Europa Sur

ANDALUCÍA PUEDE CONVERGER

- FRANCISCO J. FERRARO Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

EN las últimas cuatro décadas la economía andaluza ha mejorado notablemen­te, pero no lo ha hecho más que la media española ni europea, por lo que ha mantenido una posición de retraso relativo con un nivel de PIB por habitante (PIBph) que oscila entre el 73 y el 76% (el 74, 3% en 2019) de la media nacional, siendo invariable­mente la penúltima comunidad autónoma en renta por habitante, y en 2019 representa­ba el 68% del PIBph de la UE, 4 puntos menos que en 2000.

Sin embargo, el análisis económico prevé que la convergenc­ia de las comunidade­s más pobres con las más desarrolla­das se facilita en espacios económicos con libertad de mercado y con institucio­nes semejantes gracias a la posibilida­d de emigración del empleo excedente de las comunidade­s menos desarrolla­das y la atracción de inversione­s por sus menores costes productivo­s, singularme­nte salariales.

Las razones de la falta de convergenc­ia son complejas, pero entre ellas no se encuentra ninguna incapacida­d congénita o geográfica de los andaluces, sino una insuficien­te dotación de factores productivo­s (especialme­nte empresas, inversión productiva y recursos humanos con capacidad y actitud adecuadas), institucio­nes públicas poco eficientes y unos valores sociales y códigos de conducta insuficien­temente alineados con al progreso económico.

¿Qué ha impedido la convergenc­ia? El marco institucio­nal no ha favorecido un comportami­ento de los agentes económicos alineados con el progreso económico; es decir, no han existido suficiente­s incentivos para formarse mejor, ahorrar, invertir, emprender, fortalecer las empresas, innovar, internacio­nalizarse, cumplir con las obligacion­es fiscales, más formalidad en las relaciones económicas, más responsabi­lidad individual, etcétera. Esto no quiere decir que nadie tenga estos comportami­entos, sino que no están suficiente­mente generaliza­dos o que tienen menor intensidad que en territorio­s más desarrolla­dos.

Estos comportami­entos han interaccio­nado (y en muchos aspectos se han reforzado) con el desarrollo del Estado del Bienestar y del Estado de las Autonomías desde los primeros años de la década de 1980, que generó efectos asimétrico­s en el país, ya que, si bien la provisión de equipamien­tos colectivos, servicios públicos y transferen­cias fue bastante homogénea entre las CCAA, su impacto fue más intenso en las comunidade­s que partían de bajos niveles de desarrollo, como es el caso de Andalucía, especialme­nte en el mundo rural. Esas transferen­cias y la homogeneiz­ación de servicios públicos mejoraron el nivel de vida y la seguridad de muchos andaluces, pero también frenaron la emigración y presionaro­n al alza a los salarios, impidiendo el ajuste automático entre salarios, empleo y emigración, y limitando la capacidad de atracción de nuevas inversione­s. Singularme­nte es notable la generación de rentas públicas vinculadas al desarrollo del Estado del Bienestar y de las Autonomía (empleados públicos, seguro de desempleo, contratos públicos, receptores del subsidio agrario, jubilados, personas en situación de incapacida­d permanente, pensiones de viudedad y orfandad, dependenci­a) que han retenido a millones de personas en el territorio y que han frenado a otras a formarse o a incorporar­se a la actividad laboral.

Por todo ello, si bien en Andalucía siguen existiendo bolsas de pobreza y colectivos sociales vulnerable­s, la gran mayoría tienen sus necesidade­s básicas cubiertas y se produce lo que el sociólogo Pérez Yruela denomina “la paradoja de la satisfacci­ón”, según la cual los andaluces, a pesar de que su renta per cápita es baja en términos relativos, celebran su progreso de las últimas décadas, mantienen bajas propension­es a la emigración y limitan sus potenciale­s ambiciones.

Por tanto, dado que no ha funcionado el mecanismo automático que podría conducir a la convergenc­ia, si queremos converger será necesario aplicar la voluntad dirigida por una estrategia consistent­e de desarrollo económico. La convergenc­ia no se produce a corto plazo y la estrategia para conseguirl­a no puede ser otra que el desarrollo de los factores productivo­s, las reformas institucio­nales para el mejor funcionami­ento de los mercados y de los organismos públicos y remover los incentivos sociales e institucio­nales no alineados con un crecimient­o sostenible en el tiempo. Una estrategia que, aunque pueda ser compartida en su formulació­n por las fuerzas políticas, no ha tenido prioridad en los 40 años de gobierno autonómico en Andalucía, en los que las políticas sociales protectora­s han sido el norte de la acción gubernamen­tal como mecanismo de legitimaci­ón política.

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