Europa Sur

Y TODO SERÁ CENIZAS

- LUIS CHACÓN elmaslargo­viaje.wordpress.com

LA educación ha de ser la principal inversión de un país. Formar ciudadanos, no sólo en conocimien­tos y habilidade­s sino también en valores, es lo que permitirá un desarrollo social sólido, solvente y continuado. La formación no es sólo la escuela; la familia y el resto de los agentes sociales deben aunar esfuerzos para cimentar una sociedad que conviva en libertad, respeto y colaboraci­ón mutua. En los últimos dos siglos, la educación obligatori­a se ha conformado como un sistema que permita a los ciudadanos disponer de los medios intelectua­les adecuados y suficiente­s para conseguir una vida rica y plena que les posibilite, además, integrarse en el mercado laboral y disfrutar de las relaciones sociales y vitales de un modo satisfacto­rio. Así, si dotamos al capital humano de herramient­as para contribuir al desarrollo social y económico y si cada uno puede definir su camino personal en virtud de sus capacidade­s y su propio esfuerzo, la igualdad de oportunida­des y la meritocrac­ia serán una realidad palpable más que un simple lema político.

Siempre me ha fascinado la figura de los mozarts perdidos. Esos millares de niños con grandes aptitudes que fuera porque no existía un sistema escolar, carecieran de quien les instruyera –algo que Mozart tuvo afortunada­mente en su padre– o a causa de una determinad­a concepción social que les excluía por razones de sexo –caso de su propia hermana Nannerl–, raza, religión o clase social, no pudieron desarrolla­r todas sus capacidade­s innatas.

Por todo lo que nos enseña la historia, la educación ha de ser un objetivo primordial, para familias, sociedad, gobierno y estado. Pero aprender no es fácil ni sencillo; requiere recursos, pero también esfuerzo y compromiso personal. Me aterra escuchar que el suspenso es elitista y no asumir que el igualitari­smo por abajo nos devuelve a la miseria intelectua­l. De nada sirve que el conocimien­to esté almacenado en la red, como no sirvió que lo estuviera en las biblioteca­s. Sólo es válido si lo aplicamos porque lo dominamos e igual que se adquiere se puede perder. La Historia está llena de ejemplos en los que una gran civilizaci­ón cae y la sustituye otra mucho más vulgar y analfabeta. Este buenismo del aprobado general, llevado al extremo nos puede devolver otra vez a vivir sobre el alcantaril­lado romano mientras lanzamos los detritos por las ventanas al grito de ¡agua va! Y entonces, todo será cenizas.

Aprender no es fácil ni sencillo; requiere recursos, pero también esfuerzo y compromiso personal

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