Europa Sur

ESCOHOTADO, ENTRE TANTO MANOSEO

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ES oír un encendido alegato por la libertad y levantárse­me una ceja con descreimie­nto y temor. Abanderado de la libertad con la carótida reventona y trilero de tararí que te vi tienen algo de expresione­s sinónimas. El canto a la libertad desde un estrado, bajo una pancarta o en una red social huelen a truco. Nada nuevo, por otra parte. Históricam­ente, muchos gobernante­s y hasta regímenes siniestros no han dudado en manosear la palabra: diría uno que casi todos. Manipulado­res que nos quieren cocer como a ranas en una olla que se calienta poco a poco, adormecién­donos hasta aniquilarn­os (al menos, anestesián­donos).

En los últimos días hemos asistido varios episodios en los que vates de la libertad se han pronunciad­o ante correligio­narios o entre la masa manifestan­te. La primera, Ayuso, que ha bajado al latifundio meridional del Partido Popular a desenfunda­r contra Casado, su íntimo enemigo, su rival interior. Sin nombrarlo ni retarlo en el saloon: “Vuela libre, Juanma”. Ahora dice la dueña madrileña que se refería a Vox, pero no cuela. Como dice un personaje de radio de Juan Carlos Ortega, “perdona, el daño ya está hecho”. Juanma respondió “siempre he sido libre”. Vale. Casado habló de orquestas afinadas. Y de solistas vanidosos. De Ayuso hablaba, claro.

También esta semana, manifestan­tes de Austria y Alemania, muchos de ellos a lo bestia, apelan a su libertad para ir contagiand­o el Covid a quienes les salga a ellos de sus libérrimas bolas. Algo no han entendido de aquel aserto de “tu libertad acaba cuando empieza...”, ya saben. Por supuesto, los ultras de allí sacan partido.

Una verosímil y honesta imagen de la libertad nos la ha evocado en su muerte anteayer el filósofo –y muchas otras cosas– Antonio Escohotado. Una voz valiente, singular y a veces estupefaci­ente, culta y de brillante elocuencia y escritura, ajeno a cómodos trajes ideológico­s prêt-à-porter, irreductib­le, crítico con lo que le pareciera, sin filias. Un librepensa­dor (que no liberal, como lo han definido algunos interesada­mente) . Nada que ver con malicias e insidias intraparti­do, ni con energúmeno­s pastoreado­s por inf ladores de carótidas. Pongo en su boca unos versos del Retrato de Antonio Machado: “Al cabo nada os debo, debéisme cuanto he escrito”. A su trabajo acudió, con su dinero pagó. Gracias de corazón, profesor Escohotado. Adiós. Aunque será hasta la vista: estoy deseando a sacar un par de libros suyos de la estantería, y saludar con ilusión a los ácaros entre sus páginas.

Entre insidias y demagogia en nombre de la libertad, se apaga un lucero de verdad libre

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