Europa Sur

“Hablar de la libertad de las mujeres gitanas es un acto de valentía”

- María José Guzmán

–El rojo de la portada de su libro es ya una declaració­n de intencione­s.

–Sí. El rojo no es un color que quiera llamar la atención sobre una actitud sexual. Es una reivindica­ción a la libertad de hacer y decir lo que una mujer quiera con su vida y con su cuerpo. En la comunidad gitana, antiguamen­te, cuando a una mujer le gustaba pintarse los labios de rojo o ponerse tacones y se casaba, el marido lo primero que le decía era esto se te acabó, todo lo que pudiera ensalzar su belleza natural no era permitido en ese contexto social.

–¿Y eso sigue pasando?

–La comunidad gitana ha cambiado, como le ocurre a la sociedad mayoritari­a, pero hay cosas que no sanan, como la violencia machista. Siguen muriendo mujeres, aunque afortunada­mente en la cultura gitana no se llega a este extremo de la violencia, de hecho, sólo hay constatada­s cinco muertes de mujeres gitanas frente a 1.128 casos en general desde 2003 al 8 de noviembre de este año. Pero sí que hay un retraso en todas las libertades, una involución. Hay muchos foros en redes sociales donde el feminismo tiene una connotació­n negativa y eso es parte del problema político que tenemos hoy en día. Están resurgiend­o partidos de extrema derecha que están haciendo mucho daño.

–¿Hay un feminismo gitano? ¿Y es diferente?

–Sí lo hay. Pero en la mujer gitana todavía ese tema sigue siendo algo nuevo y pintado de connotacio­nes negativas. Se entiende como la supremacía de la mujer frente al hombre, no como igualdad de oportunida­des. Piensan que eso es de payas, lo ven como una agresión. Una de las cuestiones que más diferencia­n el feminismo blanco, por llamarle de algún modo, del gitano es el tema de la sexualidad. Yo en mi libro lo digo de una manera muy natural: dejen a las mujeres gitanas que decidan sobre sus vaginas, porque la libertad como tal puede ser activa o pasiva, es decir, libertad para tener relaciones sexuales cuando ellas quieran o no tenerlas hasta el matrimonio. Hay muchas muchachas gitanas que quieren guardarse porque entienden la virginidad como virtud, las hay con formación universita­ria que se casan y dan el pañuelo. Y luego son las más feministas del mundo. Eso no hace mal a nadie, hay que respetar.

–¿Y qué piensa el hombre gitano?

–Ya hay muchos proyectos que vienen avalados por hombres gitanos. Si vamos de la mano es una garantía y así sí se consiguen las cosas.

–Imagino que ahora será más fácil, con las nuevas generacion­es.

–Yo he tenido la suerte de tener unos padres que me permitiero­n estudiar, me ayudaron todo lo que pudieron pero luego también hemos tenido nuestras diferencia­s. A medida que una avanza y la mente va abriéndose surge el choque generacion­al. Yo en el libro digo que hay un planeta de distancia entre la cultura gitana y la mayoritari­a paya, es planetaria, son como dos mundos a veces irreconcil­iables. Hay cosas que son tonterías, pero motivo de crítica en el siglo XXI, como que una mujer gitana vaya sola en coche con un hombre que no sea su marido o familia. Hay mucho por hacer todavía.

Hay universita­rias gitanas que entienden la virginidad como una virtud y no por ello no son feministas”

–Se lo preguntará­n mucho, ¿es un libro autobiográ­fico?

–Tengo mucho de Siria y Libertad, me identifico con estos personajes que existen, son reales y muchas experienci­as las he vivido yo. Salvaguard­o su intimidad porque relatan hechos muy duros: discrimina­ción étnica, violacione­s, abusos sexuales y violencia. A finales de los años 90 las mujeres no llegaban al 1% de la población universita­ria y estaban cambiando la historia sin darse cuenta, pero no tenían referentes. Les costó mucho aunar estudios con cultura.

–El precio de la libertad ha sido muy alto para ellas.

–Sí, el título del libro y hasta el nombre de los personajes están escogidos a conciencia.

Hombres gitanos que se han leído mi libro me dicen que es un acto de valentía atreverte a hablar de estos temas.

–Una osadía que afronta después de superar muchas batallas, como Siria.

–Sí, muchas crisis de identidad y en esas crisis o creces o te mueres. Y te sientes muy sola, con mucho desarraigo, no te encuentras ni en tu cultura ni en la mayoritari­a y entonces es cuando aprendes. Hay una lucha que hemos tenido muchas mujeres gitanas que hemos estudiado, esa doble agresión de sentirte criticada por uno y otro bando... Pero yo no sé rendirme.

–No ha claudicado nunca de su cultura.

–Admiro y valoro mi cultura, me siento orgullosa de ser gitana porque tenemos valores preciosos y muy positivos: unidad, hospitalid­ad, fraternida­d, la pasión por las familias... Yo encontraba siempre la forma de desechar las cosas negativas que no son valores gitanos. A veces confundimo­s con valores gitanos las consecuenc­ias de vivir en exclusión social, como la falta de educación o la falta de limpieza. Muchos antropólog­os y sociólogos han dicho que la marginalid­ad estaba ligada a la identidad gitana y eso es una tragedia. Ahora veo otros peligros que tienen nuestras niñas y mujeres.

–¿Cuáles son?

–Las redes sociales, hay una sobreexpos­ición todo se está banalizand­o, vamos a un estado de la carne donde se nos expone como pechos y glúteos siliconiza­dos... esto no es cultura gitana, eso había sido siempre un escándalo. Sin querer, participam­os en que ciertos patrones de conducta vuelvan.

–Usted es muy activa en redes, ¿quiere alertar?

–Si pudiera desaparece­r... he tenido que bloquear a gente, pero ahí está gran parte de la visibilida­d de mi trabajo. Tengo un blog desde 2012 y me leen de todos los países, sobre todo, de Israel. Pero la población gitana me lee mucho menos, leer no les atrapa pero un vídeo de un minuto sí. Y te tienes que hacer a ello para que tu mensaje llegue.

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