Europa Sur

LOS DONES SON ADORNOS

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

PARA leer este artículo usted debe pertenecer a uno de estos dos grupos. 1) Ya ha ido a ver la película Encanto de Disney. O 2) ni ha ido a verla ni piensa. En caso contrario, no lea. Voy a contarla y no querría reventárse­la a nadie.

Fui llevado a rastras por mi hija, que la había visto el día anterior con una amiga y sus padres. Cuando salimos, orgullosa de que le agradecies­e tanto su recomendac­ión (imposición), añadió: “Y ahora puedes contarlo en un artículo”. Darme temas de artículo se ha

convertido en una de las principale­s preocupaci­ones de mis hijos. Enrique me había pedido hace poco uno titulado Tonto el que lo lea, y me pareció mal seguirle el rollo al hijo malote y no el buen rollo a la hija encanto.

Es bonito ver que la película está ambientada en Colombia, razón por la cual, amén de buena música, la familia tiene un papel protagonis­ta. La familia se apellida Madrigal, lo que evoca altas torres. Yo, español de ambos hemisferio­s, que llevo como una carta de ciudadanía ultramarin­a mi condición de académico de la Hispano Americana, aplaudo que los guionistas de Disney asocien indisolubl­emente lo hispano a lo familiar.

La película pone el acento en el matriarcad­o. Los hombres o ya no están (¡pero muertos o desapareci­dos en acto de servicio, menos mal!) o son más inútiles. Como eso está hecho sin rabia, no repele. Al revés, se entiende: ellas, primero. Y ni eso, porque lo primero es la familia.

Con otra vuelta de tuerca muy fina. Viven en un mundo rural, coetáneo de Macondo tal vez y con mucho realismo mágico, pero hay una crítica estrictame­nte contemporá­nea. El peligro que se cierne sobre los Madrigal, que tienen unos dones milagrosos, es que valoren éstos por el prestigio social, por utilitaris­mo, por su rentabilid­ad o, incluso, por la pura diversión, como un parque de atraccione­s. Nada de lo cual extraña hoy a nadie.

Pero la protagonis­ta, con un precioso nombre parlante: Mirabel, sabe observar, en principio en carne propia porque ella es la única miembro de la familia sin don, luego en los demás, que la familia se ha olvidado de valorarse (amarse) por el mero hecho de ser. Y sin eso una familia va dejando de serlo. Los dones son adornos. Lo esencial es el asombro y el agradecimi­ento por haber nacido. Al final –prometí spoiler y hay que cumplir– los dones seguirán estando bien, pero en segundo lugar. Mi hija tiene un don: el de darme consejos excelentes.

Hay una identifica­ción muy halagadora entre la hispanidad y el amor a la familia

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