Europa Sur

CÁDIZ, CULO Y OMBLIGO DE ESPAÑA

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

LA alcaldesa de Puerto Real, Elena Amaya, ha lamentado con un pesar escatológi­co la situación económica de la provincia de Cádiz: somos, ha dicho, el culo del mundo, la zona olvidada del mapa. Sin embargo, si desplegára­mos la hoja cartográfi­ca de la Bahía, comprobarí­amos que sobre ella hay abiertos tres astilleros públicos. Navantia cuenta con seis factorías en España: una en Cartagena; dos en Galicia, Ferrol y Fene, y tres en una misma comarca gaditana. Son astilleros que, de ser privados, o estarían concentrad­os en una única ubicación o habrían cerrado hace muchos años. Hay culos mucho peores.

Bajo el paraguas de Navantia, estos astilleros sortean la prohibició­n europea de las ayudas públicas por su interés para la defensa del país; el otrora ministerio de la Guerra los riega con encargos que salen de los Presupuest­os Generales del Estado, y el titular de Asuntos Exteriores va vendiendo en sus viajes las corbetas que se construyen en la Bahía. Esta industria naval, que es la tractora de la auxiliar del metal, la que estos días ha estado en huelga, obedece a una decisión política de muchos gobiernos españoles. Recordemos que en 1995 el ministro Pedro Solbes ordenó el cierre del astillero de la ciudad de Cádiz para concentrar­lo en Puerto Real, Cádiz ardió esa noche y el Gobierno dio marcha atrás. Fue un episodio más que se repite desde principios del siglo XX: en ocasiones, eran las fuerzas

vivas las que iban a Madrid a exigir trabajo para el dique; otras, los trabajador­es en la calle, bien en manifestac­iones, bien en las barricadas sobre el puente.

Este tipo de relaciones laborales entre los obreros navales y el patrón Estado ha servido, en efecto, para mantener la singularid­ad de estos tres astilleros en la misma Bahía, porque los gobiernos, al final, son bizcochabl­es, casi siempre ceden, pero han lastrado de modo muy negativo las inversione­s privadas en los otros sectores industrial­es porque emula ese modelo público. El último convenio de Delphi fue un gran éxito para un sindicato secundón, pero un desastre para la competitiv­idad de la planta y, a la postre, para los trabajador­es. Cerró.

El mismo día que los sindicatos del metal de Cádiz llegaban al acuerdo con la patronal, se firmaba el convenio de la provincia de Sevilla, con medio punto menos de subida salarial, pero con el ahorro de nueve días de palos y barricadas. Media España aplaude la bravura gaditana, la épica revolucion­aria revive a la izquierda del siglo XXI, el alcalde Kichi se ufana del fuego fructífero, pero el efecto reputacion­al para la Bahía es un desastre: así, nadie quiere invertir. Sólo quedará el reducto. Culo y ombligo a la vez.

El modelo laboral de los obreros navales y el patrón Estado ha tenido un efecto letal en los otros sectores industrial­es gaditanos

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