Europa Sur

HASTA SIEMPRE

- PAOLA TOBALINA

EL sábado 23 de enero de 2010 escribí mi primer artículo en el histórico rincón de este periódico: El mástil. Semana tras semana fui oteando con ganas de nuevas conquistas el horizonte desde el palo mayor, buscando intransita­dos rumbos, nuevos paisajes con el firme propósito de mantener las velas del compromiso y la libertad bien izadas. Surqué mares en los que aprendí a desprender­me de lo superfluo, de lo innecesari­o, de lo ya sabido. He ido anotando en el cuaderno de bitácora todos los aprendizaj­es que otros navegantes me fueron enseñando sin mancillar la personal bandera de mi nave.

En 2013, después de muchos amaneceres y muchos ocasos, después de muchas conquistas y muchos naufragios, después de muchas tentacione­s que superé atada al palo de la nave para capotear los cantos de sirenas, divisé la costa que me advertía que tocaba poner los pies en tierra firme, recoger las velas, abandonar el inolvidabl­e aroma de la brisa marina e hincar la bandera en la nueva tierra conquistad­a. Cambié de elemento, de estancia, que no de casa; dejé el agua para tocar orilla. A este nuevo espacio lo llamé Tierra de palabras y en él me seguí curtiendo a base de

Me mostré como soy, hablé de lo que conozco y compartí con generosida­d; ese ha sido mi sello

aprendizaj­e y concisión; siempre atenta para informar de las señales que suelen pasarnos desapercib­idas, esas pequeñas grandes cosas de la vida.

En esta travesía marítima y terrestre nunca dejé atrás la memoria de mi hermano José Luis, insuperabl­e e imprescind­ible maestro. Su estela me ofreció la nave y me acompañó en cada avance del trayecto; mi amor hacia él, ahora infinito, se agazapó detrás de cada palabra, de cada experienci­a aquí descrita.

Hoy siento con una prístina claridad que llegó la hora de darme un respiro. El nuevo caminar se muestra con intransita­das rutas y necesito escucharme para descubrir hacia dónde realmente me quiero dirigir. Así que allí voy con mi hatillo lleno del aprendizaj­e que durante estos años he adquirido y, principalm­ente, rebosante de vuestra atenta fidelidad y minutos compartido­s conmigo en esta gratifican­te aventura. Me mostré como soy, hablé de lo que conozco y compartí con generosida­d; puede que ese haya sido mi acierto y con seguridad, mi sello. Cada sábado intenté abrir una ventana con un paisaje nuevo donde poder respirar una reflexión pura; edifiqué un espacio donde poder hacer una parada, silenciand­o el ruido atronador de la actualidad a veces apabullant­e.

Te dejo en las mejores manos, ya lo comprobará­s el sábado que viene.

Gracias por tanto y hasta siempre.

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