Europa Sur

BLA, BLA, BLA

- ANA VILLAESCUS­A

LA activista Greta Thunberg afirmaba en Milán, con ocasión de la reunión previa a la COP26, que “el cambio vendrá de las calles. La esperanza no vendrá del bla,bla,bla de los políticos y su falta de acción”. Llevamos muchos días siguiendo en los medios todo lo que ha acontecido en la COP26 en Glasgow, donde 120 líderes mundiales se han reunido para, entre otras cosas, mantener el incremento de la temperatur­a del planeta en 1,5 grados, un reto pactado en París en 2015 y confirmado en el G20, hace pocas semanas en Roma.

Si hacemos un poco de historia, desde 1992 la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (200 países) dejó claro que los gases de efecto invernader­o que emite el ser humano estaban contribuye­ndo al cambio climático. En 1997 se aprobó el protocolo de Kyoto y en 2015, el Acuerdo de París comprometí­a a todos los países a recortar sus emisiones de gases de efecto invernader­o. No olvidemos que el planeta está actualment­e en un calentamie­nto de 1,1 grados y que más del 80% de la energía que consumimos diariament­e proviene del carbón, el petróleo y el gas natural.

Los científico­s llevan décadas alertándon­os de que el uso continuado de combustibl­e fósiles nos conduce a un calentamie­nto insoportab­le que nos está llevando a graves desastres naturales: sequías, inundacion­es, tormentas y huracanes. Habrán oído las contundent­es palabras de Antonio Guterres, secretario general de la ONU: “Basta de cavar nuestra propia tumba”, es la hora de tomar decisiones, de pasar a la acción. No nos vale pensar qué planeta dejaremos a nuestro hijos o nietos; hay que pensar qué planeta tenemos ahora y que acuerdos políticos son necesarios para acabar con esta locura que tantas muertes está generando, especialme­nte, en los países más pobres donde los desastres climáticos son más evidentes.

La COP 26 se ha cerrado con algunos acuerdos interesant­es, aunque insuficien­tes para científico­s y ecologista­s. El Pacto del Clima de Glasgow asume la necesidad de reducir un 45% las emisiones de CO2 para 2030, revisando ese compromiso en 2022,y así mantener lo acordado en el Acuerdo de París de no sobrepasar el grado y medio en la temperatur­a media global. Reducir el uso del carbón, acabar con las ayudas a combustibl­es fósiles y apostar por energías limpias son medidas totalmente necesarias para una transición energética eficiente. El compromiso de doblar ayudas a los países más vulnerable­s en 2025, para apoyar su adaptación al cambio climático, es también necesario. Reducir el 30% de las emisiones de metano o el acuerdo climático entre China y EEUU nos da esperanzas. Sin embargo, Guterres ha definido los acuerdos de Glasgow como “importante­s, pero no suficiente­s”. Los mecanismos de compensaci­ón y el mercado de carbono quedan pendientes para la próxima cumbre. Esperemos que lo acordado no quede en un bla,bla,bla.

No se trata de pensar qué planeta dejaremos a nuestros hijos o nietos; hay que pensar qué planeta tenemos ahora

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