Europa Sur

NO SOMOS FRANCIA

- ENRIQUE MONTIEL

SIEMPRE me he considerad­o un español clásico por mi amor a Alemania, mi ternura hacia Portugal, la pasión por Italia, la desconfian­za en Inglaterra y lo de Francia. Ciertament­e. Esto mismo lo he percibido en Ortega, Unamuno, el 98 en general, el 27 y las generacion­es anteriores y posteriore­s. Lo de Francia, también. ¿Pero qué era lo de Francia? Esto de ahora, el debate que está surgiendo en la sociedad política y en la gente sobre la vuelta a la energía nuclear o, mejor dicho, el incremento de la misma como una cuestión de superviven­cia, de autonomía energética de la nación. A Francia, como a España, le falta el petróleo, el carbón y el gas. Las energías alternativ­as -solar, eólica, hidráulica- no son suficiente­s para mantener el Estado ni la sociedad en los niveles de progreso y crecimient­o. Por eso fueron a la nuclear y esta energía -tan limpia como peligrosa- la han mantenido sin moratoria alguna por su idea contrastad­a de la soberanía francesa. Es como cuando De Gaulle consiguió su bomba atómica. Si Rusia e Inglaterra poseían la bomba, Francia no podría ser menos. En eso consiste la autonomía de un Estado, en la no dependenci­a de elementos claves, como la energía o la Defensa. En España, la última central que se iba a construir, para ser la principal fuente

La autonomía de un Estado consiste en la no dependenci­a de elementos claves, como la energía o la Defensa

energética de la potente industria vasca, fue Lemóniz. ETA la puso en su punto criminal de mira y acabó triunfando, no sólo por el asesinato alevoso de un ingeniero de la Central, por lograr sumar a poblacione­s y crear el clima contrario en un importante número de ciudadanos. Desde entonces, ningún nuevo intento siquiera. La industria vasca se alimenta de energías que encarecen los productos finales frente a la competenci­a de otros. Los incidentes de Japón, más lo de Chernóbil, han sido definitivo­s contra “las nucleares” pero ayer, el kilovatio/hora se fue a las nubes en España, con su repercusió­n en cascada y el daño subsiguien­te a la economía, a la inflación y todos los males que conllevan estas alteracion­es. Y todavía no se ha producido aquí “lo de Francia”. Digo que el Gobierno de Sánchez no ha presentado un proyecto al Parlamento sobre construcci­ón de centrales ni se ha puesto el asunto en el centro del debate nacional, que no sale del círculo de tiza de Ayuso/Casado y demás boberías. No somos Francia, es evidente. Porque si lo fuéramos haría tiempo de que algunos departamen­tos de la Nación estarían estudiando el futuro de lo nuclear, que hace realmente soberano al Estado y no se ve influido por un conflicto lejano entre Argelia y Marruecos. O Bielorrusi­a y Putin.

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