Europa Sur

Deyverson, el “sapito convertido en príncipe”

● El Palmeiras retuvo el título de la Libertador­es, algo que no ocurría desde 2001 con Boca, al ganar al Flamengo

- Concepción M. Moreno (Efe)

“No es el mejor jugador del mundo ni soy el mejor entrenador del mundo, pero logramos un elenco increíble”, dijo Abel Ferreira, el entrenador del inesperado campeó de la Copa Libertador­es. El Palmeiras, que defendía el título, se presentaba como víctima propiciato­ria ante el favorito Flamengo en el duelo brasileño disputado en Montevideo. Pero apareció Deyverson, un futbolista de vuelta. “Cuando llegué al club le di un besito y convertí el sapito en príncipe”, dijo el técnico del Verdao, que sábado alcanzó el tricampeon­ato en el máximo torneo continenta­l, al sumar este triunfo por 2-1 a los logrados en 1999 y 2020.

Deyverson fue el héroe del Palmeiras al marcar en la prórroga el definitivo 2-1. Había adelantado a los de verde Raphael Veiga en el minuto 5 y en el 72 igualó Gabriel Barbosa, Gabigol. El autor del gol del triunfo reconoció su “gratitud eterna” hacia el entrenador porque lo fichó para el cuadro que él ama. “Tuve muchos altibajos pero nunca agaché la cabeza. Siempre trabajé y tuve el máximo respeto al técnico”, indicó en alusión a que empezó el partido como suplente y salió para disputar la prórroga.

El Palmeiras aguó así la fiesta al Flamengo, que llegaba a este encuentro con la vitola de favorito y perdió el único partido de la edición 2021 que, sí o sí, debía ganar.

Y lo hizo en el Estadio Centenario de Montevideo, el coliseo por excelencia de la Libertador­es, que albergó, con la de ayer, su vigésima primera final del máximo torneo de clubes de América.

Los rubronegro­s habían conquistad­o su primera Libertador­es 40 años atrás, en 1981, y aspiraban a sumar su tercera, después de la lograda en 2019. Sin embargo, y como dice el dicho, a la tercera fue la vencida: el Flamengo no había perdido ninguna de sus dos finales previas.

En las gradas y en las calles de Montevideo, donde se los vio en los últimos días disfrutand­o de cerveza fría y carnes en las típicas parrillada­s uruguayas, los torcedores del Mengao habían sido muy superiores en número.

La cancha, esta vez sí, a diferencia de la final de la Copa Sudamerica­na, jugada hace una semana y que presentó una pobre entrada, mostró un ambiente de gala, el de las grandes ocasiones: la tribuna Colombes (fondo) y buena parte de la Olímpica (lateral) ocupadas por los seguidores del Mengao ;el resto del frontal y la Amsterdam (fondo) para los del Verdao. Los cánticos y bailes de los torcedores de Palmeiras y Flamengo inundaron las gradas del Centenario desde horas antes del inicio del choque. Tan así que la pasión por unos colores devino en amor con mayúsculas y, en los prolegómen­os del embate, un aficionado del Flamengo pidió matrimonio –anillo en mano– a su novia, seguidora del Palmeiras. El abrazo y el beso lo inmortaliz­aron las cámaras de televisión: las diferencia­s futbolísti­cas no afectan a su relación.

La vitola de favorito que presentaba el equipo de Renato Gaúcho antes del inicio del encuentro, que llegó invicto en la presente edición, cediendo solo tres empates en 12 partidos, se desvaneció en los primeros instantes del juego, a partir del gol de Veiga. El desafiante Abel Ferreira había avisado en la rueda de prensa previa de que su equipo se había presentado igualmente como víctima ante Sao Paulo y Atlético Mineiro en cuartos de final y semifinale­s.

En el minuto 72 apareció la estrella rojinegra Gabigol para sellar un empate que hizo rugir al viejo coliseo montevidea­no. El Flamengo quería dedicar el título a uno de los suyos, el fotoperiod­ista de Efe Marcelo Sayao, fallecido justo hace un año. Pero apareció Deyverson y el Verdao se convirtió en el primer campeón que repite desde la racha del Boca Juniors de Carlos Bianchi (2000 y 2001).

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RAÚL MARTÍNEZ / EFE Deyverson celebra el 2-1.

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