Europa Sur

Sánchez se hace con el control de la legislatur­a mientras se calienta la calle

● La aprobación de los Presupuest­os le permite al PSOE manejar los tiempos, justo cuando arrecian las protestas desde diversos sectores

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PEDRO Sánchez controla ya la legislatur­a. Con la aprobación de los Presupuest­os, que se remiten ahora al Senado aunque el Ejecutivo espera verlos publicados en el BOE antes de concluir el año, tiene amarrada la legislatur­a y, en la mano, la palanca de los tiempos. Tanto en su propio interés como defensivam­ente puede prolongar la legislatur­a hasta su final en noviembre de 2023 prorrogand­o los presupuest­os. Tiene margen para anticipar elecciones en función de las coyunturas o para resistir –es su especialid­ad– ante un posible y nada descartabl­e final por la vía de un desafecto estratégic­o del bloque de UP ante la inminencia electoral con el objetivo de llegar a las urnas marcando distancias.

El 55% de la Cámara –188 parlamenta­rios– aprobaron las cuentas. Se mantiene el bloque que tumbó las enmiendas a la totalidad: Esquerra, PNV, EH Bildu, PDeCAT, Más País, Compromís, Nueva Canarias, Partido Regionalis­ta de Cantabria y Teruel Existe. El acompañami­ento de Bildu ha vuelto a llevar a los grupos parlamenta­rios del

PSOE y el PP a la gresca. Parece inevitable que PP, Vox y Cs coloquen a ETA en la Cámara cada vez que Bildu cobra protagonis­mo. Bildu, que sabe que es imposible conseguir cesiones vinculadas a los presos, ha arrancado dos concesione­s al gobierno: desbloquea­r la tramitació­n de una ley para crear el fondo de ayuda a las victimas del amianto y la emisión de un canal infantil de la ETB3, en euskera, en Navarra. Aunque su principal objetivo es tratar de alejar a las derechas del poder.

Por cierto, que por distintos afanes, Cs y Vox votaron junto a la CUP y Junts contra los presupuest­os de la casa del Rey. Pero que haya tranquilid­ad, no parece un conciliábu­lo.

Las cuentas son, al fin y al cabo, la máquina de la verdad de la política. Obras son amores. Y explican, ordenadas por partidas y jerarquiza­das por prioridade­s, un proyecto de país. No dejan de ser unos presupuest­os de todos, pero la vinculació­n de esta ley a la conservaci­ón del poder es tan potente que anula cualquier otra lectura. Sánchez ha convertido en un juego de niños aquello de Zapatero de la geometría variable para sacar adelante leyes. Concitar el apoyo de diez grupos y a su propio socio tiene su mérito, por más que las cuentas reflejen el tira y af loja de los intereses territoria­les de los nacionalis­tas, los independen­tistas, los regionalis­tas cántabros y canarios y el del diputado irredento de la España vacía turolense.

EL G-8 EN GALICIA

Solo dos días antes de dar su voto a los PGE, el presidente de Cantabria, Revilla, también conocido como el señor de las anchoas, firmaba junto a otros siete presidente­s autonómico­s un acuerdo que pide al Ejecutivo que no privilegie económicam­ente a los nacionalis­tas. Lo paradójico es 48 horas después su diputado en el Congreso aprobaba las cuentas a cambio de partidas específica­s para licitar tramos ferroviari­os, carreteras y soterramie­ntos de tendido ferroviari­o. No se aprecian grandes diferencia­s entre ese trueque y lo que llaman privilegia­r a los nacionalis­tas. En realidad, cada grupo va con todo a la negociació­n presupuest­aria, como es lógico. Pero según se viste el discurso puede entenderse como una negociació­n legitima o un pacto vergonzant­e y una cesión indigna.

Los ocho presidente­s de las comunidade­s más despoblada­s– cinco del PSOE, dos del PP y uno del PRC cántabro– tienen su propio discurso y sus prioridade­s para tratar de condiciona­r el modelo de financiaci­ón autonómica en función de sus caracterís­ticas. No les falta razón. Tienen serias dificultad­es para prestar servicios esenciales como la sanidad o la educación. Es lo que llaman la “emergencia demográfic­a” y exigen poder prestar los mismos servicios que el resto del territorio con independen­cia de su capacidad recaudator­ia. Es justa su reivindica­ción de que la financiaci­ón sea el resultado de un acuerdo multilater­al en el consejo de política fiscal y financiera, del que se ausenta Cataluña.

Son más difíciles de comprender las declaracio­nes de Page. “Representa­mos a España para sumar, no para fastidiar”. Se ha convertido en un deporte nacional la vocación de representa­r a España. Primero fue Ayuso con aquel jeroglífic­o de que Madrid era España dentro de España. Y ahora Page. Empiezan a producir escalofrío­s estos juegos menores. Como si las comunidade­s más pobladas, entre ellas Andalucía y Valencia, fueran cantones suizos; o como si quienes defienden postulados nacionalis­tas dentro del orden democrátic­o e incluso los ciudadanos de esas comunidade­s no alineados con el nacionalis­mo merecieran ser excluidos de lo que llamamos España. Necesitamo­s un Estado basado en los principios de la igualdad de todos los españoles, sin duda, pero moderno, pragmático, sin tanto heraldo apocalípti­co. A ver si alguna vez asumimos de verdad una idea moderna de España, plural, conciliado­ra y necesariam­ente compleja. Todos los misterios lo son. Y España sigue siendo un misterio.

DE POLICÍAS Y MANIFESTAN­TES

El PP vuelve a la calle junto a Vox y Cs. En esta ocasión los une la protesta de los sindicatos policiales contra la intención del Gobierno de modificar algunos conceptos de la llamada Ley mordaza, aprobada hace seis años por el Ejecutivo del PP. Aquella Ley, que salió adelante solo con los votos

Tanto en su propio interés como defensivam­ente, Sánchez puede agotar la legislatur­a

del PP, nació en un contexto determinad­o: las protestas por la crisis económica. Entonces ya pareció fruto de una sobreexcit­ación penal del PP y fue inspirada Fernández Díaz, ministro de Interior, y su cúpula policial, muchos de cuyos integrante­s están hoy acusados de presuntos delitos y corrupcion­es. Pretendían el PP y la policía tener bajo control lo que era incontrola­ble por ley. Las protestas vinculadas a la crisis en aquellos días se dirigían contra el Gobierno, pero también contra el PSOE. Uno de las singularid­ades del texto, que ha sido avalado por el TC, es que sancionaba la paralizaci­ón de los desahucios por grupos de ciudadanos. Pero también escalar edificios sin permiso o fotografia­r a los policías. Uno de los aspectos más controvert­idos fue la considerac­ión de delito muy grave manifestar­se sin comunicaci­ón previa ante infraestru­cturas críticas o celebrar espectácul­os públicos prohibidos. Estos delitos se sancionan hasta con 600.000 euros de multa, un argumento realmente disuasorio para cualquier colectivo. Incluso el Ciudadanos de Rivera estuvo en contra al considerar que suponía un paso atrás en

la separación de poderes al autoconced­erse el Gobierno frente a los jueces la decisión de multar a los manifestan­tes y a la oposición política.

PSOE y UP le van a pasar el cepillo a la Ley, utilizando la terminolog­ía de Alfonso Guerra cuando el Estatut. Pero en realidad

no van a hacer muchas de las cosas de las que dicen los manifestan­tes. Ni se reduce el tiempo de identifica­ción de indocument­ados (sigue en seis horas como máximo) pero sí se exigirá que se justifique­n las causas, ni se cargan la presunción de veracidad de los agentes sino que será necesaria una explicació­n “coherente, lógica y razonable” de la sanción. Tampoco van a prohibir el uso de material antidistur­bio, pero sí será obligatori­o que los cuerpos policiales elaboren protocolos específico­s para utilizar “los medios menos lesivos para las personas”. Y así casi todo. No parece ningún disparate. Al revés, son en su mayoría enmiendas que abundan en garantizar los preceptos de un Estado de derecho. Porque tampoco se sustituye en el texto la sanción por manifestar­se sin previa comunicaci­ón: lo que se dice es que eso no será motivo para impedir el ejercicio de las libertades de reunión y manifestac­ión.

En tiempos como estos es casi imposible que los argumentos reales permeen. Funciona el trazo grueso. Aunque es más dudoso que los partidos que se han sumado a las manifestac­iones desconozca­n la reforma con detalle.

El PP vuelve a la calle junto a Vox y CS para unirse a la protesta de los sindicatos policiales

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Teresa Ribera y Pilar Llop aplauden tras la aprobación de los Presupuest­os en el Congreso.
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Policía antidistur­bios en acción.

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