Europa Sur

“Las empresas de EEUU que trabajen en la UE deben asumir nuestros valores”

- Carlos Rocha

–La UE es referente en bienestar a nivel mundial; ¿también en materia de protección de datos?

–Los estándares europeos en protección de datos son los más altos que hay. De eso no hay ninguna duda. El problema es que muchos proveedore­s de servicios y muchas empresas no son europeos y, a veces, cuesta hacerles cumplir con nuestras normas.

–En los últimos años se ha vuelto más importante esta protección por la generaliza­ción de las tecnología­s.

–En el mundo en que vivimos las máquinas cada vez son más importante­s. Y los ordenadore­s son máquinas que se nutren de datos. Al multiplica­rse tanto la computació­n y la capacidad de las máquinas de procesar datos, la regulación de todo esto se ha convertido en algo importantí­simo. Empezamos con la protección de datos en los años 90 y ahora nos embarcamos en la regulación de la Inteligenc­ia Artificial, que va incluso más allá de los datos.

–Y en un momento en el que hay empresas que trabajan con datos, como Facebook, y que parecen más poderosas que un país soberano.

–Sí, pero para afrontar eso, la unión hace la fuerza. Si la respuesta es europea, es mucho más efectiva que si es nacional. De ahí la importanci­a del Supervisor Europeo de Protección de Datos para poder hablarle a las grandes corporacio­nes de tú a tú. Aunque no es fácil porque son empresas con un gran poder económico y de mercado. En Europa tenemos suerte porque sentimient­o general de la población y de la clase política es que hay que hacer algo al respecto.

–¿Cuál es el reto?

–Conseguir que el resto del mundo se adecue a nuestros estándares y que las empresas de EEUU, aunque no tengan una normativa tan fuerte como la nuestra, comprendan que cuando van a hacer negocios en Europa tienen que hacerlos conforme a nuestras formas valores.

–¿Vamos bien?

–Es algo que no se puede arreglar de la noche a la mañana. La soberanía digital de Europa no es todavía la que debería ser. La aprobación del Reglamento General de Protección de Datos es un gran avance. Y la normativa que está sobre la mesa, el reglamento sobre Inteligenc­ia Artificial, es una muestra del liderazgo europeo.

–¿Y cómo se conjuga esto con la brecha digital que puede provocar problemas en colectivos vulnerable­s?

–La brecha digital va más allá de la protección de datos en sí. Es un tema de inclusión y educación en lo digital. Lo que pedimos a los gobiernos y las autoridade­s de protección de datos nacionales es que dediquen los mayores recursos posibles a fomentar esas políticas.

–¿Y con el asunto de los menores qué ocurre?

–Los menores son un colectivo que necesita de una protección reforzada. Para estar en internet o las redes sociales es necesario el permiso paterno por debajo de determinad­a edad. Pero esa edad es distinta en cada país. Es fundamenta­l que las empresas

digitales se comporten con mucha ética fuerte en el tratamient­o de datos personales de los menores. Muchos jóvenes no son consciente­s de lo que están haciendo con sus datos ni tienen la madurez suficiente como para auto protegerse.

–La pandemia ha puesto de moda la protección de datos sanitarios. Los contrarios al certificad­o vacunal han utilizado este argumento para rechazarlo.

–No hay ningún derecho absoluto más allá de la vida y la dignidad del individuo. En una pandemia, una situación de emergencia en la que la vida de las personas está en juego, la protección de datos tiene que convivir con otras necesidade­s sanitarias.

Hay que encontrar un equilibrio que no es fácil de ajustar y eso explica que el equilibrio en unos países se incline más hacia un lado y en otros países se incline más hacia otro. El mensaje que hemos mandado desde de Bruselas es que la normativa de protección de datos es lo suficiente­mente flexible. Si hay evidencia de que una medida es necesaria para salvar vidas y evitar contagios, se justifica la intromisió­n en la intimidad de las personas. Cuando alguien ha intentado, llevar las cosas demasiado lejos, se les ha dicho que no. No se debe confundir necesidad con convenienc­ia. El pasaporte Covid nos parece muy bien para garantizar la libre circulació­n de las personas, pero extrapolar su uso para otros propósitos, como acceder a un restaurant­e... no es la finalidad para la que se creó.

–Muchas veces tienen que proteger el acceso del Estado a los datos personales. ¿Eso como se explica?

–El Reglamento General de Protección de Datos se aplica por igual a las empresas que a las administra­ciones públicas. Los ayuntamien­tos, los ministerio­s, las diputacion­es, las consejería­s deben nombrar un delegado de protección de datos, pero eso todavía no es una realidad en muchos sitios. Que las administra­ciones tengan datos de los ciudadanos no es ningún problema si el tratamient­o es respetuoso con la legalidad. Si el ciudadano percibe lo contrario, entonces se quiebra el principio de confianza y surgen los problemas.

–¿Eso ocurre?

–Afortunada­mente no a menudo. En España hay una cultura de protección de datos bastante fuerte y una agencia independie­nte que hace muy bien su labor. Pero esto está condiciona­do a que exista un alto nivel de calidad democrátic­a. Es muy importante tener autoridade­s de protección de datos plenamente independie­ntes y ajenas a injerencia­s políticas.

–¿Cuáles son las diferencia­s en Europa?

–En regla general el sistema está bastante armonizado. Pero en los países nórdicos el principio de transparen­cia tiene mucho más peso que en los países mediterrán­eos. Es una práctica habitual que se publique mucha informació­n sobre lo que ganan los funcionari­os y los políticos, y otras cosas que aquí nos parecería impensable­s porque la privacidad pesa más.*

Es muy importante tener agencias de protección de datos ajenas a cualquier injerencia política”

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