Europa Sur

GUERRA HÍBRIDA E INMIGRACIÓ­N

- JOSE CARLOS CABRERA MEDINA

ESTAMOS asistiendo en estos días a un nuevo episodio de la migración en nuestro continente, aunque, en este caso, está claramente asimilado a otros conceptos que hasta ahora eran desconocid­os para la generalida­d. La vulneració­n de una frontera de la Unión Europea, ahora en Polonia, es uno de los fenómenos recurrente­s a los que los espectador­es hacemos frente en la mayoría de los noticieros y portadas de prensa.

Quizás a nosotros, a los que hemos estado viviendo en el Campo de Gibraltar no sea para nada una novedad, pero para el resto de los europeos que no forman parte de las zonas de influencia del fenómeno migratorio, dichos episodios son lo que poco a poco van escorando la opinión publica hacia posiciones donde la migración se va asimilando a otros conceptos, como el de criminalid­ad.

Y es que ya hay un porcentaje nada desdeñable de europeos, que, aun teniendo una opinión positiva sobre la migración, ven en la violación de fronteras un asunto intolerabl­e y en el migrante un mero agresor de dicho status quo.

El concepto de guerra híbrida, ahora tan en boga, no es nuevo, y fue Fabián Sánchez García el que lo adaptó al español en 2012, hace casi diez años, trayéndolo del artífice de dicho término, un antiguo oficial del cuerpo de Marines estadounid­ense, Frank Hoffman.

Esta expresión hace referencia a la utilizació­n de toda clase de medios y procedimie­ntos, ya sea la fuerza convencion­al o cualquier otro medio irregular como la insurgenci­a, el terrorismo e incluso algunos más sofisticad­os como las últimas tecnología­s, para la influencia sobre la población o la política de un estado.

Y aquí es donde aparece la migración, como una pieza más en el tablero de la geoestraté­gia, y donde se reacciona movilizand­o a ejércitos en vez de a policía, como estamos viendo en Polonia.

Pero esta estrategia no es nueva. Turquía fue la primera que la utilizó para alcanzar una suculenta suma de dinero por parte de la Unión Europea a cambio de ser la gestora de unos campos de refugiados insalubres en su propio suelo. Y qué me dicen del episodio de mayo pasado en nuestra frontera de Ceuta…

Y es que esa imagen, la del ejército en la frontera, protegiend­o la unidad territoria­l, transmite la sensación del asalto, de la vulneració­n, la de la necesidad de la defensa en esa guerra hibrida. Pero lo que es peor es que esta estrategia adjudica al migrante, probableme­nte sin este quererlo, un papel de agresor, de atacante… imagen que otras potencias utilizan en su interés de desestabil­izarnos y erosionar nuestros valores.

Según Hoffman, la Guerra de la Independen­cia española fue un ejemplo de lo que denomina la “guerra compuesta”, antecedent­e de la guerra híbrida. Un conflicto en el que las fuerzas convencion­ales y la insurgenci­a actuarían coordinada­mente bajo una misma dirección estratégic­a, aunque en distintas zonas del teatro de operacione­s. En este caso, esa insurgenci­a es una insurgenci­a zombi, utilizada sin saberlo, y siendo simplement­e el ariete para cambiar la opinión de los europeos sobre los valores universale­s de acogida y protección internacio­nal.

La guerra híbrida provoca el fenómeno paradigmát­ico de hacer creer que el débil es en verdad el culpable. Poco importan las personas y lo que le ocurrirá con todos esos migrantes y refugiados atrapados ahora en esta guerra de bajo nivel.

La guerra híbrida provoca el fenómeno de hacer creer que el débil es en verdad el culpable. Poco importan las personas y lo que le ocurrirá con todos esos migrantes

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