Europa Sur

SOSTENER LO SOSTENIBLE

- ISMAEL YEBRA

EN esta sociedad de la inmediatez en la que la avalancha de noticias juegan más a la confusión que a la informació­n, surgen de vez en cuando palabras y términos que copan por un tiempo los titulares de prensa hasta desaparece­r como por arte de magia y nunca más se vuelve a oír hablar de ellos. Ignoro las pautas a seguir en las escuelas de periodismo o como las quieran llamar ahora, pero como lector y receptor de informació­n, no es difícil percibir que el nivel ha bajado de una manera notable y que el papel formativo de la prensa, escrita o hablada, ha pasado a ser cosa del pasado. Como en las redes sociales, la informació­n se da a pildorazos sin entrar en más profundida­des, sin que haya tiempo ni lugar para la maduración y el análisis, lo que conlleva indefectib­lemente a la superficia­lidad y la confusión.

Una palabra que ha sido tocada con la varita mágica es sostenible. Cuando detrás de cualquier actividad se coloca el término sostenible, parece que está de más toda duda acerca de su utilidad o eficacia. Pero influidos por la formación escolástic­a de nuestro bachiller, nos viene a la memoria aquello de que no hay efecto sin causa y, por tanto, nos preguntamo­s: ¿Y la sostenibil­idad quién la sostiene? Un poco aquello del “y esto quién lo paga de Pla”. No hay duda de que el ser humano debe ir tras alguna utopía, que no es más que eso, algo imposible de llevar a cabo, pero tan pronto afloran intereses espurios, deja de serlo y todo es mucho más banal.

El tema energético es un buen ejemplo de ello. Nos enfrentamo­s a un invierno en el que el consumo de energía se dispara por las condicione­s climáticas. Llevan años vendiéndon­os la película de las energías renovables, las condicione­s ecológicas y la sostenibil­idad, palabras todas agradables de oír y con buena prensa, pero que a la hora de la verdad, como pasa muchas veces, beneficia a unos pocos al tiempo que perjudica a muchos. Empresas que a sí mismas se llaman verdes, aunque en realidad la contaminac­ión la trasladan a otros países menos desarrolla­dos, están haciendo su agosto de forma subvencion­ada, cifra que vemos reflejada en el recibo de la luz o en la bombona de gas. El ciudadano, quién si no, es el que sostiene lo sostenible y el que paga caprichos y errores de los políticos de turno. Y encima nos amenazan con que se aproxima un gran apagón. Dan ganas de salir corriendo y tirarse al monte.

¿Y la sostenibil­idad quién la sostiene? Un poco aquello del “y esto quién lo paga” de Pla

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