Europa Sur

CALLE PARA SIEMPRE

- PABLO GUTIÉRREZA­LVIZ

HACER la calle se asocia a la prostituci­ón femenina, tanto en el ámbito coloquial como en el imaginario colectivo. La Real Academia Española adaptó esta expresión a los nuevos tiempos, y la define, sin discrimina­ción sexual, como buscar a los clientes en la calle (especialme­nte, en la práctica del comercio carnal).

En realidad, casi todos los profesiona­les hacemos la calle, buscamos a nuestros clientes, desde los políticos hasta los que nos dedicamos a la fe pública, con independen­cia de las respectiva­s identidade­s sexuales. Los notarios tenemos, además, una función profesiona­l muy callejera: la de notificar requerimie­ntos. Como un singular cartero, normalment­e portador de malas noticias. En todo caso, un afortunado profesiona­l de la calle. Y ello me ha permitido deambular por las ciudades en las que he ejercido mi profesión, observando los curiosos nombres de algunas calles. También leo en las escrituras las señas de los comparecie­ntes, o las direccione­s de las casas que se transmiten en el propio documento público.

Alberti, en su libro El poeta en la calle no abordó el callejero de una ciudad determinad­a, se limitó a compilar poemas, en forma de variopinto panf leto, y llegó a calificar a la Pasionaria: “estrella salvadora, la nueva aurora, madre del sol de la mañana”. Como notario en la calle no busco a una novísima estrella, ni a la aurora boreal, solo deseo, con cierta pasión, que el destinatar­io recoja la cédula de notificaci­ón a la mayor brevedad, con suerte, antes de la puesta de sol.

Cuentan que Fraga, como vicepresid­ente del primer gobierno de la monarquía, proclamó “la calle es mía”.

A un ciudadano de izquierdas le gustaría vivir en el barrio del Porvenir, en concreto, en la calle Progreso. Parece que podría ser excesivo pedirle a una feminista recalcitra­nte, algo atea, que tuviera su domicilio habitual en la calle Esclava del Señor. O a un prestigios­o ladrón que resida en la calle de Refugio de los Pecadores. El colmo sería que un rico por su casa y arruinado por sus vicios terminara viviendo en la calle Regreso del Hijo Pródigo.

He paseado por la calle Compañía, que debería estar cerca de la vía de la Soledad. Y he visitado la calle Dormitorio. En cambio, no conozco ninguna otra que fuera la de la Cocina, o la del Comedor. Curiosamen­te, en Écija puede visitarse la conocida como Plaza del Salón.

En Sevilla existe la avenida de la Mujer Trabajador­a. Si además la mujer ha sido madre, en la ciudad de Camas, se encuentra la calle Madre Coraje. La cosa se complica si quisiéramo­s congraciar­nos con todas las variantes de la maternidad. Estaría la Madre Soltera, ya sea por descuido o aposta; la Madre Soltera Inseminada, y la Madre Soltera Inseminada Lesbiana. Y la Madre Política; en plural, las Suegras, que tienen calle en Chiclana de la Frontera, aunque sin alcanzar la categoría de avenida. No habría que olvidar a la Madre de Familia Numerosa, presuntame­nte pacata, que será la salvadora de la asolada Seguridad Social.

La excesiva concreción de la especialid­ad profesiona­l del homenajead­o con una calle se presta a cierta discrimina­ción. En un pueblo, pude ver la calle de “María, La Matrona”. En cambio, sospecho que a Natalio, mi urólogo, no le pondrían una calle con la coletilla de su especialid­ad. Y que conste que se lo merece.

El advenimien­to de la democracia supuso la lógica modificaci­ón de la denominaci­ón del callejero de corte franquista. Posteriorm­ente, al amparo de la mal llamada ley de memoria histórica, se retomó este asunto con cierto revanchism­o.

La calle principal de Villamartí­n ha tenido varios nombres sucesivos: San Sebastián, los de unos clérigos locales, y en la dictadura, General Franco, lo que tocaba. Pues bien, en una escritura pude leer que se vendía una casa de esa ciudad, en la calle General Franco, hoy, el Santo. El dictador elevado a los altares por obra y gracia de unos aviesos concejales.

Y en Cádiz, hace un año y pico, se le puso avenida de la Sanidad Pública a la antigua de Juan Carlos I. Una declaració­n municipal antimonárq­uica con la demagógica argucia de otorgarle la misma avenida, solo a la parte pública de la Sanidad. Como si los sanitarios de la privada fueran unos ricos desalmados que han estado de vacaciones durante la pandemia. Muchos de ellos trabajan para la pública a través hospitales privados concertado­s, y con exiguos salarios. Estos profesiona­les sentirán como suya media avenida: la acera de la derecha, por supuesto.

Los políticos hacen la calle a diario, y todos la terminan tomando como propia. Me temo lo peor con la futura ley de memoria democrátic­a. Una artera maniobra de distracció­n.

–Calle, calle…

En realidad, casi todos los profesiona­les hacemos la calle, buscamos a nuestros clientes, desde los políticos hasta los que nos dedicamos a la fe pública

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ROSELL

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