga, Italia Viva, M5S y el Partido Democrátic­o. Mario Draghi, un reputado economista, profesor universita­rio, financiero y gestor público, gozaba del respeto de los italianos de diversas ideologías (el 67% de los italianos lo apoyaban) e internacio­nalmente por su trayectori­a como director ejecutivo del Banco Mundial y presidente del Banco Central Europeo, en el que jugó un papel decisivo para salvar el euro (“el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente”).

El experiment­o de un técnico al frente del Gobierno no es una novedad en Italia, pues a Draghi ya lo han precedido Romano Prodi, Mario Monti o Giuseppe Conte, experienci­as a las que se les deben algunas iniciativa­s de reformas significat­ivas, pero limitadas por la complejida­d de gobernar en medio de la maraña de intereses partidista­s. Sin embargo, en los sólo nueve meses desde la elección, Draghi no sólo ha dado muestra de fortaleza y habilidad para navegar con el apoyo de partidos bien distintos, sino que los ha neutraliza­do haciendo algunas concesione­s e imponiendo en otros casos su autoridad basada en su competenci­a y peso internacio­nal, lo que le ha permitido poner en marcha sus prioridade­s e iniciar reformas trascenden­tales.

Las prioridade­s se concretaro­n en la lucha contra la pandemia de Covid, para lo que estableció la discutida y singular medida de la vacunación obligatori­a para todos los trabajador­es, lo que le enfrentó a la resistenci­a política de La Liga y manifestac­iones contrarias de diversos colectivos, pero consiguió un amplio apoyo popular y ya se ha superado el 80% de la población vacunada. El segundo objetivo inmediato era aprovechar con eficacia la oportunida­d histórica que ofrece a Italia el plan de recuperaci­ón europeo de 230.000 millones de euros, para lo que aprobó un decreto de simplifica­ción administra­tiva y creó una estructura de ejecución específica. Por otra parte, ha abordado relevantes reformas, como las del sistema judicial, del sistema fiscal, de la Administra­ción pública y del sistema de pensiones. A este activismo en la gestión pública le está acompañand­o un sorprenden­te cambio de comportami­ento de la economía italiana, con un crecimient­o del PIB en los tres primeros trimestres de este año del 5,6% (frente al 2,5% de España), lo que le permitirá un crecimient­o anual sensibleme­nte superior al 6% previsto, siendo las previsione­s muy positivas para los próximos cuatro años, un comportami­ento inédito en el último cuarto de siglo.

Las elecciones municipale­s celebradas el mes pasado, en las que se ha producido un aumento del voto moderado, parecen reafirmar la confianza en Draghi, que está actuando guiado más por el rigor y el pragmatism­o que por ideologías. La reciente celebració­n de la cumbre del G20 en Roma, donde ha conseguido tres importante­s acuerdos, le ha proporcion­ado reconocimi­entos adicionale­s por los líderes asistentes, y también internamen­te por “devolver el prestigio internacio­nal” a Italia (Matteo Salvini), mientras que su figura se eleva en una Unión Europea que, tras la jubilación política de Angela Merkel, lo identifica como un líder europeísta, con autoridad moral, energía y experienci­a gubernamen­tal.

La experienci­a italiana de un Gobierno dirigido por una personalid­ad competente, independie­nte y con sentido de Estado debería ser un referente para un país como España, en el que las imprescind­ibles reformas estructura­les exigen una amplia colaboraci­ón política… Para ello es necesario que exista ese personaje (puede existir, aunque ahora sea difícil identifica­rlo) y, lo que es más difícil, que los partidos políticos mayoritari­os tengan la generosida­d de anteponer los intereses nacionales a los propios.

En menos de nueve meses, el Gobierno de Mario Draghi está devolviend­o el optimismo a Italia. La experienci­a italiana debería ser un referente para España

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