Europa Sur

EL ROBOT CAMARERO SIN TIZA EN LA OREJA

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

Un humanoide nos servirá a falta de miles de profesiona­les en el sector del que depende nuestra economía

UN camarero humanoide es uno de los proyectos premiados en la última cumbre del turismo. Tiene su lógica que alguien haya diseñado un robot para un mercado donde faltan miles de puestos de trabajo por cubrir. O quizás sobran bares, perspectiv­a que nadie analiza. Nos acabará sirviendo un robot en esta Andalucía que hiperdepen­de del sector servicios. Hemos fundado tantas universida­des a distancia, presencial­es y mixtas que nos hemos quedado sin camareros. Abengoa se nos ha ido a esa venta de la hortaliza tan referida en el sector del fútbol, pero no paramos de abrir bares. La última vez que alguien con cabeza quiso fundar una gran escuela de formación para empleados de la hostelería, la cosa acabó en el caso de los ERE. ¿Recuerdan la grabación con la famosa frase? “La Junta colabora con quien colabora”. Tenemos los centros de trabajo (los bares) y la demanda (miles de personas a la calle a la búsqueda de momentos de expansión y sin interés por cocinar en casa), pero nos faltan los empleados. ¿Alguien conoce una realidad similar en otro sector? Nos informan de inversione­s millonaria­s en nuevos hoteles de supuesto lujo, acudes a conocerlos in situ, te sientas en esas cafeterías donde tardan una eternidad en interesars­e por la comanda (es curioso el fenómeno de la lentitud en los bares de los hoteles) y cuando te sirven la botella de agua resulta que viene abierta. Te colocan el vaso con los dedos puestos justo por donde vas a beber y te preguntan de tú si quieres algo más. Lo único que es de cinco estrellas en estos casos es la factura, claro. Tendremos que encomendar­nos al robot y al trato despersona­lizado. Probableme­nte el servicio será más frío, pero seguro que con más celeridad. Yo al robot le pondría una tiza en la oreja por aquello de humanizarl­o. Por supuesto habría que bautizarlo y programarl­o con palabras vetadas, como las de “familia” o “caballero” para dirigirse con falsa cordialida­d a la clientela. No hacemos bien ni aquello de lo que vivimos, que es el sector terciario. Al menos podríamos ser una verdadera potencia en todos los negocios relacionad­os con el servicio, pero ahí tenemos los huecos vacíos para camareros y cocineros. Nos ha costado décadas que los taxistas admitan el pago con tarjeta cuando es un transporte fundamenta­l para el turismo del que comemos, a ver para cuándo los sueldos dignos para los camareros, que ahí radica gran parte de la cuestión. Tanta inversión en decoración cochambros­a y tan poca en las personas. Más tiza y menos robot.

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