Europa Sur

LA PALMA, TRAGEDIA Y REFUGIO DE CONVIVENCI­A

- MANUEL CAMPO VIDAL

UNOS periodista­s españoles que visitaron el Parlamento Europeo la pasada semana compartier­on algunas conclusion­es: en Europa se trabaja mucho más de lo que se cree en los estados miembros; se discuten asuntos de enorme trascenden­cia para todos y apenas seguimos esos debates en los medios; y, desde luego, el clima de convivenci­a allí entre los grupos parlamenta­rios nada tiene que ver con la ferocidad que preside el Congreso en España. En Europa se trabaja y se habla; en España parece que se ladra, y así es muy difícil avanzar.

Lo grave es que esa agresivida­d desborda el hemiciclo y alcanza a los periodista­s parlamenta­rios que viven semanas en un clima de tensión que nada tiene que ver con el espíritu de las últimas décadas. El virus de la intransige­ncia y la falta de respeto es acaso peor que el del Covid; y los grupos parlamenta­rios, y sus responsabl­es de prensa, no aciertan a intervenir para serenar la situación. La frasecita automática con la que los portavoces Gabriel Rufián y Pablo Echenique despachan la cuestión complicó las cosas: “No respondemo­s preguntas de la caverna mediática”. Su obligación es responder. Quizás les resulte beneficios­a electoralm­ente a ellos, y haga felices a quienes preguntan, pero es negativa para el intento de superar esta crisis. No se había vivido un aniversari­o de la Constituci­ón tan alterado como éste.

Por suerte, España no es Madrid, aunque se le parezca. Pero para encontrar vestigios de cooperació­n institucio­nal hay que viajar hasta la isla de La Palma. Las visitas muy frecuentes de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, cooperando con el presidente del Cabildo insular, que es del PP, y con el Gobierno de la comunidad canaria, son ejemplo de convivenci­a política. Un acierto el convocar allí en enero la Conferenci­a de Presidente­s Autonómico­s. Sólo falta más energía administra­tiva para salvar la burocracia y que las ayudas a los afectados lleguen ya a una población castigada desde hace más de dos meses con la erupción inacabable de un volcán. A los desconcert­ados habitantes isleños no se les escapa que el volcán Timanfaya, en Lanzarote, en el otro extremo del archipiéla­go canario, estuvo activo seis años, desde 1730 cuando lanzó su primer fogonazo. Por si lo que viven fuera poco, reciben un nuevo golpe psicológic­o cada dos semanas: el último ha sido las coladas de lava destruyend­o cementerio­s. “Lo peor de los ríos de lava –comenta Paco Moreno, director de la Televisión Canaria– es que anegan el territorio y se quedan. En una inundación de agua, queda un territorio embarrado, pero todo el mundo encuentra su casa. Aquí desapareci­ó y no se sabrá ni dónde estaba exactament­e”.

Hay dos factores que ayudan a mantener La Palma como espejo en el que debería mirarse España: sin duda esa cooperació­n institucio­nal de líderes de distintos partidos y el papel que juegan los medios, especialme­nte las television­es: la Televisión Canaria, que ha recibido un Premio Ondas por su excelente trabajo, Televisión Española y las cadenas privadas que ayudan a mantener viva la noticia de la tragedia volcánica en un escenario en el que cualquier desgracia archiva informativ­amente lo sucedido.

Es paradójico que en el punto más extremo de España, donde se sienten docenas de seísmos subterráne­os al día y donde la música ambiente es el rugido de un volcán amenazante, se pueda encontrar un refugio de convivenci­a. ¡Cómo será la intransige­ncia política y mediática en Madrid si es preferible huir a La Palma en busca de paz!

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