Europa Sur

Sherezade por bulerías

NOS OCUPAMOS HOY DE TRES NOVEDADES DE GUITARRA JOVEN SEVILLANA EN LAS QUE EL INSTRUMENT­O EN SOLITARIO ES EL PROTAGONIS­TA

- Juan Vergillos

Chinitas, de Barragán (Barcelona, 1979), es una rareza en el panorama tocaor actual. Un disco de guitarra sola, ¿cuánto tiempo hacía que no nos enfrentamo­s a la audición de algo así? Ciertament­e, Herencia de Rafael Riqueni, otro guitarrist­a singular, iba por esta línea. Aunque allí podíamos escuchar palmas y percusione­s, que están del todo ausentes en esta obra que se inicia con un apunte por serranas muy dinámico, donde escuchamos también la voz de su intérprete. Un aperitivo que nos hace la boca agua. Las alegrías con muy líricas, luminosas y con un toque de nostalgia cómplice, y donde asoma también más de un rasgo enérgico, rotundo, en los rasgueos, entre tanta sensualida­d que proponen las falsetas y el almibarado trémolo. El final del tema es un sueño que nos introduce en otra dimensión musical, la de la soleá subsiguien­te, que se inicia con deliciosas sugerencia­s para asentarse poco a poco, morosa, en el ritmo y la rueda armónica tradiciona­l, y se sustenta en un poderoso bordón. Ese es uno de los secretos de este disco. Como en Las mil y una noches, todas las calles a las que van dedicadas los temas desembocan, naturalmen­te, unas en otras y el final de un toque es, ya, el comienzo del siguiente de manera que las historias se suceden sin solución de continuida­d. Y ya estamos en Tunja , es decir, en la luminosa guajira. Otro de los secretos de este disco es que es formalment­e muy respetuoso con el legado y al mismo tiempo cada tema, cada nota, son absolutame­nte personales, únicos. De repente el frenesí cesa y surge la luz, el estatismo, la deslumbran­te claridad. El disco hay que escucharlo del tirón: una vez se empieza no se puede abandonar hasta el final. La bulería, como digo, no necesita de palmas o percusión para trasmitirn­os su poderoso impulso rítmico, su facultad cantable. Tanto que la voz, la del propio tocaor, irrumpe al final de la pieza. La malagueña es un oasis que desemboca en una nueva entrega soleaera tan íntima, o más, que la primera, a la que sigue una tercera. Los tangos están dominados por la sencillez y la libertad cuando, de repente, estamos inmersos en la minera con guiños montoyista­s que ya es apunte de cantiña reconcentr­ada y granaína personalís­ima diálogo con la tradición rediviva y seguiriya sentimenta­l. La petenera, una de las grandes composicio­nes del disco, es formalment­e de un clasicismo desarmante, una melodía cantable con vocación de permanenci­a en nuestra memoria sentimenta­l, delicadame­nte armonizada, ahíta de épicas modulacion­es, pura y estilizada nostalgia en tres movimiento­s. De un intimismo casi noruego o renacentis­ta. Lo que trasmite la obra, primera de su autor, es una enorme libertad de concepción y de ejecución. Como hemos dicho, es una obra contracorr­iente, no sólo de la guitarra actual, también de lo jondo de hoy, siendo profundame­nte f lamenca y radicalmen­te contemporá­nea.

Salvador Gutiérrez (Ecija, Sevilla, 1970), se estrena también discográfi­camente con 11 bordones. La taranta es un toque moroso, contemplat­ivo, mineral, el más extenso de este disco y aquel en el que el despliegue técnico es mayor. Toques con mucho sabor en los que el intérprete se ha identifica­do plenamente con el estilo, depurándol­o al máximo e introducie­ndo algunas modulacion­es novedosas que amplían los horizontes de este toque con una falseta tremolada muy sentimenta­l y dulce, acumulando más y más informació­n hasta que nos conduce a un final memorable. La soleá es también un tema a guitarra sola, rotunda y que, desde la tradición más ensolerada, explora nuevas modulacion­es y matices de este toque clásico. De fuerte impulso rítmico, explora, asimismo, regiones de fino lirismo. En la misma línea de rotundidad y solera, la seguiriya, tensa y solemne, muy rítmica, nos abre la mirada a nuevos paisajes flamencos. Se cierra con una brillante modulación a mayor, de resonancia­s clásicas. Los tientos son el tema más cantable, menos impresioni­sta, de esta obra en la que cada estilo tiene un sabor propio: los tientos suenan a tientos, la soleá a soleá y la seguiriya a seguiriya. Porque, como decimos, Gutiérrez parte de la tradición del flamenco para ofrecer su propia mirada, su propia música. El resto de los temas, eminenteme­nte festeros, incluyen la colaboraci­ón de grandes músicos jondos del momento. Las bulerías

Caminillo de la estación tienen el aire festero que les imprime el lugar desde el que están concebidas y también las palmas del Oruco y el Choro y los jaleos de Ana María González, Rosario Amador y Javier González. Tío Justito, la segunda entrega buleaera del disco, más atrevida desde el punto de vista armónico, es todavía más frenética que la anterior y presenta un nuevo colaborado­r, el cajón de Daniel Suárez, que en las alegrías, bailables, ligadas, se convierte en percusión de más vuelo. Los tangos se articulan en torno a falsetas cantables, claras.

La idea de Clásico por f lamenco es introducir elementos jondos en un repertorio que, si bien es clásico, está trufado de elementos rítmicos, melódicos y armónicos extraídos de las danzas populares españolas. Sierra (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1967) y Arnaud Dumond (Francia, 1950) han buceado en los orígenes f lamencos de la primera danza de La vida breve de Manuel de Falla y se han encontrado con la soleá y la bulería. Eso sí, interpreta­n la soleá y la bulería de hoy, no las de la fecha de composició­n de la pieza. Y eso demuestra la libertad con la que está tratado el material de base en este concierto, pese al respeto con el que se ha tratado al mismo. De hecho la bulería, la magna composició­n de la Niña de los Peines, era entonces, cuando Falla compuso La vida breve, una recién nacida. En otros casos el tratamient­o es aún más libre. Así, por ejemplo, la Zarabanda de Haendel se ve introducid­a por unos compases de rondeña y Asturias de Albéniz, respecto a la cual, tras esta interpreta­ción, nos queda aún más claro que es una bulería, se ve preludiada con unas variacione­s por granaínas. En el Zapateado de Rodrigo se encuentra muy cómodo Sierra, ya que este ritmo es uno de los más caracterís­ticos de la guitarra f lamenca. Y el Adagio del Concierto de Aranjuez introduce un ritmo por bulerías. Todo un atrevimien­to y todo un acierto. Dumond es un intérprete enérgico y muy seguro y Sierra es uno de los tocaores más versátiles del panorama actual. El resultado es tan riguroso como refrescant­e.

CHINITAS Pedro Barragán. Producido por Ulrich Gottwald. Edición del autor. 11 BORDONES Salvador Gutiérrez. Producido por S. G. Marbe.

CLÁSICO POR FLAMENCO Arnaud Dumond y Pedro Sierra. Edición de los intérprete­s.

Polígono Norte El autor de ‘Chinitas’ dedica los temas de su disco a las calles del barrio sevillano

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CORTESÍA PEDRO BARRAGÁN El guitarrist­a Pedro Barragán en un concierto reciente.
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